He vuelto a leer Memorias de Adriano. Es como un delicioso crucero que se hace de nuevo para saludar a un mundo que ya se conocía. Y lo que se encuentra (en ese crucero), es un mundo renovado, más  hermoso, como si fuese hecho de nuevo; una versión mejorada, más transformadora, más bella y más humana que la anterior.

¡Qué océano maravilloso es este libro! ¡Duele tanto que a los colombianos no les guste navegar! Aparte de decenas de temas bellamente tratados por Marguerite Yourcenar, su autora, en esta novela (que relata en primera persona la vida y muerte del emperador romano Adriano), encontramos el tema de los libros y los escritores, bellamente esbozado.

De entrada, esta frase absolutamente reveladora, cierta y feliz:

«El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros”.

Y después dice, en boca de Adriano:

“Pero los escritores mienten, aun los más sinceros. Los menos hábiles, carentes de palabras y frases capaces de encerrarla, retienen una imagen pobre y chata de la vida; algunos, como Lucano, la cargan y abruman con una dignidad que no posee. Otros como Petronio, la aligeran, la convierten en una pelota hueca que rebota, fácil de recibir y lanzar en un universo sin peso. Los poetas nos transportan a un mundo más vasto o más hermoso, más ardiente o más dulce que el que nos ha sido dado, diferente a él y casi inhabitable en la práctica. Los filósofos hacen sufrir a la realidad casi las mismas transformaciones que el fuego o el mortero hacen sufrir a los cuerpos; en esos cristales o en esas cenizas nada parece subsistir de un ser o de un hecho tales como los conocimos. Los historiadores nos proponen sistemas demasiado completos del pasado, series de causas y efectos harto exactos y claros como para que hayan sido alguna vez verdaderas. Mucho me costaría vivir en un mundo sin libros, pero la realidad no está en ellos, puesto que no cabe entera”.

Si la realidad no cabe entera en los libros, entonces la realidad es un inmenso libro que la gente no está en disposición de leer y los escritores no acaban de reescribir. Así pues, el negarse a leer libros (y entre ellos, por supuesto, el gran libro de la realidad), es asunto de esclavitud, de dependencia y de tremenda pobreza, aun si se tiene bienes materiales.  ¡Duele tanto que a los colombianos no les guste leer!

Memorias de Adriano, es una magnífica novela; es más que una rigurosa evocación de la vida de un soberano al final de sus días, que además de ejercer su poder y agregar gloria al imperio romano, entre los años 117 y 138, demostró una gran humanidad al tener especial consideración con los esclavos y favorecer las artes.

En esta novela, Yourcenar reconstruye la biografía del emperador y el contexto histórico en el que surge y se desarrolla, pero también recrea un modo de ver el mundo y las formas en las que una mente como la de Adriano se relaciona con él; es decir, reconstruye una bien perfilada filosofía de la vida. Aunque la novela debe considerarse ejemplo clásico de la gran novela histórica, es imposible no considerar dentro de ella (como lo hace todo gran escritor) las reflexiones de la propia autora sobre la vida, la belleza, lectura y la escritura.

La confluencia del contexto histórico, la descripción de los sentimientos personales en los que el esclavo Antínoo es protagonista esencial, y el trabajo constante, de casi una vida, por “dominar” al personaje y hacerlo a su manera de ver el mundo, hacen de la novela una aventura deliciosa, y de la narradora, una creadora de vuelo universal, como ya es claramente reconocida. Adicional, el mérito al autor de Rayuela,  el escritor argentino Julio Cortázar, su traductor del francés al español, no es poco; pues es sabido que la traducción exige maestría, más allá del dominio de la lengua original y de la lengua a la cual se hace la traducción.

Una buena síntesis del libro serían las palabras de la autora, cuando ella misma señaló, en cierta ocasión: «He pasado una gran parte de mi vida tratando de definir y luego de describir a este hombre solo y, por otra parte, en relación con todo».

Una última cita, referida a los libros en su oficio feliz de generar libertad, me trajo a la memoria a  mi buen amigo el exgobernador Luis Pérez  Gutiérrez, gran lector, pero también gran líder, visionario como nadie y arquitecto de transformación social. La cita, dice: “En cuanto a mí, busqué más la libertad que el poder, y el poder tan solo porque en parte favorecía la libertad”.

Si a los colombianos se nos enseñara a leer, otro país (muy diferente al que tenemos) se estarían gozando nuestros hijos, nuestras madres, nuestros nietos; si nuestros gobernantes buscaran más la libertad que el poder (el poder tan solo como instrumento para favorecer la libertad), ¡qué bello país estaríamos construyendo!

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Redacción Minuto30

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