Con respeto y buenos modales acostumbro aclarar a mis estudiantes y contertulios que puedo ser manso, pero no menso. Esa misma claridad, la quiero dejar sobre estas líneas, en las que me referiré a dos graves enfermedades que padece nuestro país, la violencia y la corrupción. Para nadie es un secreto que Colombia anda mal, yo diría ¡muy mal!, y, no porque sea pesimista, sino porque en tantos años de vida no había sentido un clima político tan asqueroso, vulgar y nauseabundo, tanto en lo nacional como en lo local.

Cuando el río suena, piedras lleva”, este dicho popular suena propicio cuando por todos lados se escuchan voces a favor y en contra de políticas públicas y de políticos que, al parecer, no están haciendo las cosas como se debe. No se trata de hacer juicios, no es mi estilo, solo pretendo desnudar una realidad que me produce incertidumbre y muchos miedos.

En lo local, quiero referirme a los escandalosos ruidos o disputas que hace varias semanas se vienen generando alrededor de las Empresas Públicas de Medellín (EPM), una bulla nada favorable para la ciudad y que considero nos debe preocupar a todos. No podemos olvidar que empezando el siglo XXI, la empresa pública más sólida que teníamos los antioqueños se empezó a enfermar, su principal síntoma era la politiquería, la misma que con el paso del tiempo hizo metástasis y desembocó en una muy disimulada corrupción.

Otrora, ese fue el escenario propicio para discutir la venta de la telefonía de EPM a la empresa Millicom International Cellular S.A. de la cual se engendró un adefesio llamado UNE.  Recuerdo que en aquel entonces, unos concejales que ya no están, y otros que aún siguen en el recinto, nos vendieron la idea de ser impolutos, incorruptibles y defensores de la ciudad y… ya todos saben lo que pasó. ¡Manso, pero no menso!

Reitero, nada más ensordecedor que el silencio de los concejales elegidos para defender lo público, pareciera como si hubiesen desaparecido del escenario político. Como usuario obligado, tengo muy claro que todos los sobrecostos debido a malas decisiones políticas y administrativas, los pagaré con dinero que salga de mi bolsillo, como debo pagar también los onerosos honorarios y atenciones que le hacen a la junta directiva, que no trabaja Ad honorem.

Ahora, da rabia ver que hoy salen un montón de súper héroes, de salvadores, a decir que las cosas no son así, que deben ser de otra manera, yo me pregunto, ¿por qué cuándo fueron congresistas, alcaldes, diputados o concejales no hicieron lo que debían haber hecho y vienen a criticar hoy a quienes gobiernan? ¡Que quede claro!, no defiendo ni pretendo atacar a nadie, solo decir que me duele la ciudad, que triste todo esto.

En lo nacional, no menos grave es la violencia que retumba de nuevo en el país, una violencia que el gobierno central quiere tapar con mentiras y eufemismos, según el periódico El Colombiano de agosto 24 de 2020, el presidente de Colombia afirmó: “hablemos del nombre preciso: ‘homicidios colectivos’ y…” Una violencia tan marcada no puede convertirse en un asunto semántico, los muertos no pueden ser sólo cifras, y, aunque la categoría masacre no aparece como término jurídico en instrumentos del Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIDH), tampoco en el Derecho Internacional Humanitario (DIH), y menos aún, aparece tipificada en el Código Penal colombiano, no se puede desconocer que según la ONU, se habla de un homicidio, doble homicidio, triple homicidio y, de ahí en adelante de masacre, no existe el cuádruple homicidio ni los homicidios múltiples. Lo que no debería existir son los asesinatos.

La idea no es caer en una discusión insulsa por el número de muertos, sino decir que me duele que maten jóvenes sin razón alguna y, lo digo porque sé el dolor que produce una muerte de esa forma, en mi familia lo vivimos en la violencia del año ochenta y nueve.

Por favor, no más discusiones sin sentido, no más muertes violentas, no cabe en mi cabeza que nos matemos entre nosotros mismos, ¿dónde está la tolerancia? No puedo negar que siento una angustia tenaz y, que en ocasiones, me dan ganas de llorar al ver como Colombia se desangra mientras otros se la roban, es injusto que en vez de avanzar y crecer juntos caigamos en discusiones sin sentido entre buenos y malos.

Las redes sociales pensadas para acercarnos, cada vez nos distancian salpicándonos de odio y más odio.  ¡Manso, pero no menso!

Pd: “Estoy convencido que la naturaleza ha dotado también a naciones y ciudades de cierto amor propio comunitario, como lo ha hecho con cada uno de los mortales”.  Erasmo de Rotterdam. Elogio de la locura. Numeral 43 página 67

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Redacción Minuto30

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