¿Una solución o una trampa?

En los últimos días, el presidente Gustavo Petro ha sorprendido al país con una propuesta que ha generado polémica y descontento en diversos sectores de la sociedad. Bajo el nombre de «pagar por no matar», esta iniciativa plantea entregar alrededor de un millón mensual a jóvenes involucrados en actividades delictivas para que abandonen la delincuencia. Sin embargo, ¿es esta realmente la solución que necesitamos o es simplemente una trampa disfrazada de ayuda?

Tras el anuncio del presidente, el ministro del Interior afirmó que el programa tendría una duración de un año y se llevaría a cabo con un estricto seguimiento. No obstante, queda la pregunta: ¿qué sucederá después de ese año?, ¿cómo se asegurará que estos jóvenes no retomen su vida criminal una vez que el dinero deje de llegar?

Si bien es cierto que la intención de buscar alternativas para reducir la violencia es exaltable, no podemos ignorar los riesgos y problemas que esta propuesta plantea. ¿Estamos enviando el mensaje correcto a nuestra juventud?, ¿estamos fomentando la responsabilidad y el respeto por la ley al ofrecerles dinero a cambio de dejar de delinquir?

Además, debemos considerar las implicaciones económicas y sociales que este programa conlleva. ¿De dónde saldrán los recursos para financiar esta iniciativa?, ¿no sería más adecuado invertir esos recursos en programas de educación, formación y generación de empleo que brinden oportunidades reales de cambio a los jóvenes en situación de vulnerabilidad?

Es fundamental abordar las causas de la delincuencia y trabajar en la construcción de un entorno propicio para el crecimiento y desarrollo de nuestros jóvenes. Esto implica invertir en educación de calidad, programas de prevención del delito, fortalecimiento de los lazos comunitarios y acceso a oportunidades de empleo dignas.

No podemos caer en soluciones simplistas y temporales que no abordan de manera integral el problema de la violencia en nuestras comunidades.

La propuesta de «pagar por no matar» puede generar falsas expectativas y un precedente peligroso. En lugar de incentivar a los jóvenes a abandonar la delincuencia por razones éticas y de responsabilidad ciudadana, podríamos estar reforzando una cultura de dependencia del Estado y la idea de que la violencia tiene un precio.

Es momento de replantear nuestras estrategias y enfocarnos en soluciones sostenibles y transformadoras. No podemos conformarnos con medidas superficiales que solo maquillan el problema en lugar de resolverlo de raíz.

La propuesta del presidente Petro puede haber sorprendido a muchos, pero debemos ser cautelosos y reflexionar sobre las implicaciones a largo plazo. No necesitamos un programa que compre temporalmente la paz, sino un compromiso real con el fortalecimiento de nuestras instituciones y la construcción de una sociedad justa y segura para todos.

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Redacción Minuto30

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