En días pasados transitaba por la avenida del río cuando observé entre los matorrales aledaños al metro, una perrita que se encontraba tendida en el lugar y de la cual solo eran visibles sus orejas. Decidí parar en medio del acaudalado tránsito que amenazaba con embestirme; algunos cambiaban de carril, otros me insultaban; la verdad, tenían razón, estaba parqueada en zona de alto flujo vehicular.

Unos policías se acercaron e intentaron ayudar, lastimosamente la perrita (de raza pitbull) estaba muy temerosa. Tenía, entre otras heridas, una pata totalmente cercenada, seguramente arrollada por un vehículo, y lo que menos quería era confiar.

Intentamos de varias maneras auxiliarla, pero finalmente se arrojó a la calle, donde ya los agentes habían parado el tráfico, corrió con todas sus fuerzas amenazándonos fieramente con mordernos y huyó con lo que sus posibilidades le permitieron.

Fue muy frustrante no poder ayudarla, pero también lo fue vivenciar la indiferencia de las personas frente a estos casos de maltrato y abandono. Excepto los policías, nadie se inmutó para ayudar, por el contrario, todo ese río vehicular deseaba continuar a paso raudo su camino, sin entender por qué había unas personas corriendo tras “ese perro”. Ella, presa de sus miedos, ¿cuántos lugares debió atravesar donde recibió solo patadas o rechazos? ¿Qué será sentir la presencia de un ser humano? ¿Cuánta indolencia debe habitar al interior de una persona para no condolerse frente al sufrimiento de un animal?

La problemática del perro callejero es común en muchas latitudes, es algo que no solo afecta a quienes amamos a los animales sino que también acarrea dificultades de salud pública e incluso de seguridad, cuando la situación se sale de las manos. En muchos países las políticas públicas han intentado trabajar en la disminución de la población callejera por medio de programas de esterilización y buscando aplacar un poco esta realidad en los centros de zoonosis.

A mi forma de ver, sin embargo, estas acciones se quedan cortas pues aún nos falta generar mucha educación y conciencia en torno a esta situación. Los humanos históricamente hemos considerado a los animales objetos, los cuales son utilizados para satisfacer nuestras necesidades o lo que deseemos hacer con ellos, por esta razón criamos perros en cantidades desorbitantes, los vendemos y compramos a nuestro antojo, los promocionamos con sus tecnicismos y sus “virtudes” como máquinas, pero, cuando suplimos esas necesidades de inmediato pasan a ser algo inservible y allí viene la problemática. De igual manera, no evaluamos que significa tener un animal de compañía, cuando se cambia de casa aparecen las dificultades, pues la gente poco o nada piensa en los espacios para ellos. A esto se le suman “problemas” como las alergias, el daño al mobiliario, orines en lugares no deseados. Así las cosas, la gente se decide por el abandono, ¿y a dónde van a parar?, a las calles, a convertirse en una cifra más de maltrato, de animal de la calle, a convertirse en un problema de salud pública por mordeduras, por las heces en las calles y las zoonosis que pudieran transmitir.

En mi casa, actualmente, habitan cuatro perros callejeros (han sido más), todos ellos rescatados en situaciones deplorables, con alto número de ecoparásitos, desnutridos, uno de ellos con cáncer, otra sin dientes, otro con una lesión en su articulación delantera que ameritó amputación y cada uno de ellos con sus cicatrices, no sólo externas sino también internas, con muchos temores, con algunas reacciones sicológicas críticas, pero hay que reconocer, son los más agradecidos.

El 27 de Julio se conmemora el día del perro callejero, una fecha triste para esos seres que han sido víctimas del comercio humano, que los ha llevado a convertirse en objetos de usar y desechar al capricho de sus tenedores, y esta es la razón por la cual escribo estas líneas hoy, para hacer visible de alguna forma sus realidades.

Una organización de la India, denominada World for all, realizó un corto de dos minutos en el cual un perro callejero registra sus vivencias diarias gracias a una cámara anclada a su cuello. Las imágenes son desgarradoras, perseguido por personas, aterrorizado por agua hirviendo que le arrojan, confiando en humanos que lo acarician pero que luego lo golpean, invadido de pánico al escuchar el ruido de la selva de cemento a su alrededor, bebiendo agua de sumideros e intentando husmear cualquier resto de alimento que el humano desperdicia a su paso, para finalmente cortarse la transmisión de forma abrupta ante lo que parece el atropellamiento de su protagonista quien ha transmitido con su jadear y sus lamentos la infelicidad que trae consigo la calle y la indiferencia humana.
(#AStreetDog’sLife, WorldForAllVideos https://www.youtube.com/watch?v=GZGN3arSl1I).

Los perros callejeros existen por nuestra causa, los domesticamos, los volvimos sumisos a nuestro interés y luego los dejamos a su suerte. Esta no es una responsabilidad única del estado, también es de cada uno de los ciudadanos que debemos de entender nuestro papel e importancia en la posibilidad de construir un mundo donde quepamos todos con dignidad y con respeto.

Este sábado 28 de julio, la Fundación ORCA hará un homenaje para aquellos seres que se la juegan a diario en las calles, en el suplicio del abandono, el maltrato y sobre todo la indiferencia. Los invito a acompañar esta actividad, a tomar un poco de conciencia, para que en el momento en que encuentren un animal en la calle, recuerden que son sobrevivientes, héroes anónimos de nuestra selva de concreto y del infierno que los humanos hemos construido para ellos.

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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