Tengo que confesarles que salir a marchar para defender a Colombia, me ha devuelto la esperanza, la fe y me ha incrementado el amor inmenso que tengo por mi país.

En las tres últimas marchas y plantones a los que he asistido este año, convocados todos por gente del común, por los policías, los infantes de marina, los marineros y los soldados, solo se habla con alegría y decencia, se disfruta de la concordia, la fraternidad y las buenas maneras, además, se resaltan los grandes valores que tenemos los colombianos, junto con la belleza de nuestro país. En esas marchas no he visto un solo agravio, nunca he visto a nadie tirar papeles en la calle o pintar grafitis, y mucho menos se observan actos de violencia o daños mínimos a las personas o al patrimonio público o privado.

Sin conocerse, la gente se saluda, se abraza y canta el himno nacional. Sin duda, en esas expresiones genuinas ciudadanas se resalta una característica generalizada muy especial en cada uno de los ciudadanos que van a marchar para reclamar por sus derechos y los de la patria y es que se sienten inmensamente orgullosos de ser Colombianos.

Caminando, la gente – casi todos con la bandera de Colombia en las manos – hablan de lo mal gobernados que estamos y del mal inmenso que le están haciendo y que le han hecho al país y a su población nuestros gobernantes.

A todos al unísono les aterra el grado de criminalidad y corrupción que ha envuelto y engrupido a los tres poderes del Estado Colombiano. Otros reclaman, indignados y hasta cierto punto impotentes, por los resultados de la politiquería que tiene al país en el diván y al borde del abismo. Otros también, en acto de contrición, se disculpan por haber votado sin ningún tipo de criterio patrio, ético o moral.

En general, yo diría que a esas marchas van los colombianos que aman al país, los colombianos de la mejor condición humana y que se levantan todos los días para estudiar y a trabajar duro, para superar las vicisitudes e inconvenientes que presenta un país subdesarrollado como el nuestro, pero con inmensas posibilidades de salir adelante.

En esas marchas, los ciudadanos ya comenzaron a gritar firmemente, sin complejos y sin pena, una premisa fundamental que ya se enarbola por todas partes y es que necesitamos estar bien gobernados y por personas que respeten nuestra constitución y nuestras leyes, por encima de cualquier interés particular. Mucha conciencia ciudadana pulula y se hace presente en esas marchas.

Siempre he pensado que para gobernar bien, solo se necesita aplicar tres conceptos fundamentales y sencillos: el sentido común, la lógica y la razón. Sin embargo, solo se percibe en el ambiente político colombiano que lo prioritario no es esto, sino las ideologías, muchas de ellas ya mandadas a recoger, los intereses de los partidos, los intereses particulares de los gobernantes o de quienes los financiaron, los intereses de las élites económicas globalistas, el ánimo de lucro personal, el clientelismo por el cual los politiqueros venden incluso hasta las necesidades fundamentales del pueblo, y empezó a reinar algo en Colombia muy complicado de describir, que es el absurdo gobernando y legislando, con una interpretación de las leyes y de la constitución muy particular e inaceptable.

Frente a esta nefasta e inaceptable realidad política colombiana, solo existe un antídoto y es el empoderamiento de la ciudadanía. Solo una sociedad unida, que exija y vigile implacable e insobornable que se aplique bien la constitución, las leyes y la justicia, so pena de que quien la incumpla debe ser condenado con el mayor rigor y como lo indica la constitución, puede vivir en paz y con desarrollo. Mientras no logremos esto, jamás podemos aspirar a tener un país donde primen los principios, los valores y el cuidado del riguroso bien común.

Por eso me alegra mucho que haya nacido el Movimiento Cívico (CÍVIC@S movcivico.com) para acabar, sobre la base de la conciencia ciudadana, con todos los vicios inaceptables de la política en nuestro país.

Colombia y los colombianos merecemos un gran futuro y está en tus manos, en las mías y en las de todos nosotros, el poder cambiarle el rumbo al país. No endosemos esa responsabilidad nunca más.

@FdoOrjuela

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Redacción Minuto30

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