Para acertar, necesitamos actuar a conciencia, que es la capacidad de percatarnos de algo interno o externo. Esta propiedad es diferente al ejercicio de la misma y a aquello de lo que pensamos que es, que a su vez puede diferir de lo que en realidad es; podemos percibir o no, nuestra conciencia y solo de algunos modos: mientras requerimos de nuestro cerebro para enterarnos de la realidad, nuestra conciencia, que es espiritual, no termina de conocerse con algo inferior que es la materia.

Nunca dejamos de ser un misterio para nosotros mismos y tampoco abarcamos al Ser ilimitado cuya realidad explica la existencia de lo que, por estar constituido por partículas limitadas, o por haber tenido también un inicio,  no da razón por sí mismo, de su propio ser. “Por qué” es una de las preguntas más frecuentes y de la que depende comprender el “Para qué”.

Si no respondemos razonablemente a estas dos preguntas, corremos el riesgo de hacer cosas y tener el corazón cada vez más vacío, habríamos perdido el único  tiempo que teníamos para alcanzar lo realmente importante.

Las respuestas, que suelen ser completadas de modo gradual, principalmente con el ejemplo, el estudio, la coherencia, el cultivo de virtudes y el amor, se necesitan para ser consciente y actuar de modo razonable, como corresponde a un  ser humano según las perfecciones corporeoespirituales que lo constituyen.

La educación no crea la capacidad de percatarnos de nuestra conciencia, sino que facilita su mejor aprovechamiento, influye en el acierto de su uso, que es la concordancia entre los contenidos de la conciencia, los seres y su razón de ser, y los hechos.

Para acertar en el ejercicio de la conciencia hace falta contextualizar esta capacidad y sus actos propios, en el ser humano que es su propietario, en su unidad y totalidad, con la perspectiva de su existencia entera, desde el inicio de su concepción hasta su final biológico natural y su infinitud espiritual.

Esta gestión de sí mismo, respecto de lo que se es consciente, requiere también ejercer la capacidad de independencia corporal y espiritual, para aprender a gestionar lo que es susceptible de conocimiento y acción voluntaria.

La  independencia es gradual en la proporción de las capacidades de la persona para vivirla de modo responsablemente libre; es obsoleta una educación sin base antropológica con la que la persona se conozca lo necesario para acertar con su independencia.

También se requiere gerenciar bien los propios impulsos, para que no se queden en el nivel de una relación biológica de estímulo y respuesta, sino que se aprovechen para avanzar hacia el pleno desarrollo de la persona entera que, si tiene las necesarias características biológicas que sirven de ocasión, se propone intenciones, objetivos e intereses, que analiza y jerarquiza para acertar en sus decisiones y conductas, utilizando como principal referente lo que cada uno aporta al pleno desarrollo de sí mismo, aportando al de otros ser humanos, en cuanto personas. Para hacerse mejor persona se necesita relacionarse con otras, por eso la enseñanza en todos los niveles, incluye el buen cultivo de la amistad y la solidaridad.

La capacidad de percatarnos de la posibilidad de optar por lo que más conviene desear y hacer, para alcanzar el pleno desarrollo de sí mismo y de los demás, se llama conciencia moral y existe mientras tengamos uso de razón, pero puede ser fortalecida o empobrecida.

En la medida en que la conciencia sea más coherente con lo que se es y lo que más desarrolla a la persona, se avanza hacia el bien mayor, con cada decisión y acción, a través de la unidad entre los pensamientos, palabras y obras.

Estas experiencias positivas fortalecen una conciencia cierta -o con mayor grado de certeza-, aunque en el proceso de mejora personal y de profundización cultural en la Ética, para ser coherente en la vida moral, también hay momentos en que el grado de certeza no es completo; en este caso, se habla de conciencia probable, cuando se identifica cierta posibilidad de acierto, o de conciencia perpleja cuando hay alternativas de las que todavía no se sabe qué está bien y qué supondría no hacer de sí mismo la mejor persona que es posible lograr.

Cuando no hay coincidencia entre el pensamiento y la realidad, en temas de conciencia moral, y se puede solucionar este inconveniente, se tiene conciencia venciblemente  errónea.

Cuando de buena fe se concluyó que se pusieron todos los medios que se tenían para superar la ignorancia, pero no son suficientes, será una conciencia invenciblemente errónea, que es compatible con autocorregirse habitualmente, ser inteligente y tener un corazón dispuesto a obrar bien, pero a la persona le falta conocimiento o concordancia entre lo que piensa y la realidad.

