La película que protagonizan Meryl Streep y Tom Hanks, The Post: los oscuros secretos del pentágono, estrenada en Colombia la semana pasada, versa fundamentalmente sobre las mentiras que varios presidentes de los Estados Unidos le dijeron a su pueblo sobre la guerra en el Vietnam, las cuales fueron develadas por un medio de comunicación. A Santos le convendría verla para que perfeccione su arte de mentir.

Como es de conocimiento de la opinión pública, el jefe del equipo negociador del gobierno con el ELN era el ex ministro Juan Camilo Restrepo y que renunció por motivos personales; se supo después que Santos había nombrado unos negociadores paralelos: Ernesto Samper e Iván Cepeda y que estos estaban dispuestos, al parecer, a cederle a la guerrilla lo que Restrepo no haría tan fácilmente, esta fue la verdadera razón de su renuncia. Algo parecido a lo que sucedió con Humberto de la Calle en La Habana con las Farc, que cuando llegó la hora de negociar el capítulo atinente a la justicia, Santos envió a dos emisarios para que acordaran lo que la guerrilla quisiera y a de la Calle lo dejaron por fuera, solo que no tuvo la gallardía de renunciar, y no la tuvo porque sencillamente estaba de acuerdo con las concesiones hechas a la guerrilla de las que él es uno de los principales responsables, el asunto es que no era experto en temas de justicia.

El ELN, grupo guerrillero que inexplicablemente está haciendo de las suyas, ha incrementado su accionar violento en varias zonas del territorio nacional, lo último de lo que tenemos noticia fue del atentado que le cobró la vida a 5 policías en Barranquilla, lo cual valió para que el presidente suspendiera las diálogos con ese grupo delincuencial, pero por presión de la opinión pública, no porque fuera su intención. Esto es puro contentillo, ese grupo sabe de la debilidad de Santos, que el nobel de paz le sirvió tal vez a él pero no al país, que el premio lo obliga a negociar así sea en condiciones de adversidad o a sabiendas que las reglas las pondrán los delincuentes, a Santos le interesa quedar bien con la comunidad internacional, no con su pueblo, la mentira radica en que nos hace creer que va a atacar con contundencia al grupo guerrillero, cuando en su interior sabe que en menos de lo que canta un gallo se sentará de nuevo con los delincuentes a pactar lo que ellos exijan, pues bien saben ellos que entre más intransigentes, en términos de guerra se pongan, más chantajeado llega el gobierno a la mesa y saben también muy bien que si a las Farc le hicieron todas las concesiones del mundo, ellos no pueden quedarse atrás, ya salieron a decir que quieren de nuevo sentarse a negociar con el gobierno. Un gobierno débil con un presidente impopular, el orden público desbordado por una ola de inseguridad por todas partes, la economía en declive, la salud y la educación cada día peor, no dan margen de maniobra para una negociación como debe ser ser.

Es que hasta las condiciones previas a la negociación las pone la guerrilla, desde sus cómodas estancias en Venezuela, donde gozan del beneplácito del gobierno y, según inteligencia, con relaciones con ministros de Maduro, deciden cuándo incrementan la violencia y cuándo no, circunstancia ésta que para ellos no cuenta a la hora de sentarse o pararse de la mesa. Cómo será la debilidad del gobierno que clama por un cese bilateral del fuego. Increíble.

Mientras ese grupo guerrillero no esté diezmado militarmente y es claro que con el gobierno de Santos no lo estará y menos con uno de izquierda, no se sentarán a la mesa con seriedad y sobre todo, sintiendo que la guerra ya no es opción porque el Estado es más fuerte. Cuando ello suceda, las condiciones de la negociación serán distintas, pero es claro que eso será con otro tipo de gobierno.

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Redacción Minuto30

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