El principio de no contradicción es, con el de identidad y el de causalidad, uno de los primeros principios, los de la intelección del ser en tanto que primero, real,  y también nosotros somos antes de todo cambio en nuestro ser, somos ates del cambio en el que consiste nuestro conocimiento.

Entre los datos que nos aportamos con nuestra inteligencia; lo primero que nos decimos es la noticia “es”, que luego da sustento a otras sobre manifestaciones o aspectos del ser que hemos percibido intelectualmente.

La razón de ser o fin último de los seres limitados, no es dada por el ser humano,  pero de algún modo es cognoscible por las perfecciones que los constituyen, de las que se deduce la intencionalidad de quien les participó ser. La ecología humana y la relacionada con el entorno natural y artificial, son más sostenibles cuando se tiene en cuenta esta premisa.

El principio de no contradicción sí es principio porque coincide con la constitución de la racionalidad humana y es ecológico cuidarla. Parece que la primera noticia que nos aporta el buen uso de nuestra inteligencia -su concordancia con toda perfección-, se resume en una palabra: “es”.

Si escuchamos decir “es imposible que lo mismo exista y no exista, según lo mismo en lo mismo simultáneamente”, a alguien se le puede ocurrir preguntarse si se trata de un juego de palabras o un acertijo. Probablemente sea más fácil de entender si se  afirmara que no se puede ser y no ser al mismo tiempo, en el mismo aspecto y en iguales circunstancias.  Optar por aceptar esta característica de lo que es, que se capta racionalmente, hace posible la continuidad de ese conocimiento intelectual.

“según lo mismo” significa que alguien, o algo, no es según me apetezca que sea, sino según es, con todos sus modos de ser en la realidad, de modo independiente a lo poco o mucho que alcance a conocerlo.

“en lo mismo” quiere decir en alguien, o algo, que sea capaz de ser captable por mi inteligencia y que ahora se hace realidad que yo esté conociendo que es.

Una realidad no deja de serlo porque la neguemos o decidamos no tenerla en cuenta. Al respecto suele decirse, por ejemplo, que no se puede tapar el son con una mano.

Las entidades lógicas denominadas afirmación y la negación, no pasan de ser meros actos de la facultad racional, son movimientos intelectuales, no son seres, por eso no es razonable que, en nombre de una afirmación o negación, se haga daño, a algo o a alguien, que es siempre más perfecto -un “ser”-, que el acto intelectual de conocerlo de algún modo, o que un acto voluntario no ordenado al mayor perfeccionamiento de la persona que, por ser espiritual, tiene efecto infinito. Por eso los bienes se jerarquizan de modo que los menores se subordinen a los mayores.

Respecto de lo que es, afirmar y negar son actos del uso, acertado o no, de la lógica, que puede servir para señalar lo que coincide con lo que un ser es, y se le denomina verdadero, o lo que no coincide y se le llama falso.

Los modos de ser son del ser que los posee, por eso los dos enunciados anteriores del principio de no contradicción, podrían sintetizarse diciendo lo que, de forma espontánea, puede concluir una persona que tiene sus facultades físicas y psíquicas sanas: “O se es, o no se es: no son posibles, en un ser, ambas alternativas a la vez”; o “Lo que es, es. Y lo que no es, no es.” También hay dichos populares: “Eso es así.”, “Es un hecho”, “¿Sí, o no?” y “O sí, o sí”.

Para decidir y realizar la conducta honesta, respecto a si algo es o no, de las dos opciones, afirmación o negación de lo que es, solo se puede elegir la que concluimos -después de poner todos los medios para estar bien informados-, que mejor coincide con la realidad.

Si se optimiza el buen uso de la inteligencia que, armonizado con el de las demás perfecciones humanas, es más posible que nos desarrollamos plenamente como personas y contribuyamos del mejor modo a que también los demás logren esta meta, se mejora la cultura, que no es la mera costumbre, ni el capricho disfrazado de originalidad, ni lo que abunda, ni la mala educación, ni es lo común en el propio nicho existencial, sino el cultivo de lo más específicamente humano.

Sabemos que a veces percibimos sensaciones subjetivas de que algo sea y luego concluimos que no es; el juego del “teléfono roto” sirve como ejemplo; a esto se suman alteraciones en la salud, obsesiones y fantasías, a veces causadas por la influencia de ciertas sustancias, traumas o conductas, o por disminuciones de capacidades orgánicas, que van fallando con el tiempo y que llevan a  que tengamos  la certeza de haber percibido algo como real sin que lo sea.

El error no está en el modo de ser lo real, sino que se debe a una dificultad para que seamos realistas, por una o varias falencias físicas, químicas psíquicas -por ejemplo, actitudinales- o funcionales. No es difícil darse cuenta que con el tiempo se pierde la agudeza de sensibilidad en la cata de ciertos alimentos, o la visión, la audición y el olfato.

También desacertamos porque concluimos basados en una experiencia insuficiente sobre nuestras percepciones: la experiencia no se improvisa. Puede servir pedir consejo a personas más sabias, prudentes y de mayor experiencia, poro son propias  la conclusión -es lo más acertado, o no lo es-, la decisión, la conducta, las consecuencias previsibles y la responsabilidad en todo este proceso.

