El anunciado paro nacional convocado por quienes quieren desestabilizar al país tiene con los pelos de punta a gran parte de la ciudadanía demócrata que no entiende las razones, casi todas mentirosas, para protestar por algo inexistente.

La desazón tiene el respaldo de lo sucedido en Ecuador y lo que viene aconteciendo en Chile, uno los países que se ha mantenido como referente durante los últimos años en Latinoamérica, en donde la violencia de los manifestantes ha trascendido a la mayor muestra de estupidez al destruir lo que con esfuerzo de toda una nación ha sido su medio de transporte más eficaz.

Incendiar estaciones y trenes es, sin lugar a dudas, el peor comportamiento de una masa instigada por el odio hacia el género humano y el motivo disparador fue que les subieron el costo del pasaje en un porcentaje ínfimo. Se pegaron de esta nimiedad para encender y atizar un descontento que bien puede tener raíces que no conocemos, pero que en ningún momento puede degenerar en esas acciones destructivas que antes que nada originan un trauma nacional a la movilidad de la capital y al transporte de trabajadores, estudiantes y en general de la ciudadanía.

En Colombia han aparecido unos videos amenazando los sistemas de transporte masivo y se han referido al Metro de Medellín como uno de sus objetivos, de hecho ya se sorprendió a un facineroso rayándolo incitando al paro; esto ha motivado la aparición de audios y otros videos en donde hablan de conformaciones de grupos de autodefensa para proteger tanto el Metro como los demás medios de transporte público y a su vez incitando a los dueños de establecimientos comerciales a buscar la forma para defenderse de los vándalos que siempre dicen los organizadores de estas protestas, se infiltran para originar esos desmanes.

Estos grupos, dicen quienes hablan en esos audios, son conformados por integrantes retirados de la fuerza pública que se pondrán al lado de las autoridades y supuestamente apoyarlos en las medidas de contención de los desmanes vandálicos.

En resumen se originó un ambiente de confrontación hacia los que quieren el desorden y aquellos que pretenden conservar intacto lo que la sociedad ha construido con durante años con esfuerzo y dedicación.
Todo esto da como resultado que el pánico se apodere de la población que no entiende las razones de las protestas, pero que tampoco tiene el deseo ni la intención de enfrentarse a esas hordas de bárbaros revoltosos que nada tiene que perder puesto que las autoridades se ven constreñidas por unas normas garantistas que impiden como debe ser, la protección de sus vidas y el patrimonio público. En ocasiones se entiende esta situación como la pelea de un tigre contra un burro amarrado. Claro que aquí se comportan como burros los manifestantes que enloquecidos se dedican a destruir lo que se les ponga por delante.

Para ese día el país ha suspendido gran parte de su actividad. Aplazan citas médicas, de negocios, juntas directivas, apertura de comercios y en fin la gente pospone o adelanta sus acciones y compromisos para evitar cualquier situación que ponga en riesgo su integridad. Si eso es lo que querían lo están consiguiendo y lo peor es que el terror se impuso sobre la ecuanimidad que debe mantener una sociedad en su diario trajín.

El gobierno nacional está en la obligación de garantizar el orden y la tranquilidad ciudadana y el mensaje debe ser claro y contundente en cuanto a las acciones preventivas y coercitivas para impedir que ese paro ilegítimo por que se convoca con razones inventadas, no altere el normal comportamiento de la ciudadanía respetuosa del orden y la democracia. No es razonable que por medios masivos de comunicación informal se lancen amenazas en contra de sistemas de transporte y a su vez salgan otros con advertencias igual de violentas para disuadir a los primeros.

El caos que esto origina en la mente del ciudadano de a pie es el caldo de cultivo para conseguir la desestabilización de la nación. Nada de raro es que quienes hacen los audios y videos a favor y en contra del vandalismo sean los mismos protagonistas. El deseo es que no caigamos en la trampa y que las autoridades actúen con toda la sapiencia y contundencia para que ese día y los que siguen, transcurran en calma y de manera fluida para que la democracia continúe reinando en el país con mayor tradición democrática de Latinoamérica.

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Redacción Minuto30

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