Los únicos que le paramos bolas a las encuestas por estas calendas somos nosotros, los políticos, los que vibramos con cada una de ellas, aun, a ocho meses de las elecciones, aunque se pregunte por la preferencia de 20 o más candidatos, aunque no se sepa cuál va a ser “el que diga Uribe”, aunque no se sepa cuál de los tres candidatos del trio de egos “López, Fajardo, Robledo” va a ser el ungido por la providencia de la honestidad y la humildad, aunque Luis Alfredo Ramos no se haya lanzado al ruedo (circunstancia que le pegaría una estruendosa patada al tablero político), aunque la “unidad nacional” esté en el closet de la ignominia y estén tratando de enmascarar su santismo (ahora sí) porque no es que ya no sirva sino que estorba.

Y así, con base en esas encuestas, parecidas a los triunfos de las primeras tres etapas del tour de Francia, donde ninguno de los que se gana esas etapas se gana el tour, los punteros compran cajas de champaña y los últimos piden que se revise el contrato de alquiler de la sede a ver si se puede terminar anticipadamente o preguntan quién tiene el teléfono del primo del cuñado de la señora que lava la ropa los domingos en la casa de Petro, Vargas Lleras o Fajardo (o cualquier otro puntero de turno porque eso sí, nadie se ha ganado dos etapas seguidas) para empezar a “tender puentes”.

Esos mismos (ambos grupos: ganadores y perdedores) empiezan a hacer cábalas, a desgastarse el cerebro en desayunos extensos y costosos en las sedes de sus partidos, analizan las encuestas con aire “intelectualoide” con una ceja arriba dictando cátedra de la más alta filosofía política; vaticinando, con base en estos chorros de humo, quién será el presidente del posconflicto: ¡pura paja! No caigamos (otra vez) en la atractiva y sabrosa trampa que esta vez de manera inofensiva nos ponen los medios de comunicación, comámonos la encuesta pero sabiendo que nada de ella nos puede indigestar o aprovechar, que a hoy, a ocho meses de las elecciones, antes de que pasen las parlamentarias, todo es una entelequia pueril para llenar periódicos, programas radiales de todos los horarios y noticieros de televisión, pero nada dicen que vaya a servir para hacer un ejercicio medio serio de prestidigitación.

¿Quién en marzo o abril (donde se empiezan a cocer las habas) va a salir en una reunión estratégica de campaña gritando cual genio que acaba de dar con la fórmula de la alquimia: “¡miren la encuesta de septiembre pasado!”?. Será juzgado como orate político y expulsado de la sede, le devolverán su hoja de vida y se le negarán en adelante los seis tintos que se tomaba en la mañana; esa encuesta no será más que un documento insulso de arqueología política que nadie recordará.

En consecuencia, sigamos disfrutando del juego de las encuestas prematuras nosotros, los políticos, los pensionados que oyen radio todo el día y parte de la noche, y los que se sientan en la plazoleta de la Alpujarra a esperar que pase otro contertulio desocupado para desmenuzar con avidez esas encuestas, pero la gente del común, la que vota y decide, no tiene el más remoto interés por la encuesta de esta semana (ni de la próxima), no ha pensado en quién, lo único que medio sabe es que va a votar por “el que diga Uribe” o por el contrario “al que diga Uribe”, pero nada más. Esas carambolas analíticas a 16 bandas sobre la adhesión de un candidato a otro pensando en que en medio está otro que viene del partido “X” pero que va a recoger firmas solo para demostrar fuerza ante el candidato “Y” (que no es al que se va a adherir inicialmente pero en segunda vuelta tal vez) aún no calan en la masa, pero lo más importante, tampoco dejemos que calen mucho en nosotros, nadie debe tomar una decisión política seria con las encuestas recientes, pues dentro de un mes el panorama político nacional será otro, que será muy distinto al de dentro de dos meses y ni hablar al de pasadas las elecciones de congreso.

Sepamos pues para qué sirven las encuestas prematuras, con 20 candidatos, con rellenos, telefónicas, a ocho meses de elecciones, erráticas, sin que estén todos los que son ni sean todos los que están: para echar carreta.

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Redacción Minuto30

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