La crisis de los alimentos está incendiando al mundo. Paradójicamente es el hambre la que nutre hoy las revoluciones más fuertes especialmente en países árabes. La semilla desestabilizante crece en sectores más desnutridos, con enorme motivación solidaria capaz de provocar uniones exitosas. Pero buena parte del origen de la crisis alimentaria está en las políticas de occidente y sus salvajes prácticas competitivas.

Existe una fuerte relación entre el hambre y la desnutrición humanas en el planeta y la alimentación excesivamente carnívora de las poblaciones ricas; y entre ésta última y el daño ecológico. El consumo carnívoro está relacionado directamente con la huella de carbono. El «producir carne» de vacuno a nivel industrial (ganadería intensiva) involucra satisfacer las demandas de comida de miles de vacas, además de sus necesidades fisiológicas. Esto provoca enormes cantidades de gases de efecto invernadero (GEI), una contribución definitiva al deterioro del medio ambiente.

Las proteínas que consumen los animales son nutrientes que podríamos obtener directamente. Cerca del 50 por ciento de los cereales del mundo son utilizados para alimentar ganado. Para obtener un kilogramo de proteína de origen animal se requieren entre tres y veinte kilos de proteína vegetal. Ecuación que explica que si tenemos al frente un suculento “bisteck”, en su proceso se han invertido al menos 10 kilogramos de proteínas aptos para el consumo humano.

Allí está buena parte de la causa del hambre en el mundo, inducida por los países más poderosos. En EU el ganado consume el 70 por ciento del grano producido, en la UE cerca del 60 por ciento. Esto es socialmente insostenible si tenemos en cuenta que la quinta parte de la población humana padece hambre. El «Consejo para la Alimentación Mundial» de NNUU calculó que dedicar entre el 10 y el 15 por ciento del grano que actualmente se destina para alimentar ganado, bastaría para satisfacer las necesidades calóricas de esa quinta parte, erradicando el hambre del mundo. Una misma cantidad de M2 de tierra puede producir 26 veces más proteínas si en ella se realizan cultivos vegetales para consumo humano en reemplazo de alimento para ganado.

Otro efecto nefasto de la cría intensiva de ganado son sus emisiones de GEI. El seis por ciento del CO2 generado a nivel global es producto de los gases emitidos por las vacas. La población ganadera contamina tanto o más que el sector transporte según estudios de la FAO. Además, es responsable del 37 por ciento de todo el metano producido, gas 23 veces más perjudicial que el CO2 y que se origina en su mayor parte en el sistema digestivo de los rumiantes.

Jorge Riechmann en su libro «Un mundo vulnerable» aboga por esta poesía practicable que conjuga la razón y el sentimiento, abordando temas tan diversos como la ética animal, la utopía de una sociedad de la abundancia, la psicología del autoengaño, la ética ecológica aplicada a lo doméstico (comer carne y desplazarse en carro). Cuando la mayoría de la gente, al ver un gran automóvil, una fina comida cárnica de un restaurante, piense en la contaminación que producen y no en el status social que representan, habremos dado pasos decisivos… Esto nos lleva a concluir que la poca gente que hay peligrosa en el mundo es la que no reconoce límites.

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Redacción Minuto30

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