Antonio José Sucre, héroe de la batalla de Ayacucho y predilecto para sucesor de Bolívar fue ultimado en una emboscada en Pasto en su viaje hacia Quito en el que seguramente sería designado presidente de Colombia, Sucre fue el primer candidato presidencial en Colombia acribillado por las elites para lograr sus objetivos.

La mediocridad, la lambonería y la traición son fácilmente las características de la élite colombiana, que por el contrario a una elite progresista ha transcurrido en la historia sin mayores avances y convencida de utilizar cualquier medio posible para mantener un status quo que destruye la riqueza en vez de crearla y que presume de su ignorancia como baluarte democrático.

Esas elites mediocres incapaces de lograr el gobierno convenciendo a las mayorías han optado por atemorizarlas, la muerte de lideres sociales y candidatos presidenciales en Colombia ha hecho carrera sobre todo porque envía un mensaje muy poderoso: cualquiera que se atreva a buscar el cambio del establecimiento esta condenado a muerte.

La historia de Colombia nunca ha ocurrido como comedia, es una tragedia circular protagonizada por unas elites capaces de destruir todo con tal de no perder su protagonismo en la administración de lo público, mataron a Rafael Uribe Uribe condenando al país a la oscuridad conservadora. Mataron a Gaitán y el país se sumergió en la terrible violencia que cerró el sistema político sin dejar más opción a los diferentes que la resistencia, la insurgencia o el exilio.

La última década del siglo XX estuvo precedida del acribillamiento de varios candidatos que proponían una esperanza para superar el cansancio, una oportunidad ante el cierre del sistema político que apagaron a balazos, sumado al genocidio de un partido político completo y la muerte de cuanto opositor. Degenerando en el periodo de gobierno del pacificador rentista de todas las desgracias del país.

En 2021 las juventudes y los movimientos sociales atiborraron las calles de dignidad en resistencia a un gobierno que es la prueba fehaciente de que las elites colombianas siempre pueden superarse imponiendo tontos en el gobierno y el régimen respondió con la misma fuerza acribillando la esperanza.

La violencia es el resultado del agotamiento de los argumentos, muy acostumbrados estamos en Colombia a que se utilice la fuerza como argumento, no para convencer sino para atemorizar y vencer. Una vez más la inminente derrota de estas elites pone en evidencia la maldición que la muerte de Sucre ha irradiado sobre la política en Colombia, la de acribillar al opositor que me puede derrotar, la que ha estabilizado a la “democracia mas antigua del continente” una vez más nos amenazas con la muerte.

La esperanza que hoy sentimos, la que nos hacen sentir los millones de jóvenes que se tomaron las calles el año pasado tiene que ser a prueba de balas, tendrá que ser la vida la que derrote al miedo, para romper la maldición que las elites han impuesto a nuestra historia.

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Redacción Minuto30

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