Hace un par de semanas, una noche dedicado a la escritura, vino a mi memoria el ya difunto cantante puertorriqueño, Julio César Rojas López, más conocido como “Tito Rojas”, lo imaginé cantando uno de los temas que tanta fama le dio, “señora de madrugada”. De inmediato busqué la canción en internet y la escuché varias veces… “Señora de madrugada, qué buen empleo, cobró por usar mi almohada y… fue un recreo. Señora de madrugada, qué gran estafa, mordí muy bien su carnada y… qué bien trabaja. Y sigue siendo señora frente a la gente, no importa si se enamora de algún buen cliente. Y sigue siendo señora fiel a la cita, y su cara la decora siendo bonita”. Lo cierto es que del tema pueden decirse muchas cosas y, las discusiones nunca acabarían, esto porque algunos encuentran formas de justificar que una mujer venda su cuerpo, mientras otros aseguran que se deben buscar diferentes alternativas laborales antes de entregarse a la prostitución. De mi parte, sigo leyendo y escuchando argumentos, lo que sí puedo hacer, al momento, es recomendar el libro, “una mujer de cuatro en conducta” del escritor, Jaime Sanín Echeverri, nacido en Rionegro Antioquia.

Mi interés por el tema radica en que meses atrás vengo escribiendo una crónica, que tal vez nadie leerá porque no pienso publicarla, acerca de la prostitución en Medellín, especialmente la prostitución ejercida en el parque Lleras.

Desde joven entendí la prostitución como la forma de alquilar un cuerpo para que el hombre eyacule, lo cierto es que otrora se hablaba de prostitutas, no de prostitutos, pero, es claro que la prostitución hoy tiene varios rostros, es decir, las modalidades y los gustos han variado enormemente. De todos es sabido que en tiempos postmodernos el placer se compra de diferentes maneras, practicando masajes, a través de webcam, en bares Swinger, en planes turísticos y otros mercados más; obvio que existen modos y variedades que antes no existían, pero, sigue siendo prostitución.

Hace pocos días, al alcalde de la ciudad se le ocurrió la maravillosa idea de encerrar el parque Lleras para evitar que las, “supuestas”, prostitutas pudieran ingresar, no creo que esa sea la solución, más que encerrar se debe educar.

Dicen algunos informes que alrededor de doscientas cincuenta mujeres deambulan por estos lugares y, debido al cerramiento se están desplazando hacia el parque del Poblado y el sector de Provenza. El mercado sexual no se acabó, se trasladó a otros lugares.

La idea en este artículo no es enumerar los excesos de lo que allí ocurre, como venta de drogas y prostitución, sino llamar la atención sobre la forma como nos están viendo en el exterior, es insólito que una ciudad pujante como la nuestra y con gente tan maravillosa, sea señalada, incluso en guías turísticas, como uno de los prostíbulos más famosos del mundo.

Seguí leyendo y encontré artículos donde aseguran que Medellín es uno de los prostíbulos más apetecidos por los extranjeros, esto debido a los paquetes lujuriosos tan completos que les ofrecen como sexo, drogas, virginidades y hasta menores de edad. No puedo negar que al leer semejantes escritos me indigné y sentí una rabia menudita al enterarme de tan bajos calificativos.

Nací en Medellín, vivo en Medellín y moriré en Medellín, me duele la ciudad y siento un enojo horrible cuando unos tipos mal vestidos, al mejor estilo de la colonia, quieren conquistar nuestras mujeres con cualquier billete raro. Señores extranjeros, ¡la ciudad se respeta!, a ustedes no les gustaría que nosotros fuéramos a pisotear la dignidad de sus mujeres. ¡Respeten! Lo más triste es que algunas mujeres se descrestan cuando un tipo hablando raro y, todo descachalandrado las empieza a seducir. Quiero ser claro, no todos los extranjeros que cruzan la ciudad en pantalón corto (shorts) y sandalias, traen mañas o deseos sexuales, sé que también nos visitan turistas muy respetables, siempre serán bienvenidos. Reitero, aquellos que vienen con instintos lujuriosos y carnales deberían desocupar la ciudad de una vez por todas. De mi parte estoy de acuerdo en que cada uno es libre de hacer lo que quiera siempre y cuando no afecte ni lastime a nadie, pero, hacerle daño a una ciudad como la nuestra es algo infame. Qué paradoja, otrora teníamos el estigma de ser traficantes de coca, hoy, el de ser prostitutos y prostitutas, que triste realidad.

Sigo pensando…, qué estupidez más grande haber querido crecer y tener barba, la verdad cada día entiendo menos esta sociedad mercantilista, lujuriosa y acelerada. Apagué el computador y empecé a pensar sobre la prostitución en otros tiempos, no sólo como se concebía en la sociedad mojigata y conservadora, sino en la magia con que fue descrita en los clásicos de la literatura universal. Hasta la palabra “amor” tiene otra connotación, sí, en no pocos círculos sociales cuando hablan del amor todo queda reducido a la genitalidad, de ahí que yo me pregunte, ¿cómo le meten los sentimientos al corazón si el corazón no es un órgano genital? No niego que siempre asocié la prostitución con la pobreza y pensaba que muchas mujeres llegaban allí por falta de recursos, hoy tengo más claridad de algunas ideas, saber que algunas llegan a la prostitución no por necesidad sino por gusto o por usanza, entendí que la webcam se está volviendo una moda, una moda muy rentable, para algunas mujeres y hombres, muy mermaditos, que disfrutan su oficio. Sea como sea, Medellín no es un prostíbulo, la ciudad se respeta.

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Redacción Minuto30

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