Varias de los aspectos que a lo largo de la historia han caracterizado a la humanidad son la indiferencia y la falta de solidaridad y esto se percibe en las generaciones actuales, el desdén que se observa en la sociedad frente a los problemas ajenos es desconcertante, que cada cual resuelva su situación, el que corte el arbol que se lo eche al hombro, es común oír decir en estas tierras antioqueñas. Si hubiera más sensibilidad, especialmente en las gentes más educadas y económicamente estables, la vida sería mucho mejor y más alegre para algunas personas que sencillamente necesitan de la solidaridad y la generosidad de sus congéneres.

Desde hace muchas décadas, en los hoy países industrializados, existieron (también los hay por fortuna ahora) personajes que dedicaron parte de sus vidas a promover el cuidado por el medio ambiente, a concientizar al mundo que aunque los avances en distintos frentes no se pueden detener por elementales razones, ello no es obstáculo para mitigar las consecuencias nocivas frente a la naturaleza y para adelantar acciones que permitan impactos menos fuertes frente a los recursos naturales, absolutamente indispensables y necesarios para la existencia de la vida humana y animal. También, frente a ello, la indiferencia y la insolidaridad de gran parte de los poderosos grupos económicos y políticos, han sido el denominador común; es normal ver cada día más desastres naturales en los que siempre llevan la peor parte los desfavorecidos social y económicamente, hasta en un tema que no da más espera estas personas han visto cómo les dan la espalda y no encuentran solidaridad, ni aun de los directos responsables de la ocurrencia de estos fenómenos naturales.

Desde hace unos años en el Valle de Aburrá se vienen registrando unos altos y por lo mismo delicados niveles de contaminación debido al desmesurado aumento del parque automotor y a la falta de un efectivo control a la industria contaminante, a pesar de contar con una entidad como el Área Metropolitana, que en términos generales ha tratado de hacer una buena tarea en materia medio ambiental, que sumado a la topografía y ubicación geográfica que hacen que estos gases contaminantes tarden en evaporarse, han generado unas consecuencias que ponen los pelos de punta: luego de analizar las estadísticas de mortalidad entre 1980 y 2012, se encontró que en Medellín mueren en promedio 3000 personas anualmente por enfermedades asociadas con la polución, lo que significa que 8 personas mueren diariamente por esta razón, o lo que es igual, 3 cada hora.

Cifras espeluznantes que en algunos casos superan el número de muertes por enfermedades que tradicionalmente se han considerado graves. Los expertos en el tema hablan de una verdadera epidemia lo que ocurre en el Valle de Aburrá debido a este fenómeno, tanto que excede en un rango de 300 a 500 por ciento las cifras normales registradas para el resto del país. Sin lugar a dudas que esto debe causar alarma, es más grave de lo que se creía la contaminación en el lugar en el que vivimos, trabajamos, compartimos con nuestras familias y amigos y donde tenemos momentos de diversión y esparcimiento.

Como paliativo solamente, al igual que el año pasado, el alcalde, Federico Gutiérrez, dispuso la semana inmediatamente anterior, durante los días jueves, viernes y sábado, un pico y placa se seis dígitos por espacio de doce horas al día, a excepción del sábado que fue de 6 horas, para disminuir la contaminación, al parecer la medida se sostendrá por unos días más, pero es importante que sea esta la ocasión para de una buena vez tomar el toro por los cuernos. El tema va en serio y hay que tomar medidas drásticas, hay que tomar conciencia y entender que la casa en la que uno vive hay que cuidarla, no dejarla caer, cualquiera toma medidas en esta materia. Igual sucede con la tierra y con la ciudad en la que vivimos.

Los días en que rigió el pico placa por doce horas Medellín era una ciudad distinta, mejor calidad del aire, lo agradable de caminar por lo despejada, según el alcalde de casi 500.000 vehículos, y los que se pudieron desplazar en sus rodantes, la facilidad de ir de un lugar a otro, esta es la ciudad que queremos, ojalá que fuera una constante y no la excepción. Lógicamente hay quienes se resienten con estas medidas, especialmente el comercio que por medio de Fenalco pone el grito en el cielo.

Se deben sopesar ambas cosas, pero la balanza necesariamente se tiene que inclinar por el cuidado y respeto del medio ambiente, las medidas que se están tomando por la alcaldía deben tener vocación de permanencia en el tiempo, lo contrario son solo paños de agua tibia y no resuelve nada. A ello deben sumarse campañas más agresivas de educación a la gente para que entienda lo que está en juego y utilice su medio de transporte solo en los casos que la situación lo amerite, y desde luego poner en cintura a quienes en sus empresas contaminan más. Hay que tomar conciencia de una vez por todas.

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Redacción Minuto30

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