La historia colombiana ha tenido una tendencia a destinar el poder político, a unas pocas familias, apellidos que generación en generación, viven repitiéndose y que constituyen una cadena que pareciera no tener fin.

Como consecuencia de una cultura donde por el mismo sistema, es inviable darles espacio a nuevos líderes, vivimos entre los llamados delfines, la mayoría de esta especie política ha concluido con la decepción a su apellido y a la reivindicación de los parásitos que viven a costas del Estado.

Gabriel Santos Garcia hijo del ex vicepresidente Francisco Santos, anuncia a sus 27 años, su candidatura oficial para Cámara de Representantes por Bogotá, y aunque la primer palabra que se viene a la cabeza al leer esa noticia es delfín, éste personaje es mucho más que una etiqueta, mucho más que un apellido.

Gabriel, más que representar la continuidad de una herencia política, es un líder, una persona con profundo amor por su país y más importante pasión por el servicio público en beneficio de la gente. Para quienes lo conocemos, podemos dar fe de la humildad que profesa y su entereza e integridad como ser humano, que además viene a dar la pelea con ideas.

Por sus valores, principios y dedicación es la excepción a la regla en el mundo de los “delfines”, uno que contrario a lo que parezca, el peso de su apellido ha eclipsado su esfuerzo y trabajo. Antes de saltar a conclusiones por su procedencia, deberíamos darnos la oportunidad de escuchar lo que tiene para decirnos alguien que decidió dedicarse al servicio público, en uno de los momentos más críticos del país, alguien que viene con ideas frescas y con argumentos, sobretodo, alguien que está dispuesto a escuchar y a construir, en una era donde la mayoría de las personas solo están pensando en juzgar porque sí y oponerse a todo sin proponer nada.

Las generalizaciones son odiosas y en este caso las etiquetas no reflejan la realidad, ni definen la humanidad de una persona que quiere trabajar por el país que tanto ama, jamás pensé escribir sobre los “delfines”, hasta que conocí a Gabriel Santos y entendí que él era la excepción a la regla de ese estigma prejuicioso.

Porque quiero lo mejor para Colombia y creo en la necesidad de un liderazgo consciente de las realidades sociales, celebro esa candidatura, ya es hora de recuperar la honorabilidad de las instituciones del Estado, con personas que estén preocupadas por construir y trabajar más allá de intereses individuales.

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Redacción Minuto30

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