Cada uno tiene el deber de corregir y el derecho a ser corregido y sancionado justamente, porque toda persona con uso de razón se desarrolla en la medida en que afirma libremente, con sus intenciones y obras, lo que constitutivamente ella es en sí misma. Un familiar, amigo, institución o Estado, que no corrige y sanciona las personas con entera justicia, les niega el derecho a este estímulo para su redireccionamiento hacia su pleno desarrollo, esto obstaculiza el desarrollo humano individual y social, y el de las generaciones futuras.

Respecto al tiempo, la conciencia moral es antecedente cuando una persona se plantea la posibilidad de lograr el mayor bien posible a través del ejercicio de su libertad; pero también se lo cuestiona de modo concomitante a la acción y de forma consecuente cuando aprueba o desaprueba, desde el punto de vista moral, lo que ha realizado.

La conciencia moral es el referente más inmediato para lograr la propia razón de ser, con el ejercicio de la libertad, para gerenciar responsablemente las demás facultades que constituyen a la persona humana y que tienen la finalidad de contribuir al logro de su plenitud temporal e infinita.

Hay personas que obran con buena intención, que no se percatan de que han tenido medios para cultivar una buena cultura ética y no lo han hecho suficientemente y que tienen una gran certeza de que está bien lo que en realidad son errores con los que han hecho daño a sí mismos y a otros. Y ante cualquier contradicción de sus esquemas mentales en temas de Ética, sienten que son víctimas e interpretan que en los demás les tienen fobia. Sienten que defender sus errores es reivindicar sus derechos e incluso cambian las normas sociales, alterando su texto o haciendo tras nuevas, para imponer sus errores a los demás, a veces con bastante éxito.

La conciencia cierta y la probable -después de poner los medios para enterarse bien-, y la invenciblemente errónea -mientras no es posible salir del error-, son buenos referentes de la conducta moral. En la situación de estas personas que tienen conciencia invenciblemente errónea, se precisa conocer el error de fondo en las acciones y omisiones no éticas, que viven o a las que incitan.

No es suficiente que cada uno decida como le parezca, hace falta que le parezca según el mayor acierto posible, por eso es necesaria una buena educación ética para todos.

Desde el punto de vista del análisis de la situación de la conciencia de esas personas, se denomina error ético material y sucede porque lo realizan sin que sean conscientes de su gravedad, sino que piensan que obran bien, por tener buena intención. Su conciencia es venciblemente errónea, si se les puede ayudar, para facilitarles que se redireccionen hacia su pleno desarrollo personal y el de otros. Es un derecho de cada ser humano recibir esa ayuda y un deber de quien pueda brindarla. Sería un error darle más importancia a lo que se tiene por cultura y es falta de ética, que a la persona, que siempre tiene derecho a que se me ayude a superar lo que obstaculiza su pleno desarrollo las perfecciones que la constituyen, que son objetivas, no productos mentales.

A veces, la repetición de conductas que son errores éticos materiales -prácticos-, lleva vínculos y compromisos morales que la persona valora tanto, que cuando se le explica qué es lo ético, acaba considerando un mal menor la obras que eran errores éticos materiales y realizan también  errores éticos formales, que son en  los que ese se es consciente del daño al desarrollo humano propio y de otros, y aún así se realiza la obra que está mal, a veces argumentando que es algo de la vida privada que no afecta a terceros. Se descentran del bien que son y lo subordinan sacrificándolo a sus deseos o a los de terceros; es una forma de esclavitud voluntaria, se atan al error de no cuidar siempre el bien que son, impidiéndose así ser buenos cuidadores de sí mismos, que es como se aprende a serlo de otros, y esto a veces se transmite por cadena intergeneracional, generando infelicidad y sufrimiento innecesarios, incluso puede volverse cultura universal.

En situaciones en las que la corrección sólo podría obtener el efecto de hacerles pasar de un error material a un error formal, por la escasez de cultura y desarrollo espiritual de la persona, con el consiguiente impacto en su inteligencia, voluntad y afectividad, se requiere ayudarle a que crezca en cultura antropológica y ética, y en virtudes, como medios necesarios para que se entere de la realidad, en vez de agarrarse material -física- y formalmente -en su conciencia- a su error, y se libere plenamente de este, que arremeta a la consecución del bien contradictorio al mismo, consciente de que, saliendo del error se hace capaz de ayudar a otros a evitarlo y de reparar todo el daño que haya hecho en sí misma y en los demás. Así se supera el error en la conciencia.

