Me ha llamado poderosamente la atención el vigente fenómeno del racismo en el mundo. Toda la vida me ha dolido la esclavitud. La esclavitud ha existido desde los albores de la historia, pero solo alcanzó escala industrial cuando los europeos trajeron por la fuerza a 12,5 millones de africanos a América.

Extenso sería hablar de las brutalidades y los genocidios cometidos en nombre de “la raza pura” o a manos de los colonialistas; habría que pasar por una larga historia de etapas de segregación de algunas razas y pueblos (indígena, judía, negra), para llegar a lo que hoy denominamos el ”racismo cultural”, que no se basa tanto en una jerarquía racial biológica (que toma la precaución de condenar en general), sino en adoptar claras diferencias culturales consideradas como irreductibles y antagónicas entre los grupos, y de las cuales el grupo dominante debería de protegerse, si no quiere desaparecer.

«Los racistas culturales consideran que los “otros” tienen globalmente modos de vida diferentes e inferiores a los suyos, que vienen de sociedades atrasadas, que tienen prácticas culturales heredadas de tiempos oscuros de la humanidad, de las cuales puede a veces brotar algún destello de creatividad, pero que siguen siendo inferiores a los suyos. En la determinación de aquello de lo que hay que protegerse, de lo que hay que mejorar y de lo que hay que defender, ya no se sitúa en primer plano la raza, sino la cultura, la sociedad, la nación o simplemente la forma de vida propia”.

El párrafo introductorio, es a propósito de la imagen que proyecta la vicepresidenta de Colombia Francia Márquez, de manera reiterada ante los medios, ante la sociedad colombiana y ante el mundo entero (si nos fijamos en sus repetidos viajes al exterior, incluso hasta el continente africano, con boato, lenguaje revanchista y derroche inexplicable) y la manera como ya la perciben los colombianos. Sus actitudes, modales, discursos y lenguaje en medios de comunicación, está desatando un racismo ramplón, inexplicable y doloroso.

Por parte de ella, se le ve empecinada en adoptar claras diferencias culturales, irreductibles y antagónicas, entre los colombianos, y de las cuales el grupo dominante (su grupo político) debería de protegerse, si no quiere desaparecer”.

Por su parte, el presidente Gustavo Petro, con astucia calculada le dice al mundo que la quieren apabullar y la presenta como victima “porque es negra”. Pero en ningún escenario aclara que Márquez es vicepresidente, impuesta por los votos que puso a su elección, no por su gusto o capacidad política, administrativa y menos diplomática.

Esta delicada cuerda en que se mueve la vicepresidenta, luchando por sus «ancestros” de manera prevenida, vengativa y racial, me trajo a la memoria un hermoso texto que leí en alguna parte, ya no recuerdo dónde, y que dice así, más o menos:

En alguna ocasión, el líder y predicador norteamericano Martin Luther King se encontraba a punto de dar una de sus famosas conferencias acerca de los Derechos Humanos; al instante, notó que una pequeña niña negra se encontraba en la primera fila de su auditorio. Sorprendido por ello, preguntó a uno de sus ayudantes al respecto, y éste le indico que la niña había sido la primera en llegar. Al terminar su discurso, como parte de la ceremonia, se soltaron globos de diferentes colores al cielo que la pequeña no dejaba de mirar. Entonces el predicador, gratamente sorprendido, se acercó a ella y la levantó en sus brazos.

La pequeña lo miro fijamente, y le pregunto:

—¿Los globos negros también volarán hacia el cielo?

El admirado Martin Luther King la miró con dulzura, y le contestó:

—Los globos no vuelan al cielo por el color que tengan, sino por lo que llevan dentro.

Vuele alto, señora Francia Márquez, vuele alto, hasta el cielo, desde lo privilegiado de su cargo, trabajando para todos los colombianos con humildad, honradez, y en clara coherencia a su discurso de candidata.

No olvide: “Los globos no vuelan al cielo por el color que tengan, sino por lo que llevan dentro”.

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Redacción Minuto30

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