El grupo de investigadores realizó entrevistas a varios docentes de preescolar y primero de Bello, Itagüí y Medellín. Foto: Gokhan Okur.

Investigadores de la Alma Máter indagaron por las percepciones de los maestros del Valle de Aburrá sobre el castigo en sus aulas. El libro Maestro y castigo escolar, publicado por la Editorial Universidad de Antioquia, recoge las interesantes miradas sobre el tema.

El grupo de investigadores realizó entrevistas a varios docentes de preescolar y primero de Bello, Itagüí y Medellín. Foto: Gokhan Okur.

El grupo de investigadores realizó entrevistas a varios docentes de preescolar y primero de Bello, Itagüí y Medellín. Foto: Gokhan Okur.

La voz rígida del maestro dice: ¡No sales a descanso! ¡Párate junto al tablero! ¡Cámbiate de puesto! ¡Entrégame ese juguete!, ¡firma la ficha de comportamiento!, ¡voy a llamar al coordinador de disciplina!

 

Este recuento de frases, familiares para muchos, podría incluso evocar el dolor de los golpes propinados por sus maestros.

¿Qué idea del castigo tienen los maestros de hoy? ¿Para qué y por qué se castiga hoy a los niños? Estas son dos de las preguntas que plantea el libro Maestro y castigo escolar, publicado por la Editorial Universidad de Antioquia y resultado de la investigación Concepciones sobre castigo en maestros y maestras de educación prescolar y primaria de algunos establecimientos educativos públicos y privados del Valle de Aburrá. La hizo el grupo de investigación Conversaciones entre pedagogía y psicoanálisis, de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia.

“Los maestros son los destinatarios de este libro. Creo que les servirá para entender que no son los únicos que viven la complejidad de la educación. Cuando Kant y Freud dijeron que la educación es una de las cosas más difíciles que se le cernía al hombre, no estaban equivocados”, explicó Michael Parada Bello, uno de los autores y estudiante de Licenciatura en Educación Básica con Énfasis en Humanidades.

El grupo de investigadores realizó entrevistas a varios docentes de Bello, Itagüí y Medellín. Estos relataron sus experiencias, acciones y frustraciones al momento de enfrentarse a sus alumnos. Una de ellas, por ejemplo, relata cómo uno de sus pequeñós empezó a darle patadas a sus compañeritos. “Yo estaba que lloraba”, relató la profesora. Sin otra posibilidad para controlarlo, acudió a una de sus compañeras. Ésta lo llevó al baño y le echó agua. “El niño después me pidió disculpas y dijo que se iba a manejar bien”.

Así que los testimonios que sirvieron para tejer los 10 capítulos del libro, no se limitan por el deber ser, tampoco se camuflan en radicalismos conceptuales. “El punto de partida de esta investigación es la voz del profesor”, explicó el docente de la Facultad de Educación, Marlon Yezid Cortés. Ese es una de las novedades de la publicación, pues aunque el estado del arte del castigo escolar no es amplio, en éste han tenido mayor registro las historias de los castigados.

La otra virtud de la publicación es que la mirada sobrepasa lo pedagógico para transitar también por las fronteras del psicoanálisis. Y es que en el deber ser, en la Ley de Infancia y Adolescencia y en los Manuales de Convivencia de las instituciones educativas, la expresión “sanción” desplazó el término “castigo”. Sin embargo, en esa convivencia diaria entre maestro y alumno, éste sigue vigente.

El libro Maestro y castigo escolar fue publicado por la Editorial Universidad de Antioquia

El libro Maestro y castigo escolar fue publicado por la Editorial Universidad de Antioquia

El castigo hoy tiene, según María Paulina Mejía, docente de la Facultad de Educación, tres rostros. Uno referente al contacto corporal alumno y maestro: empujar, coger, gritar, mirar mal como resultado de la desesperación ante una orden no acatada. Otro modelo tiene que ver con privar a los niños de objetos o personas apreciads por ellos. Y, finalmente, los castigos que afectan su ser: ignorarlo, evitar expresiones de afecto hacia él, hacerlo sentir culpable.

“No existe el golpe, pero persiste la lógica en la cual el niño desobedece y el maestro tiene que propinarle un malestar”, señaló Cortés.

Las fórmulas jurídicas actuales hablan de “sanciones” y protegen a los niños de aquellos castigos terribles a los que fueron sometidas las generaciones anteriores. Sin embargo, advierten los investigadores, esas sanciones se construyeron con la premisa del “para todos” y dejan de lado las subjetividades tanto del maestro como del alumno.

“No con todo niño funciona el mismo castigo”, explicó Parada. Por eso el libro se pregunta por los sentimientos de impotencia de los docentes, por la rabia y la ternura, por cómo fueron castigados y qué relación tiene ese caldo de emociones en su papel de corrector en el aula.

“Asistimos a un modelo de educación en el cual el niño es masificado, porque es obligado a adquirir competencias, sin tener en cuenta su historia personal, sus expectativas, manera de ser y contexto social”, advierte el psicoanalista Héctor Gallo en el prólogo del libro.

¿Pero es necesario castigar? Libre del estigma que ha adquirido esa expresión en el sistema educativo, según Cortés, hay dos dimensiones para considerar. “Hay castigos que tienen que ver con que algo del maestro se impone y le hace daño al niño. Otra cosa es cuando el castigo está en la lógica del ingreso a la vida social, pero eso no significa borrarlo”.

Ese, tal vez, es un límite claro que se esboza en el libro. “Uno de los resultados es que reconocemos que el castigo es necesario, pero hay una línea muy delgada entre el castigo con intenciones pedagógicas y el castigo que se convierte en maltrato”, dijo Parada. Gallo advierte que esta publicación demuestra que el furor de castigar se mantiene y la aspiración a producir dolor no cesa de imprimir su marca.

Pero, libre de ser un señalamiento, el libro, en su conjunto, hace un bello llamado que el prologuista refrenda: “el profesor inolvidable nunca es el más idóneo en la materia, sino aquel que gracias a su compromiso ético con su elección como educador, logra transmitir en el niño pasión por saber y un deseo que lo hace sentir único”.

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