Los retos éticos no se solucionan con solo sentimientos y menos con normas basadas en mayor poder o en consensos a favor de la injusticia; es necesario utilizar las mejores capacidades de la propia racionalidad y el realismo de aceptar las consecuencias de adquirir cultura y de usar bien el pensamiento, haciéndolo coherente con las obras propias de una persona responsable consigo misma y con todos.

La conciencia venciblemente errónea no es un referente acertado de la conciencia moral, porque la decisión consiguiente a un error del que se es culpable por no haber puesto los medios para enterarse bien acerca de cómo hacerse mejor persona, y la respectiva conducta, son culpables en la proporción de los medios que se tuvieron y no se aprovecharon, para superar la ignorancia y el riesgo de error, con todas sus consecuencias.

También es una imprudencia decidir y actuar cuando se tiene conciencia dudosa, porque arriesgarse a lo que no hay un motivo inteligente para hacerlo, ya supone despreciar, no solo a sí mismo, sino también a los demás, respecto al mayor bien que se podría alcanzar.

No es razonable el planteamiento de que se tenga derecho a obrar mal en lo privado, con argumento de que no afecta a los demás: eso significa que no se tiene en cuenta que es el mismo cerebro con el que se actúa en lo privado y en lo público, y que se modifica con cada decisión y acción, generando tendencia a repetir lo que se hace; así se desprecia el bien que es uno mismo y se ignora la experiencia del modo como las personas cambiamos con nuestras decisiones libres, ratificada actualmente con la neuroética, en la que se evidencia la fuerza de la tendencia a repetir las acciones realizadas, sean acertado desacertadas; a medida que aumenta esa fuerza por el acostumbramiento a las mismas conductas contradictorias de lo mejor para que una persona logre su pleno desarrollo, le queda más difícil reconocer sus errores, pedir perdón a todos los afectados, rectificar, hacer una reparación completa y arremeter a hacer una y otra vez, las obras que necesita para hacerse mejor persona, hasta habituarse a realizarlas, siempre con una intención recta y bien hechas. Conociendo el cerebro, se puede hacer un aprovechamiento más completo de sus capacidades cada decisión y acción (https://www.youtube.com/watch?v=VzrK1n2aHus&t=440s)

La conciencia actual concluye sobre la moralidad de una acción concreta y la conciencia habitual es más profunda, hace referencia al modo en que la persona entera se compromete, en la perspectiva de su vida espiritual -infinita- y su vida biológica, ambas en la unidad de su ser, con la consiguiente resonancia de su sensibilidad entera, en lo que concluye con su inteligencia sobre lo que se identifica, también afectiva y voluntariamente, como lo más acertado.

Si se toman decisiones en la conciencia moral, centradas en el bien que es cada ser humano y en que quien tenga uso de razón tiene por tarea de su vida procurar el pleno desarrollo de sí mismo y el mayor aporte que puede hacer a los demás, se vive la ética de la primera persona, en la que se reconoce que todo ser humano es un bien mayor que todo lo que surge en él o en otro de su especie, porque un todo es mayor que la suma de sus partes, que las tendencias de estas y los actos correspondientes a las mismas.

En cambio, la ética de la tercera persona es la pretensión de basarse en un referente externa distinto al Autor de los seres limitados, pero usando un poder de dominio como si se le remplazara a Él. En la ceguera que padece un ser humano cuando renuncia a su referente externo objetivo, la tercera persona abarca también, como si fuera igualmente ético, lo que no lo es porque no contribuye al pleno desarrollo de cada ser humano durante su ciclo vital completo. En este caso se absolutiza cualquier parcialidad, denominando derecho al mero deseo, imaginación, preferencia, tendencia cuatro fenómeno surja en quien es humano, y se da más importancia a referentes externos a sí mismo, como a las normas sociales, separando la unidad que es la persona, como realidad individual y a la vez social.

