Una hermosa mañana cuando venía descendiendo de la montaña, después de mi meditación diaria al amanecer, al entrar en un bosque de eucaliptos, me encontré con algo que me dejó sin respiración. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo; el terror, el pánico y la confusión se apoderaron de mi mente. Tenía ante mí el cuadro más sanguinario y despiadado que había visto hasta ese momento.

Regados por el piso, golpeados y ensangrentados se encontraban ante mi un montón de niños y niñas de la calle que habían sido asesinados. Para mi sorpresa, la mayoría de estos niños eran conocidos míos. Estaba el Paisa, Pedrito, el Chinche, la María, la Mocosa y Sandra, entre otros. Cuando ví este cuadro desgarrador y sin entender lo que sucedía, entró en mí un sentimiento y una fuerza inmensa que me movió a investigar y mover cielo y tierra para descubrir qué había detrás de aquella masacre. Fue así como descubrí el secreto que muchos conocían. Existía una manera de pensar acerca de la problemática de los niños de la calle que había ido cogiendo fuerza y que cada vez estaba arrastrando a más gente a su alrededor. “La única forma de rehabilitar un niño de la calle es asesinándolo, porque así no tendremos que reformar al criminal del mañana”. Esta era la ideología que tenía un grupo de personas inescrupulosas, llenas de resentimiento y sed de venganza, y por lo cual constituyeron lo que en su momento se llamaron los “escuadrones de la muerte”. Su objetivo era “limpiar” las calles de niños y niñas que ellos consideraban “desechables”.

Así como hechos tan aislados y únicos como éste suceden por una forma de pensar y sentir, si analizamos un poco la historia de la humanidad, vemos que detrás de cada guerra y de cada acontecimiento bárbaro que ha sucedido, también siempre ha existido un apego ideológico, una creencia falsa o un fanatismo extremista. Generalmente, por tratar de defender esas ideas, en nombre de Dios o de la paz del mundo, de un país, de una religión, de un partido político, de un equipo de fútbol, o de una causa cualquiera, arriesgan sus vidas y las de personas inocentes, sin importar las consecuencias nefastas a las que puedan llegar.

De igual manera, dependiendo de donde hayas nacido y de lo que hayas vivido puedes tener una serie de ideas a las cuales te has apegado, no las sueltas y crees que son tu única verdad. Puedes estar por esta razón sufriendo o haciendo sufrir a las personas que están a tu alrededor.

Por eso debes con toda honestidad observar las creencias, máscaras sociales y actitudes que te causan sufrimiento, para poder ir cambiando todo aquello que te hace sufrir. Solamente debes mirar lo que crees te causa dolor y sufrimiento, porque si es así, debes cambiarlo. Una vez entiendas que has venido a este mundo a disfrutar y no a sufrir, se abrirán las puertas de par en par, para reorganizar y reestructurar tu vida.

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Redacción Minuto30

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