Un mosaico de ingratitudes.

En declaraciones exclusivas a mi colega Juan Paz, del diario El Mundo, de Medellín, el ex senador Mario Uribe Escobar se quejó con amargura, en su momento, de la falta de solidaridad de su primo, el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, cuando tratándolo como bien mostrenco, lo dejó tirado a la vera del camino, sin beneficio de inventario; lo abandonó a su propia suerte, dejándolo expósito y entregándolo en comodato y sin beneficio de inventario, a los “oenegeros” de turno.

El decepcionado Pimiento.

Esa misma suerte le tocó padecer al ex senador Mauricio Pimiento Barrera, quien también atravesó la calle de la amargura de la indiferencia uribista, después de haberse convertido en el más vertical defensor de la política de seguridad democrática diseñada por el ex presidente Uribe.

 

El desencantado Ciro.

Otro que se quejó del abandono de su mecenas fue el promotor reeleccionista Ciro Ramírez Pinzón, ex presidente del Senado de la República, que con nombre propio se dolió del olvido en el que lo sumió la fría indiferencia del líder antioqueño.

La estrategia del olvido también llegó al territorio pijao con el ex presidente del Congreso Luis Humberto Gómez Gallo, quien padeció de manera estoica el silencio y la distancia que le impuso desde Palacio su ex compañero de luchas.

 

En México lindo y querido.

Luis Ignacio Guzmán Ramírez, el más próximo al ex presidente Uribe, militó desde los inicios del Sector Democrático del Liberalismo paisa que comandaban los primos Uribe; estuvo al lado del caudillo desde la gobernación, defendiéndolo de los ataques que le lanzaba Fabio Valencia Cossio.

Incorporado al servicio diplomático como embajador en México, fue sacado del cargo por denunciar la presencia de las Farc en la Universidad Autónoma de ese país. Y fue víctima de persecución, a través de la Procuraduría, de parte de la canciller de entonces, Carolina Barco. ¡Qué infamia!

 

Las rabias de los ex aliados uribistas.

En el marco de este mosaico de ingratitudes, el ex senador Ciro Ramírez Pinzón le hablaba duro a quien no actuaba como su jefe sino como su mayordomo, pues el boyacense acudía presuroso a atender los requerimientos que desde la Casa de Nariño se impartían para hacer posible la continuidad en el poder.

Ahora, tras haber purgado varios años de prisión, el ex presidente del Directorio Nacional Conservador se sacude y le habla duro a quien fuera su ídolo.

 

Unas cuantas preguntas.

Los amigos de los políticos desencantados se preguntan de qué se quejan ahora los uribistas que gozan de libertad, si la práctica de la indiferencia es una línea de conducta tradicional en el ámbito uribista… ¿Por qué critican a Santos, si él hizo el mismo aprendizaje en las huestes de la U? ¿De qué se quejan si ninguno de ellos ha debido padecer la crueldad de las mazmorras, ni se les ha dado con el látigo del desprecio de parte del jefe al que tanto le sirvieron con abnegación y lealtad?

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Redacción Minuto30

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