En una ciudad como Medellín, en la que la violencia desde mediados de los 80s la convirtió en una puja entre la vida y la muerte, y que ha ocupado gran parte de la agenda mediática, repensarla desde un cambio social como agente principal de la transición, con centro en las víctimas y la democracia es sin duda una apuesta importante, necesaria, pero sobre todo valiosa.

En Medellín, según un informe presentado por el Centro Nacional de Memoria Histórica en septiembre de 2017, ‘Medellín: memorias de una guerra urbana’ que habla de violencia y resistencias, cuenta que los habitantes están marcados por tres hechos del conflicto en la ciudad: el asesinato del defensor de derechos humanos, Héctor Abad Gómez en 1987; el carrobomba puesto por Pablo Escobar cerca de la Plaza de Toros la Macarena en 1991, donde murieron 17 personas, y la operación Orión en la comuna 13 en 2002, para retirar a las guerrillas, pero que facilitó la consolidación del dominio paramilitar.

En ese sentido, la apuesta de la Secretaría de la No Violencia es intervenir los territorios a través del arte, para convertir a Medellín en un ejemplo de transformación en el que pase de ser una de las ciudades más violentas del mundo, como en 1991, a la capital mundial de la no violencia. Actualmente en la ciudad, tenemos un ejemplo maravilloso de la transición que se puede lograr con esta apuesta y es el ‘graffitour’ de la Comuna 13, donde el talento y la historia que se gestó es contada por sus propios habitantes con el propósito de pasar del dolor al color, para no repetir las escenas de la operación Orión.

Para ello, la Secretaría proyecta trabajar paralelamente desde la justicia reparativa y la articulación con procesos existentes y otros nuevos que permitan llevar de una manera segmentada, oportuna y eficiente la oferta institucional al territorio, para prevenir y mitigar la ocurrencia de violencias. El componente innovador, y que ha sido una constante desde la administración en sus diferentes apuestas, es el uso de tecnologías de la información que servirán en este caso específico para mapear e intervenir en tiempo real.

Aunque en Medellín, desde hace varios años se viene hablando de paz, reinserción y fin del conflicto, para mí la importancia de la No Violencia va mucho más allá, es entender que hay partes de la urbe cuyas dinámicas sociales y de vida siempre han estado marcadas por la violencia, que anhelan más allá de intervenciones armadas escenarios culturales a través de presencia estatal porque como siempre dice mi papá “la violencia es ausencia de estado”.

Necesitamos, salir del paradigma que la violencia solo se puede combatir con capturas o “plomo”, porque la tristeza de las madres que pierden a sus hijos por falta de oportunidades, el miedo de cruzar fronteras invisibles o la huella en el alma de quienes viven situaciones de guerra no se borra con eso, necesitamos intervenciones culturales, renacer y contar lo que pasó para no repetirlo. Larga vida a la No Violencia, en nuestra ciudad.

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Redacción Minuto30

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