Mientras algunos medios televisivos de Colombia, le decían a sus telespectadores: miren allá, sí, a Venezuela, a donde todo es represión. Una noble y frágil y manifestación de discapacitados en la Plaza de Bolívar-Bogotá D.C., era disuelta con gases lacrimógenos por el ESMAD.

Entonces, ante el “terrible” accionar de los ciudadanos con limitaciones físicas, y los cuales manifestaban su inconformidad, por el deficiente número de cupos ofrecidos por la administración de Bogotá, a través de subsidio: para transporte y alimentación. Apareció, el “Escuadrón Móvil Anti Discapacitados”, como le llamaron en redes sociales, para describir de manera irónica, la presencia de este cuerpo policial en la Plaza.

Al parecer, una bandada de hombres y mujeres: ciegos, sordos, e inmóviles, estaban coordinando físicamente actos vandálicos contra la infraestructura de la ciudad. Tremenda ironía; espantoso criterio para reprimir, al igual o peor que en Venezuela.

Así, llevamos varios años los colombianos. Mirando siempre como está el vecino. Y nos aterramos de la falta de comida en Venezuela, pero nos da igual, la desnutrición de la Guajira; la cual ha terminado con la vida de colombianos. Nos preocupamos por la medicina de Venezuela, pero nos quedamos horas y horas en la sala de urgencias de un hospital, esperando que algún médico nos pueda atender. Nos impresiona la falta de garantías electorales en Venezuela, y se nos olvida, que en nuestra Colombia, Luis Alfredo Ramos, excandidato presidencial, se le envió a la cárcel, a punta de testigos falsos, sin que hasta ahora, la justicia se sonroje. Nos conmociona la estabilidad de los venezolanos en su tierra, y acá, todavía conocemos a compatriotas, que salen a buscar nuevas oportunidades en el extranjero, porque este país no les dio la oportunidad. Y así, podría quedarme escribiendo un extenso párrafo, haciendo las comparaciones respectivas, en donde nuestras ventajas no son tan floridas como creemos.

Espeluznante crisis de identidad tenemos. El vecino se nos ha llevado nuestra atención; ojos y oídos, son para quien no vive con nosotros. Y si fuera necesario, para salvar el fronterizo: le daríamos el oro que nos queda.
Pues, no aspiramos a ser felices, a vivir con dignidad y a disfrutar de nuestra existencia. Porque no tenemos conciencia de la realidad, no tenemos plena certeza del territorio que habitamos. Quizá, tampoco alcanzamos a entender: ¿por qué vivimos en sociedad? Todo ello, tal vez, como consecuencia de nuestra deshonrosa colonización.

Así las cosas, aunque no cueste creer, de a poco hemos construido un Estado. De pronto con debilidades, pero ahí vamos. Hemos pactado una nación, que debe gozar de toda nuestra atención e interés. Y la cual, le hemos llamado honrosamente: República de Colombia. Sí, como lo escribí, así se llama y… ¡Existe!

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Redacción Minuto30

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