Como efecto, la persona termina absolutizando su parecer o tendencia, o esclava de otros, también cuando le ponen falsa confitura de libertad a sus imposiciones, que pueden sintetizarse en la estrategia de argumentar, con las excepciones, lo que son desde el punto de vista racional, lesiones al derecho fundamental humano al pleno desarrollo corporeoespiritual. Con la opción de la ética de la tercera persona  se sobrevalora, aplicando también al espíritu humano, la tendencia al dominio biológico que caracteriza esta interpretación no coincidente con la Antropología actual, llegando el extremo de señalar como derecho lo que daña las perfecciones constituyentes de seres humanos.

La ética de la tercera persona incapacita para pensar en el bien de la totalidad del propio ser en su vida entera y con esa miopía queda difícil rectificar, inutiliza la razón práctica por falta de prospectiva debida el pobre e conocimiento de sí mismo. No basta desear, hace falta contextualizar el deseo conociendo su propio dinamismo y a la persona en que se origina y que, de modo responsablemente libre, debe poner los medios para acertar en lo que hace con sus deseos.

Es voluntariamente como se mueve la acción práctica de la inteligencia para encontrar la contextualización acerca del origen, modo y fin o razón de ser del deseo mismo, y una vez se decida qué hacer con él, los medios para ponerlo por obra, o para centrarse de otro modo en el mayor bien, que es en lo que consiste la prudencia, con la que se acierta en la proyección intelectual y la conducta voluntaria, actitudinal y física, para que la persona se dirija a lo realmente necesario: lo que le hace mejor persona, lo demás es la ocasión.

Viviendo esta retroalimentación se crece en experiencia moral, que enriquece los referentes teóricos de la buena conducta, para que la conciencia sea cada vez más recta o verdadera y cierta, requisito necesario para desarrollar virtudes y alcanzar el pleno desarrollo humano con el que se es más capaz de acertar, además de consigo mismo, en los valores, principios y la regulación normativa de la convivencia entre seres humanos actuales y futuros, y la normatización de lo que más favorece su entorno natural y artificial.

Pretender regular y programar la vida de relación con otros seres humanos, sin conocerse y vivirse coherentemente, es sesgarse dando más importancia al deseo que al necesario conocimiento y valoración de sí mismo, del que depende el acierto en la relación con los demás. La conciencia moral bien educada, es necesaria para asegurar el éxito en el ejercicio de la libertad, la libera del error mientras se tenga uso de razón.

La Ética es un conocimiento adquirido de modo sistemático, sobre el autogobierno de la libertad. Si queremos fundamentar el desarrollo social en el de cada miembro de la comunidad, necesitamos una formación antropológica y ética que facilite que cada uno, mientras tengo uso de razón, crezca como persona, del modo que es propio en la vida familiar y de la forma que corresponde en las instituciones educativas y demás entornos culturales.

El saber no se impone, sino que se expone respetuosamente, es una referencia que orienta las deliberaciones de cada uno en su intimidad, para examinarlas con el mayor acierto posible, aplicando una sana autocrítica constructiva, contextualizando con las experiencias propias y ajenas, previendo las consecuencias que un determinado comportamiento puede tener para nosotros, otros seres humanos y el entorno, y retroalimentando mutuamente el conocimiento y la praxis, dando como efecto la experiencia moral y la virtud, necesarias para la madurez personal. Así es mejor recibido para ser aprovechado en la formación de la conciencia.

Lo ético es obrar siempre a favor de nuestro mayor bien o perfección en cuento humanos, según nuestro origen y razón de ser o sentido de nuestra vida, deducible de las perfecciones corporeoespirituales que nos constituyen.

Entre quienes más deberían estudiar Ética están los padres de familia o quienes quieran prepararse bien para serlo. Ellos y los demás educadores, por la indefensión de los menores y los demás frágiles, la obligación paterno y materno filial, la dependencia y la confianza recibida, tienen la responsabilidad de ser los primeros formadores de la conciencia y cultivar la fortaleza del buen amor, para corregir siempre que haga falta.

Si alguien piensa que obra bien cuando en realidad lo hizo mal, se le debe corregir respetuosa, delicada, diligente y oportunamente, según las capacidades de comprensión de cada uno, para que cambie desde una conciencia falsa a una verdadera según el referente de las perfecciones constituyentes de cada ser humano, que se le explican.

Es tan importante que las intenciones, decisiones y acciones, se realicen a conciencia, porque en ellas nos jugamos siempre nuestro mayor bien, el de los demás incluyendo a las generaciones futuras, y el del entorno natural y artificial, necesarios para cada ser humano.

 

 

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Redacción Minuto30

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