Medellín necesita autoridad

Cuando uno recorre nuestra ciudad y visita tanto el centro como la periferia llega a la conclusión que lo que aquí existe son dos realidades de Medellín.

Juan Carlos Vélez Uribe acompañado de Alvaro Uribe Vélez

Viene a la memoria la ėpoca de aquella Colombia de los 90’s y de los primeros años de este siglo en la cual había presencia de la institucionalidad en el centro, y la periferia era gobernada por los ilegales, entiéndase paramilitares o guerrilleros.

Parece que en Medellín hoy estuviese sucediendo lo mismo, donde la presencia de la autoridad cada vez es menor y el control de la ciudad por parte del hampa y la ilegalidad crece a pasos agigantados.

La ciudad viene demandando políticas públicas que no solamente se limiten a la construcción de obras de infraestructura, sino que el Estado, tal como nuestra sociedad lo ha definido, llegue con su presencia y su autoridad hasta los sitios más recónditos.

Es constante la queja de la ciudadanía, no solamente la que vive en los barrios periféricos, sino también aquella que habita el Centro de la ciudad o barrios como Belén, El Poblado, La América o Castilla, que sienten que la presencia de la autoridad es nula.

Miremos algunos casos:

En varios barrios de la ciudad es frecuente encontrar a los motociclistas sin el uso del casco, los semáforos ni los respetan, y como ocurre en Manrique, las motos circulan tranquilamente por la vía del Metroplus, a pesar de estar prohibido.

La venta de drogas ilícitas se realiza a la vista de todos en el Centro de la ciudad, y ni que decir del consumo de estupefacientes que se hace durante el día en sitios tan ‘públicos’ como el Parque de Bolívar o el Parque de San Antonio.

Los venteros ambulantes que en otras grandes ciudades del país se han logrado organizar, aquí no parece que se esté pensando en hacerlo.

Las ‘falsas’ viviendas de interés prioritario -VIP- siguen, según algunos, presentándose en la ciudad.

La extorsión se ha generalizado por todas partes, llegando incluso a presentarse en el 100% del comercio del Centro de Medellín.

El transporte público ya no aguanta mas vacunas, pues según me lo decía un importante transportador de la ciudad, los 3.700 buses que circulan por esta pagan cada uno cerca de un millón de pesos al mes.

Hay lugares en Medellín en los cuales a la Fuerza Pública le está quedando difícil hacer presencia debido al control que de algunos barrios han logrado los combos. Las ‘fronteras invisibles’ se hacen cada vez más visibles.

El transporte informal viene creciendo, ya que ha sido muy difícil controlarlo, en razón a que este se ha convertido en una fuente de ingresos para las mafias de la ciudad.

La distribución de productos de primera necesidad en varias tiendas de algunas comunas por parte de grupos armados crece a pasos agigantados.

La venta de licor adulterado ha venido aumentando en la ciudad.

La reventa de boletas en el Estadio se ha vuelto un negocio también de grupos al margen de la ley.

La ‘alborada’ del 1 de diciembre parece que se hubiera tratado de una advertencia a las autoridades.

Los fleteros ya van llegando a la desfachatez de merodear los vehículos en los tacos de tránsito, como si fueran hienas acechando a sus presas.

El hurto de celulares ha llegado a niveles de mas de 400 al día, todo porque no hay un efectivo control a las ventas de estos aparatos robados.

La prostitución infantil se ejerce en el centro de Medellín a la vista de todos.

En fin, la lista de situaciones anómalas que se presentan en Medellín todos los días es muchísimo más larga. Pero la realidad constante en la ciudad es que parece que se estaría presentando un relajamiento de la autoridad y la falta del eficaz ejercicio de esta es la que ha ido conduciendo a que poco a poco la ciudad vaya acercándose al abismo.

Para que una sociedad pueda vivir en paz, con tranquilidad y prosperar, requiere de una autoridad que ayude a orientarla, tal como lo deben hacer los padres con sus hijos; educarlos con autoridad para hacer de ellos unos buenos ciudadanos.