La mayoría de autores coinciden en que la felicidad es un medidor fundamental de la calidad de vida de las personas, (Diener & Diener,1995) la expresan como un factor esencial a la hora de evaluar el bienestar subjetivo de las sociedades, es decir, la manera mediante la cual experimentan su existencia a través de sus sentimientos y pensamientos.

No obstante, existen una serie de factores a tener en cuenta al momento de medir la felicidad de una determinada población, entre estos factores encontramos la edad, debido a que el ciclo vital en el que una persona se encuentra, determina el modo en el que los individuos se relacionan entre sí e interpretan sus vidas (Neugarten,1999).

Durante la etapa de la niñez, la felicidad la determinan aspectos sencillos y cotidianos, como el juego, la relación con otras personas, el descubrimiento del entorno, entre otros… El niño pasa fácilmente del llanto a las carcajadas en cuestión de minutos, esto es debido a que su percepción de la realidad y de sí mismos aún no ha entrado en una etapa en la cual las preocupaciones de la cotidianidad comienzan a tomar parte en la felicidad de las personas.

En la adolescencia, por ejemplo, aun cuando usualmente no se tienen muchas responsabilidades, los individuos comienzan a pensar más en un futuro y a preocuparse por factores como el rendimiento académico, el inicio de los estudios superiores y todos aquellos mecanismos que les ayudarán a convertirse en los sujetos que visualizan ser en el mañana (Rice, 2000).

De esta manera, la adolescencia tardía se describe en términos psicológicos como una etapa de crisis, en la que el sujeto debe romper con su vida pasada caracterizada por el juego, la dependencia y la falta de intimidad; para encontrarse de cara a una adultez temprana definida por el trabajo, la independencia y la intimidad (Carvajal, 1993).

En esta etapa de la vida, el nivel socioeconómico juega un papel importante en el bienestar subjetivo, ya que aquellos adolescentes que pertenecen a un nivel socioeconómico bajo, perciben esta situación como limitante, ya que la pobreza reduce sus alternativas al dificultar el acceso a los estudios y restringir de dicha forma sus oportunidades de lograr una mejor preparación con vistas en un futuro profesional bien remunerado (Rice, 2000).

Después de superar la etapa de la adolescencia, el ser humano se convierte en un adulto joven, período comprendido entre los 20 y los 40 años aproximadamente, en este ciclo de la vida, las personas se enfrentan a varios factores, como la inserción en el mundo laboral y los nuevos vínculos que los sujetos ejercen con los demás como parte de su renovada cotidianidad.

Los niveles de satisfacción en esta etapa de la vida son determinados entonces, por factores interpersonales como la elección de una pareja y la convivencia con esta, la conformación de una familia y todo lo que esto conlleva, como la crianza de los hijos, las responsabilidades del hogar, entre otros… Otro factor determinante es el que tiene que ver con la realización como profesional y su desempeño en el área laboral (Lefrancois, 2001).

Al igual que en la adolescencia tardía en esta etapa la posición socioeconómica juega un papel importante en cuanto al nivel de oportunidades, ya que quienes pertenecen a estratos bajos suelen presentar una mayor dificultad para emplearse debido a la carencia de estudios, esto sumado al hecho de que para los adultos jóvenes es en términos generales complicado el conseguir empleo, como resultado de una sociedad que cada vez fija más su atención en la experiencia laboral.

A partir de los 40 años nos encontramos con la adultez media, también llamada “crisis de la mediana edad”, en donde los sujetos se centran en una especie de auto evaluación de sus vidas, de tal modo que, dependiendo de la reflexión del pasado, puede ser una etapa de realización y liderazgo o un período de completa insatisfacción y crisis emocional (Stassen-Berger, 2001).

Esta etapa también es un proceso de transición en el campo físico, ya que es en estas edades que comienzan a manifestarse los primeros signos del envejecimiento y el cuerpo comienza a buscar una adaptación a estos (Craig, 1994). Es así como las personas comienzan a experimentar una serie de cambios: pérdida de energía, menor elasticidad, fuerza y resistencia, mayor vulnerabilidad a las enfermedades y muchos otros factores a los que el adulto debe acostumbrarse.

En este período se produce algo comúnmente llamado “nido vacío”, etapa en la cual los hijos migran del hogar, un suceso que normalmente trae cambios positivos, ya que los adultos pueden dedicarse a sus propias necesidades, como actividades de ocio y fortalecimiento de sus relaciones interpersonales, lo que ayuda a generar un incremento en el bienestar y la satisfacción de los individuos (Lefrancois, 2001).

Sin embargo, aun cuando la partida de los hijos pueda representar un factor positivo en el bienestar de la adultez media, estos también se convierten en un determinante para su felicidad, ya que en esta etapa la preocupación por los hijos alcanza un punto máximo y los logros y fallos de los progenitores comienzan a formar parte de la satisfacción o la tristeza propia de los padres (Nurmi, 1994).

Por último, está la etapa de adultez tardía, comprendida a partir de los 60 años, en este período las personas alcanzan un estado más meditativo y filosófico, realizando un sondeo general de la vida y preocupándose por darle valor a aspectos como el fortalecimiento de los vínculos familiares y sociales, siendo esta la etapa en la que las relaciones interpersonales adquieren mayor importancia (Satassen-Berger, 2001).

Las mayores preocupaciones en esta etapa están relacionadas al cuidado de la salud, a la viudez, el fin de la etapa productiva y la visualización de la propia muerte, sin embargo, se ha encontrado que, a pesar de estos factores, la mayoría de adultos mayores aseguran sentirse satisfechos con su vida, es así como en un estudio realizado por (Stassen-Berger, 2001) encontraron que un 74% de los adultos mayores decía sentirse a gusto con su vida.

Las diversas etapas de la vida representan diferentes retos para los individuos, no obstante, cada una de ellas es necesaria para el normal ciclo de la existencia, el desafío está en otorgar a las personas unas condiciones de vida lo más dignas posibles, indagando en los factores que generan una disminución en su felicidad subjetiva, de tal modo que la calidad de vida en cada etapa sea mucho más satisfactoria.

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Abogado especialista en Derecho Empresarial
Magister en Economía Aplicada
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Redacción Minuto30

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