La transexualidad es un trastorno de identidad de género que consiste en percibir psicológicamente el propio sexo de modo contradictorio al sexo biológico que en la realidad se posee.

No siempre coincide lo que se percibe, con lo que se es. La persona transexual tiene una falla en la percepción de su propio sexo, debida a una alteración en las áreas que se integran en la red neuronal de percepción corporal.

Como el trastorno de la percepción de la identidad sexual es más común de hombre a mujer que de mujer a hombre, parece razonable deducir que podría haber diferencias en el mecanismo de la alteración de la percepción corporal.

La persona, si posee suficiente desarrollo neurológico sano, es capaz de darse cuenta de la realidad biológica de su propio sexo, conocerla, reconocerla, aceptarla y decidir ser coherente, con sus actitudes, pensamientos, proyectos, palabras y acciones, con ese modo de ser de ella.

El cerebro humano tiene una red neuronal de representación del cuerpo que, a causa de algunos cambios en su conectividad en componentes clave, puede generar una percepción incongruente de la imagen corporal. Quien es transexual con uso de razón, hace su propia percepción de esta imagen y la rechaza porque hay algo más o menos persistente, que le causa malestar por su sexo corporal, está seguro de que su anatomía sexual es incorrecta, incluso si es sana estructural y funcionalmente; las respectivas conexiones cerebrales de las áreas que se integran en la red de percepción corporal, están alteradas.

Sabemos que contradecir, psicológica o conductualmente, lo que se es, puede generar estrés.  Esta discordancia entre la percepción del sexo psicológico y la del biológico, causa angustia que, al intentar la persona evitarla, se nota un aumento de la conectividad funcional en ciertas regiones de la corteza cerebral.

Esto hace ver también la diferencia entre las perfecciones constituyentes y las percepciones que pueden estar alteradas por algún problema funcional. Cada órgano sigue siendo el que es, cuando presenta algunos fallos. También sucede en genética, o se es hombre (XY), o se es mujer (XX), y no se deja de serlo cuando hay fallos en la percepción del propio sexo: la biología no miente. Es un error dañar el sexo con argumento de reasignarlo, cuando es imposible hacerlo genética, física y funcionalmente, del sexo opuesto al que es.

Como en la persona transexual son reales la forma de ser de su cuerpo, y su respectiva percepción no coincidente, es un error atacar la integridad y salud de esas estructuras y funciones, que no alivian el trastorno, porque no está en sus órganos sexuales, sino en su cerebro y requiere un tratamiento psíquico además de una investigación más rigurosa y profunda, para identificar de qué otros modos se le puede ayudar.

La simulación hormonal y quirúrgica es falsedad y daño, no es terapia porque no soluciona el trastorno psíquico de identidad; dañar los órganos sexuales y su funcionamiento complica generalmente a mediano y largo plazo, la discordancia mental y puede añadir otros males como un aumento en la tendencia al suicidio después de la inicial satisfacción por cambios biológicos -quirúrgicos y hormonales-, en los que estas personas ponen sus esperanzas para bajar su ansiedad causada por su contradicción psicofísica respecto a la identidad de su género.

La intensidad de la unidad entre un ser y su conducta, redunda en mayor perfección de vida. Por eso es tan importante saber diferenciar entre lo que se es.

Cada uno sigue siendo él cuando comete errores, voluntarios o no, en el modo de percibirse; pero se debe ser diligente en evitar el error o al menos sus efectos, y repararlo o paliarlo, en lo que se pueda, que afecte lo mínimo hasta que se logre solucionar con el avance científico y psicológico.

Cuando una persona transexual se muere, deja infinitamente de ser transexual, ya no posee redes neuronales.

Las conductas que contradicen la unidad del propio ser, pueden de algún modo  descomponerlo, dañar en su integridad y afectar negativamente su desarrollo; por eso hay que procurar la salud de la persona entera. Se necesita investigar más y socializar mejor los hallazgos sobre transexualidad. Se requiere revisar lo que se está enseñando, rectificar errores, por ejemplo, socializando a parientes, amigos y a exalumnos, los últimos avances de la ciencia empírica, social y las humanidades, sobre el tema.

En el caso de los seres libres, cuando la libertad contradice lo que se es, se puede percibir oscuridad, vacío, insatisfacción con uno mismo, remordimiento, tristeza, apatía y torpeza en la propia conducta, por vivirse incoherentemente respecto a la propia razón de ser, que es la procura, siempre, del pleno desarrollo de sí mismo y el de quienes pueden llegar a recibir la propia influencia, que es deducible de las perfecciones constituyentes de la persona.

Para solucionar o al menos paliar, los efectos psíquicos de la transexualidad, hay que identificar en qué consisten las alteraciones neurobiológicas estructurales y funcionales que la causan.

