La revista Life, una de las más prestigiosas en el mundo, lo destacó como el hombre del milenio. Fue asombroso el número de inventos que consolidó: 1.093. Obtuvo más patentes que cualquier otra persona en el mundo. También desarrolló un moderno laboratorio de investigación. Su nombre fue Thomas Alba Edison. Muchos creían que Edison tenía un genio creativo. El decía que el genio “es 99% transpiración y 1% inspiración”. Pero definitivamente su éxito se debió a un tercer factor: una actitud siempre favorable.

Edison era un optimista que siempre veía lo mejor en todo, nunca se doblegó ante los miles de fracasos. Era absolutamente perseverante y de enorme certidumbre. El psicólogo Víctor Frankl creía que “la última de nuestras libertades humanas es decidir cuál será nuestra actitud en cualquier circunstancia”. Él conocía la verdad de esta afirmación. Sobrevivió a la prisión en un campo de concentración nazi, y a través de su penosa experiencia no permitió que su actitud se deteriorara.

Edison inventó la bombilla un descubrimiento que revolucionó al mundo mucho más que los computadores y teléfonos digitales de hoy. Era la luz de la noche que cambiaría definitivamente la dinámica del planeta. Pero obviamente no le salió a la primera, sino que realizó unos dos mil intentos con excesiva paciencia y perseverancia. Uno de sus colaboradores ya agotado (casi colapsado) en el taller le increpó: “Maestro, ya son 2000 fracasos, esto no funcionará”. Y aquí entra la cuestión de la percepción del error, porque Edison respondió: “¿Fracasos? No sé de qué me hablas. En cada descubrimiento me enteré de un motivo por el cual una bombilla no funcionaba. Ahora ya sé dos mil maneras de no hacer una bombilla”. Más adelante remató: “Las personas no son recordadas por el número de veces que fracasan, sino por el número de veces que tienen éxito”.

Esto nos confirma que la primacía del triunfador no está en haber nacido superdotado, ni en un alto cociente intelectual, ni en el talento. La ventaja del ganador está en la actitud y no en la aptitud. La actitud, en igualdad de condiciones y hasta por debajo de ellas, es la norma básica para el triunfo. La actitud es definitiva porque determina como actuamos. Edison dijo alguna vez que si “lo único que dejamos a nuestros hijos es la cualidad del entusiasmo, les habremos dado una propiedad de incalculable valor”. Actuar con pasión depende de una buena actitud.

En el deporte por ejemplo se aplica igual. Un atleta profesional es un gran talento. Pero la mente es lo que lo eleva a su lugar más alto. La exitosa tenista Cris Evert, obtuvo 18 títulos de Grand Slam y un puntaje general de juegos ganados-perdidos de 1309 y 146. En los 17 años de su carrera nunca ocupó un lugar por debajo del número cuatro. Ella comentaba: “Lo que separa a los buenos de los grandes jugadores es su actitud mental. Esto solo podría hacer una diferencia de dos o tres puntos en todo el partido, pero la forma en que juegues esos puntos hará la diferencia entre ganar y perder. Si tu mente es fuerte puedes hacer casi todo lo que quieras”.

Édison incitaba además a tomar importantes riesgos para tener mejores posibilidades de logros. De allí que haya dejado otra gran lección: “Toda persona debe decidir una vez en su vida si se lanza a triunfar, arriesgándolo todo, o si se sienta a ver el paso de los triunfadores”. Sus lecciones nos demuestran que los seres humanos pueden cambiar sus vidas con solo cambiar su actitud mental. Es otro camino para descubrir en nuestro cerebro el “Factor Socrático”, ingrediente ‘secreto’ de la felicidad genuina.

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Redacción Minuto30

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