En condiciones normales cualquier persona aspira a ser mejor profesional, tener mejores condiciones económicas, que se expanda su negocio y tener más clientes, conseguir aliados, tener mejores amigos, ser mejor hijo, padre, hermano o esposo, ser mejor empleado, estresarse menos, ser más alegre y en general, vivir mejor. Es probable que en esta tarea se cometan errores, lo cual es humano en cualquier objetivo que se emprenda, pero también debe tenerse claro hasta dónde se va a llegar, lo que no implica que las personas nos cansemos de ser más alegres o ser mejores en todo sentido, porque tener objetivos ilimitados y desbordados es el otro extremo, que por ser tal, es nocivo y en ocasiones hace desaparecer lo bueno que se ha hecho.

Cuando los seres humanos le apuestan a cambiar y a ser mejores en muchos sentidos, eso implica tener relaciones, contactos y cercanías con otras personas, que también resultan beneficiadas o sencillamente se crean unas determinadas expectativas en torno a la conducta y a los éxitos conseguidos de quien le ha apostado a cambiar aspectos de su vida para mejorarlos, y es también aquí donde se generan conflictos que conducen a desavenencias y confrontaciones entre las personas, porque muchos no entienden que todo en la vida tiene un límite, bien sea porque las cosas no dan para más o porque alguien decide no continuar ascendiendo en el objetivo que se propuso.

Lo hasta aquí descrito también ocurre con conglomerados, empresas, equipos de fútbol, de baloncesto, de ciclismo. Ha sido común que en el medio deportivo cuando un deportista comienza su carrera de manera ascendente y brillante, descollando en lo que hace, reciba aplausos por doquier y alabanzas y comentarios a su favor, mientras no se enferme o tenga una mala temporada o no gane un título, porque ahí deja de ser el admirado y aplaudido y se vuelve la comidilla de casi todo el mundo. A Nairo Quintana lo han despedazado periodistas y aficionados, también a futbolistas.

En Europa está actualmente sucediendo algo a lo que estamos mencionando. Todos sabemos que los mejores equipos de fútbol están en este continente: el Real Madrid, el Barcelona, el Bayern Munich, el Paris Saint Germain, etc., que sus dueños han invertido fortunas consiguiendo a los mejores jugadores y que todos estos equipos han ganado hasta el cansancio títulos en sus respetivos países, en el continente y por fuera de él y han acostumbrado a sus seguidores a que siempre son ganadores y es ahí donde radica el problema, porque tanto dueños como afición no admiten nada que no sea triunfo, olvidando que quienes tantos triunfos, dinero y alegrías les han dispensado son personas de carne y hueso que se cansan, se entristecen, tienen problemas con sus familias o de otra índole y tienen fecha de vencimiento en lo deportivo.

Todos estos equipos están en este momento por una mala racha y la crítica y los aficionados son implacables ante ello, solo quieren que los equipos ganen. Pero también pasa en nuestro vecindario, una selección de fútbol que nunca ha clasificado a un mundial, lo hace una vez, una segunda y a la tercera ya le exigen estar en los cuatro primeros lugares, cuando no ser campeón del mundo, y si ha sido campeón, ni se diga, debe ganarse el mundial cada cierto tiempo. Lo decía hace poco el ex seleccionador de Argentina, Jorge Sampaoli, a propósito de Rusia 2018: “En Argentina hay mucha locura, si no ganás, sos un perdedor….. La mochila que tenía este grupo estaba muy pesada, un trabajo muy duro porque solo había una opción: ser campeones del mundo” Hay clubes, como acontece con uno colombiano, que técnico que llegue y no se gane la Copa Libertadores, no tiene qué hacer en el equipo y es despedido.

En fin, todo ello ha dado para que un reconocido experto hable de un exitismo exacerbado en el que no caben sino la gloria y el triunfo, porque ante el fracaso, según él, se pasa al canibalismo.

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Redacción Minuto30

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