Las preguntas iniciales podrían ser, por ejemplo, ¿Qué sucede en la percepción psicológica del cuerpo, que cause rechazo a alguna parte, en este caso, el sexo? Si está en el cerebro, ¿Cómo ampliar la capacidad de aceptar la alteración en la percepción de la realidad anatómica y fisiológica de los órganos sexuales?

Un trastorno de causas múltiples requiere que se trabaje el conjunto completo de las posibles correlaciones entre las mismas.

En la tercera edición, de 2022, del libro “Neurociencia en el siglo XXI: de lo básico a lo clínico” (Neuroscience in the 21st Century. From Basic to Clinical), escrito por los investigadores Dick Swaab, del Instituto Holandés de Neurociencia, Samantha Wolff de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zhejiang, Hangzhou de China y Ai Min Bao de la Escuela de Ciencias del Cerebro y Medicina del Cerebro, de la misma Universidad china, en Hangchow, capital de la Provincia de Zhejiang,  en el capítulo “Diferenciación sexual del cerebro humano en relación con la identidad de género, la orientación sexual y los trastornos neuropsiquiátricos”, se reconoce que en la transexualidad puede haber antecedentes de fallas en la diferenciación sexual del cerebro y que esta depende de múltiples factores: genéticos, epigenéticos, hormonales, inmunitarios y fallas en la autoorganización.

Por ejemplo, lo normal, en el espiral de ADN, es que frente a un aminoácido haya otro de la misma clase; cuando son diferentes, se afirma que hay polimorfismo, que puede suceder, en un aminoácido o en una secuencia, corta o larga.

Puede haber genes polimorfos que se relacionan con la secreción de hormonas sexuales durante el desarrollo prenatal y neonatal, causando desregulaciones en la influencia que las hormonas sexuales tienen en la maduración del cerebro, con los consiguientes efectos organizacionales durante el desarrollo temprano, influyendo negativamente en la identificación que el cerebro hace del sexo de la persona.

Las gónadas fetales se desarrollan bajo la influencia de una cascada de genes, que en el hombre inicia con el gen determinante del sexo en el cromosoma Y (SRY). La producción de testosterona y la conversión periférica de testosterona en dihidrotestosterona entre las semanas 6 y 12 del embarazo, son esenciales para la formación del pene, la próstata y el escroto del feto masculino. El desarrollo de los órganos sexuales del feto femenino se basa principalmente en su ausencia de andrógenos.

Después de este establecimiento de la diferenciación de los órganos sexuales, ocurre la diferenciación sexual del cerebro, principalmente bajo los efectos organizadores de las hormonas sexuales en el cerebro, que son permanentes.

En el libro ya mencionado, sobre Neurociencia en el siglo XXI,  se lee: “La identidad de género (la percepción de un individuo de ser hombre o mujer) y la orientación sexual (heterosexualidad, homosexualidad o bisexualidad) están programadas en nuestro cerebro durante el desarrollo temprano. Durante el período intrauterino en la segunda mitad del embarazo, una oleada de testosterona masculiniza el cerebro fetal masculino. Si tal aumento de testosterona no ocurre, esto dará como resultado un cerebro femenino. Dado que la diferenciación sexual del cerebro tiene lugar en una etapa mucho más avanzada del desarrollo que la diferenciación sexual de los genitales, estos dos procesos pueden verse influidos de forma independiente y pueden dar lugar a disforia de género.”

En el hipotálamo se notan diferencias estructurales y funcionales relacionadas con la identidad de género y la orientación sexual.

El texto también afirma que “Todas las observaciones genéticas, post mortem e in vivo respaldan la teoría neurobiológica sobre el origen de la disforia de género, es decir, son los tamaños de las estructuras cerebrales, el número de neuronas, la composición molecular, las funciones y la conectividad de las estructuras cerebrales lo que determina nuestra identidad de género u orientación sexual. No hay evidencia de que el entorno social postnatal de una persona desempeñe un papel crucial en el desarrollo de la identidad de género o la orientación sexual.”

Según estos avances científicos, es un error decirle a los no transexuales que son libres de serlo y también es errado pretender que los transexuales biológicos cambien estructuras en las que no está su disforia -es cerebral-, porque las causas  biológicas generaron su efecto en las primeras etapas de crecimiento y desarrollo embrionario y fetal de ellos y no se cambian con solo decisiones, deseos y daños a órganos diferentes a los que están alterados: es su constitución biológica. Necesitan, como todo otro ser humano con uso de razón, entender su ser como totalidad, con la perspectiva de su existencia completa -caduca en cuanto cuerpo e infinita por ser espiritual-, enterarse del sentido de su vida según su dotación natural y procurar con cada decisión y acción, hacerlo realidad en su cotidianidad personal, familiar, social y de entorno vital. Pueden lograr que una  disforia no los descentre de alcanzar lo más importante en la vida: centrarse en el bien que pueden hacerse y hacer a otros, y arremeter a lograrlo.

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Redacción Minuto30

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