Parecería que todo acierto requiere aplicar el principio de identidad, indispensable para llamar las cosas como son, que es lo que una persona de buena voluntad desea.

Para pensar un ser, primero hay que tener la capacidad de aplicar el principio de identidad, que podría enunciarse como “Cada ser es idéntico solo a sí mismo”. Este suele ser reconocido como el primer principio intelectual y el modo natural de aplicarlo es darse a sí mismo la noticia de que algo es.  Esta es una condición para que haya un trabajo intelectual ordenado y completo, que abarque el conocimiento de las perfecciones constituyentes de cada ser, sus relaciones entre sí y con el entorno, y se pueda prever algo acerca de su futuro.

El principio de identidad no trata acerca del proceso de pensar sobre el modo de ser de algo o a alguien, sino acerca de poder identificar que alguien o algo es. Este primer acto habitual congnoscitivo, suele denominarse hábito intelectual. No es un acto más entre los que constituyen el proceso intelectual, sino una condición irrenunciable para que sea posible emprender el empeño de ampliar el conocimiento. Sin el principio identidad estaríamos completamente desorientados, incluso acerca de nosotros mismos.

La mismidad de cada realidad hace posible que se reconozca separada de las demás, hace referencia a algo o alguien que es un ser específico; esto permite identificar las semejanzas y diferencias.

Del hecho de que somos limitados, se deduce que también lo es el conocimiento de nuestra propia identidad: no terminamos de enterarnos acerca de nosotros mismos. Esto nos ayuda a darnos cuenta de la diferencia que hay entre ser, entender, crear, inventar, descubrir, reconocer y ser coherente con lo que se concluye honestamente como la acción que hace posible el pleno desarrollo de cada ser humano, sin excepciones.

Como somos parte del universo limitado, deducimos que tuvimos un comienzo, un originador sin origen, inteligente, que se propuso una finalidad al causarnos.

Cuando el Ser en sí mismo -nadie le dio ser, es el idéntico en sentido pleno-, participa ser a lo que causa, otorga la identidad limitada de “ser de” y “ser para” o finalidad se deduce del origen.

Esta identidad hace referencia al origen respecto al que puede haber imagen y semejanza, y la seguridad de que no valemos ni valen los demás lo que se nos ocurra, sino que se vale y los demás seres valen, según seamos valorados por quien es, Él mismo, el Ser, que es la condición para que nos participara ser; este origen común sustenta el principio y el valor, de respeto, a todo ser humano y, en función del mayor bien posible para cada miembro de nuestra especie, en cuanto que cada uno de todos es una realidad espiritucorpórea, el respeto a todo entorno, al universo entero.

Pretender llamar identidad a cualquier percepción, imaginación, vaguedad, sugerencia, moda, capricho o ideología sin base científica o sin motivos razonables de credibilidad, puede equivaler a sumirse en la confusión por ausencia de referencias, una indeterminación típica en la que se cae por no pasar por la aduana de la sistematicidad en el modo de usar la inteligencia, y esto puede acarrear toda clase de  fracasos.

La identidad se expresa como mismidad o ser lo mismo que se es, por eso se pude enunciar el principio de identidad como “Todo ser, sea “alguien” o “algo”, es exclusivamente él mismo”, esto evita la confusión respecto a la identidad de cada ser, aunque nosotros nos podamos confundir en el modo de identificarlo al equivocarnos en el uso de nuestra capacidad racional.

Se puede conocer a algo o a alguien, porque cada ser tiene mismidad, es algo o alguien distinto de otro, que es él y no otro. Reconocer esto es necesario para que lo que se piensa tenga consistencia, coincida en cada caso, con lo que cada ser es. También cada idea es esa y no otra.

Con esto se evita el error de pensar que la única identidad es la de un todo. Esta falla intelectual priva del reconocimiento del Ser a quien nadie dio ser y que participó ser a todos. Si todo fuera uno solo, no existiría la capacidad de distinguir la diferencia de identidad en cada ser.

El principio de identidad es importante porque es la primera condición para no confundirse. Parece que la primera noticia que nos da la inteligencia, cuando la aplicamos bien, es: “este ser es solo este ser”, “un ser diferente a todo otro ser” o “es el mismo, solo respecto de sí mismo”.

Para conocer algo o a alguien, necesitamos comprenderlo como una realidad separada, un “otro qué”, es esa y no otra realidad, un “algo” es un “mismo”. Tener en cuenta esto hace posible acertar en las actitudes, decisiones y acciones, ser ético y, por lo tanto, poder desarrollarse plenamente como persona.

Reconocer la mismidad en el principio de identidad “Cada ser es idéntico solo a sí mismo”, es una condición para poder definir, porque una buena definición abarca todo y solamente, los límites de lo que señala.

Este principio de identidad, que es el primer hábito intelectual, posibilita que llamemos las cosas como son porque hace posible la precisión en la comunicación y la cultura del pleno desarrollo humano.

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Redacción Minuto30

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