El conocimiento es la coincidencia entre el pensamiento y el ser tal como es. Por ejemplo, percibo algo que es dulce y concluyo que lo percibo dulce. No hay buen uso de la inteligencia cuando, de dos alternativas mutuamente excluyentes -o es, o no es-, no se acepta la que coincide con lo que intelectualmente concluimos que es la realidad.

Sería imposible investigar sin saber distinguir si algo es o no es. Se indaga acerca de lo que es para ampliar su conocimiento. Si aplico el principio de no contradicción, al partir de la diferencia entre ser y no ser, puedo desarrollarme, no solo intelectualmente, sino también como persona humana entera, contribuir al pleno desarrollo de mi familia, sociedad y entorno natural y artificial, y al de las generaciones futuras. Para aspirar a algo mejor que podría ser, primero hay que reconocer lo que ahora es, sin banalizarlo: hace falta jerarquizar los bienes y aspirar con obras asertivas, a la consecución del mejor.

El ser al que aplicamos nuestra inteligencia se mantiene en lo que “es” según las perfecciones que lo constituyen, también cuando varían las expresiones de estas perfecciones, según los estímulos y necesidades; esto es más notorio en los cuerpos vivos; somos nosotros los que tenemos que decidir si afirmamos lo que, usando bien nuestras facultades, conscientes de los límites de estas, cuando  concluimos “es”.

Si, en un acto de libre contradicción, nos privamos del reconocimiento de lo que honestamente percibimos como real y de su debida jerarquización en cuanto bueno, usamos mal nuestra libertad, empobreciéndonos al excluirnos de las ventajas de ser coherentes con nuestras perfecciones y las de los demás seres.

Al decir con acierto -concordancia entre el pensamiento sobre un ser determinado,  y la realidad de sus perfecciones constituyentes-, que algo es, quedamos interpelados: ¿Qué es lo propiamente mío, la reacción que me corresponde   respecto a este o a esto, una vez me doy cuenta que es? ¿Cómo hacerme la mejor persona posible -razón de ser de la libertad y ruta de su pleno desarrollo- con ocasión de que ahora conozco a este ser personal o identifico esto?

El principio de no contradicción hace referencia a la afirmación o negación consciente, de un ser. No es acertado negar un ser que no sea posible conocer, hay que reconocer honestamente la limitación para conocerlo. Tampoco es acertado que, debido a una carencia de conocimiento, por ejemplo acerca del sentido de la propia vida o la de otro ser, o del sentido del sufrimiento, alguien se haga daño o se lo cause a los demás. También puede haber contradicción voluntaria.

Todo ser es perfección, ningún ser es negación, porque de la nada, nada es. Somos nosotros los sujetos cognoscentes, los que podemos negarnos a aceptar que un ser real lo sea, pero su ser no depende de nuestra negación, no se extingue por estar nosotros evadiendo la realidad que nos interpela, ante la que nos reclamamos una respuesta coherente -es el uso de nuestra inteligencia llamado conciencia moral-, perfeccionante de nosotros en cuanto personas.

Un ser como tal, no es una contradicción, sino una afirmación, es positivo, real. Por eso debemos estar siempre abiertos a lo que es y asumirnos en nuestra relación proporcionada respectivamente, con los demás seres sin los que no podríamos crecer como personas.

Como el caos es la ausencia de orden, el universo, que posee el orden de los seres constituidos por partículas limitadas, no es explicable por sí mismo, porque la energía no es inteligencia, sino que tiene un causante extrínseco, al que nadie le dio ser sino que es el Ser en sí mismo, es siempre actual y participa ser causando todo lo limitado, dándole las perfecciones que hacen posible el logro de su razón de ser. Tengo responsabilidad porque poseo esas perfecciones.

El Universo está sujeto a las leyes de la física y la química, no es su causante puesto que es limitado, y no las modifica; el ser humano avanza en su conocimiento pero es posterior y está sujeto, a esas leyes; tampoco son de su autoría, simplemente con su espíritu, que obra con el cuerpo en la unidad de que es constitutivamente cada ser humano, es capaz de descubrir esas leyes y aprovecharlas.

El orden del universo es expresión de la capacidad de causación previsiva -de un causante que es persona-, que se nota en la razón de ser de todo lo que lo constituye. Un ser con la mayor intensidad de ser, nos interpela más, por eso estimula mejor nuestro pleno desarrollo personal y no contradecirlo es enriquecer a tope nuestro propio ser, distanciarnos de la contradicción y, afirmar y difundir,  la perfección de la realidad espiritucorpórea que es cada ser humano y del entorno natural y artificial.

El reconocimiento de la perfección en que consiste cada ser nos interpela, causando que concluyamos que debemos respetarlo en la proporción del bien que es, de la que deducimos su razón de ser y cuál es nuestra conducta coherente con la misma. A conocer -acto posible si aplico habitualmente el principio de no contradicción,  le puedo sacar el provecho de crecer.

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Redacción Minuto30

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