La semana pasada un periódico que tildan de sensacionalista en el Reino Unido y en toda Europa, The Sun, yo lo llamaría irrespetuoso e inescrupuloso, publicó una noticia deportiva con relación al jugador colombiano, James Rodríguez, cuyo título traducido al castellano, es: “Ja ja James: Bayern Múnich cerca de cerrar contrato permanente con James Rodríguez después de un año de préstamo”. Hasta donde se sabe el futbolista no se ha pronunciado, pero ha hecho bien en no hacerlo, aun cuando tiene el derecho a pedir que le respeten su dignidad, el que sale mal librado es el periódico por ser tan ruin y llegar tan bajo para referirse a un ser humano y dar a conocer un dato que a cualquier medio informativo interesa, porque se trata de uno de los jugadores más cotizados del mundo, no tenía que presentar la información de esa manera para llamar la atención, el hecho de ser James, por sí solo, la hubiera llamado.

Y es que es un buen pretexto para hablar de un tema que en nuestro medio se volvió de una cotidianidad asombrosa. Para muchos se ha vuelto normal dirigirse o referirse a alguien por un apodo o un defecto físico que posee, debe aclararse que en algunas familias o grupos de amigos se manejan algunos apelativos distintos al nombre, que sin ser un apodo o tener relación con un defecto de la persona, se corresponden con un trato cariñoso o afectuoso, pero en todo caso dispensado por quienes son cercanos a esa persona y ni siquiera en este caso le es permitido a quien no tiene la confianza de tratar a su congénere de esa cariñosa manera; qué decir entonces de llamar o identificar a otro por un nombre que no sea el suyo propio.

Esta, sin lugar a dudas, es una manera de violentar e irrespetar a los demás, y, se ha visto, el origen de conflictos, en ocasiones, de carácter violento que aparejan nefastas consecuencias. Que es falta de tolerancia del ofendido dice quien agrede de esa manera. Los rasgos de civilidad de una sociedad son muchos, pero uno de ellos que cabe destacar es la manera respetuosa y decorosa de tratar o referirnos a los demás.

En el medio periodístico colombiano también hay quienes se comportan como el periódico británico, el periodista Daniel Samper Ospina, columnista de la revista Semana, ha hecho de la burla de los defectos físicos de los demás la principal materia prima de su trabajo, no solo son sus columnas sarcásticas en contra de los actores políticos de este país, que podrían estar dentro de lo tolerable, sino que no ahorra esfuerzo para burlarse de las imperfecciones físicas o mentales de estos mismos personajes.

Decir que no se tiene intención de ofender cuando es eso lo que se hace o que es humor, cuando ni esto justifica la burla sobre la condición física de una persona, o anteponer la libertad de prensa con idéntica finalidad, no son argumentos admisibles, cualquier actividad por libre que parezca está reglada, tiene límites legales, éticos y morales que no deben traspasarse, de suceder, están para ello las condignas sanciones de tipo legal y social, y se ha visto que esta última es más eficaz para detener o sancionar los exabruptos de los gobernantes, pero también de otros quienes como algunos periodistas se valen de la mezquindad de reírse de las deficiencias físicas de otros con el fin que sea.

Estas conductas deben tener condena social, de lo contrario se seguirá justificando lo injustificable y continuarán muy campantes quienes tienen por oficio burlarse y rebajar a los demás.

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Redacción Minuto30

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