Nicolás López Correa

La situación se ha tornado insostenible para el gobierno de los mercaderes, de los negociantes, pues han querido agradar a todos y ahora ya no le sirven a nadie.

Nicolás López Correa

Nicolás López Correa

Muy al estilo de la novela de García Márquez, de quien tomo prestado el nombre, la historia de la Colombia actual pareciera repetirse y evocarse y de paso parodiarse con ironía. Ganaron, como en la novela, los conservadores, pero a diferencia de esa historia, en esta realidad de parodia gobiernan los liberales y los conservadores, y los verdes y todo aquel que quiera sumarse, que quiera gobernar o tener mas bien un pedacito de burocracia, eso sí bajo la premisa, única no  negociable de este gobierno de no ser Uribista.

Porque en este gobierno nacional, todo es ambivalente, todo se negocia, todo depende, todo cambia, es una reunión de disimiles unidos sólo por la aversión a una forma de gobernar y guiados sólo por intereses personales. Miles de intereses apuntando y halando hacia vectores distintos y contrarios que terminan por mantener a todo un país quieto mientras la realidad avanza.

En esta novela de realidad, los que hoy están en el poder que son esos liberales en verdad conservadores, o que cambian radicalmente o que han decidido ser verdes o todo lo contrario y viceversa, se esfuerzan cada día por no gobernar y lo hacen con gran éxito, pero eso si no escatiman esfuerzos para hacer de cada gesto una afrenta al pueblo que dicen representar y a sus antecesores uribistas y de quienes pretenden el exterminio, la humillación y el escarnio.

De nuevo repiten, pero de manera muy vulgar, la narración del nobel en la que fuera su tercera novela publicada y con ello siembran y engendran violencia. Utilizan cuanta historia y difamación se ocurra, difunden rumores y se valen de la prensa, vendida por nada, participe de negociar y venderlo todo para satanizar a los uribistas.

La situación se ha tornado insostenible para el gobierno de los mercaderes, de los negociantes, pues han querido agradar a todos y ahora ya no le sirven a nadie. La economía en desaceleración, el desempleo no cede, la violencia es rampante y creciente en todas sus formas conocidas y con brotes de nuevas modalidades, la inversión se va, la política interna acedia, la externa es errática y canalla con su propio pueblo.

La fuerza de los hechos toca las elegantes y reformadas oficinas de palacio, incluso toca las modernas y millonarias nuevas aeronaves V.I.P., en que se desplazan los altos funcionarios de casa de Nariño, pero ellos hacen oídos sordos y no abren, pretenden que nada pasa, ese es un cuento que sólo ellos creen.

Nos cansamos, pues nuestra generación y muchas de las que nos anteceden no han vivido, como dice el presidente Uribe, un solo día de paz. Sin embargo, ya sabemos que existe una manera de cohesionar este país y de enrutar sus riquezas, talentos y valores hacia el mismo rumbo, el rumbo de la paz, de la seguridad, de la prosperidad y la esperanza.

Está claro que en solo dos años largos de este gobierno se ha cedido un inmenso terrero y hemos retrocedido, pero también está muy claro que de la mano de las ideas certeras del presidente Uribe este país abrió ese camino y es por eso que aunque hoy debemos volver a recorrerlo, los uribistas y en general el pueblo colombiano lo podremos hacer con mayor facilidad. No es lo mismo hacer camino que recorrerlo.

Nos levantamos para reconducir a Colombia y aun sabiendo que en los pasados treinta meses al país le llego “la mala hora”, estamos animados como cuando en la primera campaña de Uribe a la presidencia, por invitación de Any Vásquez Pérez (QEPD), recorríamos con unas camisetas prestadas el valle de aburrá. Vamos decididos a recorrer el camino que ya se construyó con la convicción de que llegará otra vez para Colombia la buena hora.

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Redacción Minuto30

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