Es curioso ver cómo un alto porcentaje de la gente le rinde culto casi sagrado a cuidar y proteger sus cosas de tal manera que no conciben que sean siquiera tocadas y no entienden que con el paso del tiempo, se van deteriorando o que sencillamente deben sufrir un uso natural para el cual están hechas y ello implica su lenta desaparición o desgaste. Es el caso de quienes tienen un vehículo, un reloj, prendas de vestir, entre otros muchos objetos, entre los que cabe destacar desde luego el dinero y la ambición por conseguirlo en cantidades desproporcionadas.

Pero al mismo tiempo es curioso, y paradójico, que esas mismas personas, a ellas mismas no se consientan, no se cuiden y al parecer no se quieran, por que lucen descuidadas y entran en una dejadez por sus mínimos asuntos de aspecto personal, que no se entiende que por cosas banales y materiales hagan lo que sea y por cuidarse, y lo que es más importante, por cultivar la mente, para lo cual hay muchas maneras, no hagan el menor esfuerzo.

Ve uno personas bajándose imponentes de un vehículo último modelo y al abrir la boca muestran sus dientes en un estado deplorable y si ello va acompañado de un mal vocabulario, apague y vámonos, y que quede claro, no están aquí incluidas muchas personas que por razones económicas, sociales, culturales, de salud, de edad, etc., no se ven del todo bien en el aspecto al que hago referencia.

Entonces si no hacen nada por ellos mismos, difícilmente lo harán por otros. Esta parece ser, entre otras muchas, una de las razones por las que al hombre se le hace poco la situación actual del medio ambiente y de la tierra. Los filósofos antiguos decían que los seres humanos tenemos deberes para con Dios, con el prójimo (incluída la naturaleza) y con nosotros mismos; si se entendiera solo un poquito esta máxima, la vida de sociedades como la nuestra y en el mundo en general tendría unos estándares muy superiores a los de ahora.

Irma, María, Harvey y José, sugieren sin lugar a dudas nombres comunes de personas, pero no, estos sustantivos fueron dados a fenómenos naturales, huracanes, poderosamente destructores de la vida y de las cosas materiales de la gente (de esas que se cuidan tanto que se raya en el ridículo).

Cada año que pasa y con él la temporada de huracanes, se dice que tal o cual huracán fue el más destructor de la historia y los hechos parecen confirmarlo, casi todo el caribe y varias ciudades y poblados en los Estados Unidos han sufrido con esta temporada de huracanes y por ello ha habido muertos, desaparecidos, daños materiales incalculables, siendo los más importantes los referidos a la infraestructura vial y eléctrica y a la destrucción de casas y edificios, condiciones todas éstas esenciales para la vida del hombre.

Tales fueron los estragos causados que hay islas en el caribe que quedaron totalmente destruidas y en las que ya no vive una sola persona, en otras, la instalación de la energía tardará no sé cuantos meses. Qué más necesitará el hombre para entender que la tierra es la casa en la que vivimos y hay que cuidarla? El camino es minimizar las acciones que la impactan fuertemente y que dan lugar a estas catástrofes, incluyendo terremotos, México acaba de sufrir el último.

Es un asunto de concientización individual y colectiva, se dice, pero es que en este asunto debemos estar concientizados hace mucho tiempo y el paso que no se ha dado es evitar o minimizar acciones que le hagan mal a la tierra progresivamente, a los fenómenos naturales que conocemos; todos podemos ayudar, pero el grueso de la decisión está en los países más contaminantes, que son las industrializados y los que se han llamado emergentes, quién lo creyera, se necesita de decisiones políticas, ¡el futuro de la humanidad en manos de unos pocos!, y hay quienes tienen voluntad y adelantan acciones que ayudan, pero llegan otros a deshacer lo hecho por su antecesor.

Debe procederse ahora, los desastres aumentan y con ellos las tragedias humanas, qué bueno que lo entendiéramos.

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Redacción Minuto30

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