Así no sea ético para la sociedad, la ley nos brinda la oportunidad de ser desleales y hombres sin principios, al menos por una vez. Es decir que ahora es posible cambiarse de partido o de ideología priorizando las conveniencias personales y hasta vendiendo el alma al diablo sin que legalmente sea pecado. Por todo ello he tomado la decisión de aprovechar el mal ejemplo que nos dan ‘Padres de la Patria’, y voltearme al “marxismo”.

Yo también quiero ser un político ‘importante’ como Roy Barreras (que cambia de movimiento sin sonrojarse) o como el “ejemplar” Corzo, alguna vez ‘mejor’ senador de este país, elegido por otros ejemplares amigos suyos. Aprovechando las ventajas que nos da la reforma política, me arropo ahora bajo esa fabulosa doctrina (el marxismo), que entre otros principios propone:

“Partiendo de la nada alcancé las más altas cimas de la miseria”.

“El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido”.

“Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”.

“Es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente”.

“Puede parecer un idiota y actuar como un idiota, pero no se deje engañar, es realmente un idiota”.

“¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?”

«El verdadero amor sólo se presenta una vez en la vida… y luego ya no hay quien se lo quite de encima”.

“Disculpen si les llamo caballeros, pero todavía no les conozco bien”.

“Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”.

“El matrimonio es la principal causa de divorcio”.

“Detrás de un gran hombre hay una gran mujer y detrás de ella ésta su esposa”.

Como ven hablo del ‘marxismo’ de Henry Marx, más conocido como Groucho, hijo de padres alemanes pero nacido en EEUU. Tenía tres hermanos, todos de apellido Marx. Igualmente tuvo tres esposas y tres hijos Arthur, Miriam y Melinda, también todos de apellido Marx. Hizo 18 películas que le dieron millones de admiradores. Con todo ese capital, razón más que suficiente para abandonar la secta de Woody Allen (en la que he militado por años) que ya ofrece poco, me aburre y que me obligaba a tener postulados tan rígidos o mundanos como:

“Cuando un médico se equivoca, lo mejor es echarle tierra al asunto”.

“El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia”.

“La única manera de ser feliz es que te guste sufrir”.

“El dinero es mejor que la pobreza, aun cuando sólo sea por razones financieras”.

“No conozco la clave del éxito, pero se que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo”.

“Algunos matrimonios acaban bien, otros duran toda la vida”.

“Todo hermano se interesa por una hermana, sobre todo si esa hermana es de otro”.

“El negocio más expuesto a la quiebra es el de la cristalería”.

“En mi casa mando yo; mi mujer simplemente toma las decisiones”.

“Hoy en día la fidelidad solo se ve en los equipos de sonido”.

Ahora me gusta Marx porque dice la verdad sobre el actuar de nuestros gobernantes: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después un remedio equivocado”. No es difícil probarlo, miren a su alrededor lo que hacen los político mal elegidos. O su apreciación contundente sobre los militares: “La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música”. (¡Plop! diría Condorito, hijo de Pepo otro gran filósofo de la humanidad). O esta perlilla más: “Inteligencia militar son dos términos contradictorios”. O sobre los sufridos esposos: “Conozco a centenares de maridos que serían felices de volver al hogar sino hubiese una esposa esperándoles”.

Aunque me pese la conciencia haré el cambio de “allenista” (de Woody) a marxista (de Groucho). Pero Allen no era tan malo (aunque se casó con su hijastra), alguna vez demostró científicamente, desde su brillantez, como “El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y se acabó la guerra. Pero vino el político hizo un gesto y desapareció al mago”.

Pero a fin de cuentas, como dijo Chaplin, todo es un chiste. Ahora entenderán, entonces, por qué soy un verdadero marxista, prefiero el humor a la política. Pero aún más insisto, el humor y la sabiduría son las grandes esperanzas de la cultura Siglo XXI. La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz. Viva el marxismo.

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Redacción Minuto30

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