Hace pocos días me sentí insultado cuando alguien me preguntó si me gustaba la navidad y mi respuesta, decente pero contundente, fue no. Como por arte de magia de la boca de mi interlocutora empezaron a salir improperios como amargado, insociable, huraño, introvertido, misántropo y, muchas más que no quiero repetir. Haciendo honor a mi apellido me despedí con humildad y me retiré sin generar ninguna discusión, entendí que hay asuntos que no merecen discutirse sino comprenderse.  Ya reposado, empecé a buscar en la internet canciones de navidad, y encontré al Indio Pastor López entonando esta hermosa canción que, para mí, solo evoca recuerdos.  “Otra vez navidad, otra vez soledad, en la calle la gente solo lleva en su mente regalar, perdonar. Otra vez navidad, otra vez soledad, entre pólvora y gritos, risas y villancicos la gente viene y va.  Todos llevan una ilusión, todos tiene fe y devoción, todos tienen un alguien y yo no tengo a nadie sino mi soledad…”.  No se trata de ser amargado, la idea es que no todos somos iguales, cada quien tiene sus gustos, acuerdos y desacuerdos, además nadie sabe qué genera o qué recuerdos llegan a la mente de algunos.  Para mí, la navidad es algo lindo, lo que pasa es que no comparto ciertas cosas, pero, ante todo respeto y acepto a quienes la disfrutan a cabalidad.

Lo cierto es que la navidad ha sido y será siempre una, pero, las realidades muchas y muy diferentes. Mientras unos esperan ansiosos con alegría y entusiasmo el fin del año, otros quisieran borrar del calendario ese mes que sólo les trae recuerdos tristes y les arrugan el alma. No es lo mismo ver, sentir y disfrutar las fiestas decembrinas en pleno goce de la libertad que estando preso en la cárcel alejado de amigos y familiares, igualmente sufren quienes pasan noche buena y año nuevo en un hospital, ya sea por estar enfermos o cuidando a un ser querido. No podemos pensar que las fiestas del fin de año las viven todos con la misma intensidad, no, las circunstancias de unos son y serán muy diferentes a las de otros, en algunas familias la abundancia y el derroche serán sus compañeros en estas fiestas, mientras que aquellos que viven en medio de la pobreza, no tendrán con que comprar, tan siquiera, un simple dulce para sus hijos.

Esta navidad, no faltará quien o quienes pasen tristes al estar alejados de sus familias, y no por vivir lejos sino por problemas familiares que los distancian. Cuántos primos, hermanos y hasta padres con hijos no se dirigen siquiera una mirada, haciendo tenue, triste y oscura esa víspera del próximo año. Mi intención no es ser amargado ni amargarle estas fiestas a nadie, pero la verdad pienso mucho en aquellos ancianos encerrados en un cuarto trasero huyéndole al ruido y otros más, encerrados como muebles viejos para que no estorben en medio de aquellos festines y algarabías. Tengo claro que unos beberán de alegría, pero también algunos lo harán de tristeza, de ahí que la navidad sea una, pero, las realidades diversas. Ahora, cuantos niños en el mundo entero se quedarán sin regalo y, cuando despierten la noche de navidad buscarán bajo su almohada y no habrá nada, absolutamente nada. Esa es una realidad.

Queriendo alejarme de esos temas políticos, donde el tema central es la corrupción, decidí con mis compañeros de trabajo hablar de otras cosas y resultamos evocando la navidad. Recordar es vivir. Aunque los buñuelos ya no abundan ni ruedan de mesa en mesa acompañando la natilla y las hojuelas, recordamos como la familia se congregaba alegremente a charlar y reír, ah, no había celulares. Mientras los unos le hacían poses a la paila con el mecedor, otros freían sin compasión. Pobremente la gente no dejaba de estrenar, para todos había algo nuevo, una blusa, unos slacks, medias y, también zapatos de caucho que daban mucho calor y un olor digno de olvidar. En ese tiempo, cantaba la gente que sabía cantar, no existía el reggaetón ni esas mezclas musicales raras, era la época de música parrandera y, a veces grosera, se escuchaba a volumen moderado y entre trago y trago se iba armando el muñeco de año viejo para quemar despidiendo el año.

Coincidimos todos en aquel diálogo que la pólvora y los globos eran cosas de adultos, los niños corríamos detrás de los totes y los chorrillos, también recordamos a los más necios que amarraban una esponjilla “bon bril” con cabuya, la prendían y la empezaban a girar tirando chispas y chispas para todos lados. Quiero terminar este escrito recordando mi barrio pobre y faldudo, el cual después de barrer y asear adornábamos con cadentes hechas con plásticos de vistosos colores. Hoy muchas cosas han cambiado y parece que se perdió la buena vecindad. Tal vez no haga mucho ruido pero, celebro la navidad a mi manera. Navidad y respeto.

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Redacción Minuto30

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