En Colombia, se ha hecho creer a muchos de nuestros conciudadanos, gente buena, trabajadora y honrada en un alto porcentaje, que el concepto de paz le pertenece a unos pocos; no a todos los colombianos. Este gobierno insiste en que la paz, como lo dice el artículo 22 de la Constitución Política de Colombia, es un deber y un derecho de todos los colombianos.

No le pertenece a un sector en particular. Nos pertenece a todos, y allí está soportada la Paz con Legalidad: en que la paz es para todos los colombianos. Algunos creen que es bandera de unos pocos, o mejor, de ellos. Y entre «ellos», están los «eleonólogos»: dícese de aquellos a quienes les encanta y tratan de estudiar al Eln.

Voy a caracterizar a quienes he denominado «eleonólogos». Algunos de ellos tienen claras y visibles  las siguientes características:

Primera: les gusta hablar de socialismo, de redistribución, de defensa de los pobres, pero tienen vida de ricos, visitan a Europa como cosa rutinaria, comen, visten y beben como magnates.

Segunda: no quiero generalizar y mucho menos estigmatizar, pero con frecuencia, a los «eleonólogos» les gusta el vestir desordenado pero, eso sí, con ropa de marca.

Tercera: les encanta ampararse en la academia para, en algunas ocasiones, o eso parece,  justificar las vías de hecho.

Cuarta: les place acercarse a los comisionados de paz, queriendo venderse como las personas que “tienen la llave” para iniciar un proceso de paz con el Eln, ¡de manera exitosa!

Quinta: les encanta posar de intelectualillos; tomar aspecto de intelectuales de relumbrón, para «sustentar” sus tesis.

Sexta: les seduce el hablar pasito, masticado, revesado. Se creen más importantes y necesarios, usando un lenguaje alambicado, incomprensible, y empleado a propósito para confundir.

Séptima: les encanta hablar de paz desde las centralidades, desde el norte de la capital, y desde el sur del Valle de Aburrá.

Octava: son felices hablando de paz desde sus amplias bibliotecas, pero no recorren el territorio colombiano; y cuando tienen alguna información, la pretenden generalizar o dar por cierta.

Novena: a los «eleonólogos» les gusta crear ONG, y entre más rimbombante y pintoresco sea el nombre que le asignen a esas organizaciones no gubernamentales, más les agrada para mostrar a la comunidad internacional.

Décima característica: algunos de ellos son felices cuando se les invita a foros y a coloquios, porque así gozarán de tribuna y de incautos para predicar «su verdad» y posar de «expertos» en asuntos de paz.

Décima primera: creyendo que tienen siempre la verdad, disfrutan criticando la política y a los políticos, todo el día, pero realizan ejercicios electorales entre la población, algunas veces, con éxito.

Décima segunda: les gusta la noche, les gusta el trasnocho, poco les gusta madrugar; el trabajo mañanero y las reuniones tempranas, no son para ellos.

Décima tercera: les gusta dárselas de sencillos, cuando por dentro tienen un espíritu de soberbia que no les cabe en el cuerpo; una suerte de «llenura intelectual», que los mantiene siempre a punto de trasbocar.

Ahora, veamos qué no les gusta:

Primero: no les gusta la defensa de la institucionalidad. Pará ellos, toda institucionalidad es mala, arcaica, se debe borrar de la estructura pública.

Segundo: le tienen fobia a la Fuerza Pública, desconociendo que son los guardianes del orden y la Constitución; para ellos, es la personificación del demonio.

Tercero: no soportan que les digan la verdad; son poco tolerables, odian que los contradigan, que los controviertan, que los enfrenten desde la argumentación.

Cuarto: no les gusta que se les diga que el Eln está dedicado al narcotráfico, y mucho menos que no presenta reivindicación alguna de carácter social.

Quinto: detestan a todo aquel que no comulgue con su narrativa, a quien no le haga la venia a sus discursos. Lo tildan, de manera rápida y virulenta, de facho o de derecha.

Esta caracterización, que podría ser más extensa por los amplios y claros rasgos de estos pintorescos “eleonólogos”, me lleva a pensar que sería muy bueno para la sociedad que los miembros activos de Eln, que se esconden detrás de este disfraz, salgan del clóset, y se muestren como corresponde. Sospecho que muchos están en esta circunstancia.

En fin, que esta rápida caracterización de tanto «eleonólogo», muchos de ellos amparados en la comodidad del clóset, me lleva a concluir que, definitivamente, necesitamos más gente construyendo paz y menos personajes disparándole desde la barrera.

Definitivamente, Colombia requiere ¡menos «eleonólogos», y más Paz con Legalidad!

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Redacción Minuto30

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