Desde 1972 el Club de Roma publicó el informe “Los límites del crecimiento”, donde se advertía sobre la imposibilidad de sostener un alto crecimiento demográfico con un crecimiento económico significativo por los limitados recursos naturales disponibles y las necesidades de la enorme población mundial.

Este informe –vuelto a publicar en 1992 y 2004-, prendió las alertas de Naciones Unidas sobre el cambio climático, la excesiva concentración de dióxido de carbono en la atmosfera y la imperante necesidad de apostarle a energías renovables.

Alertas no tomadas en serio por la comunidad internacional e ignoradas en países como EE.UU., donde su Presidente afirmó que se trata de cuentos chinos.

En consecuencia, no fue extraño que el Protocolo de Kioto fuese tomado a la ligera por la mayoría de países desarrollados que no sólo son altamente contaminantes, sino densamente poblados. Motivo por el cual, países como Colombia y regiones como América Latina necesitarán mayor conciencia sobre el momento histórico que estamos viviendo.

Un momento que demanda más cuidado de las fuentes hídricas existentes, reciclar como clave para no abusar de los recursos naturales y por su puesto la reducción de los índices de natalidad: NO podemos seguir reproduciéndonos al ritmo del siglo XX, ni seguir tomándonos a la ligera la educación sexual y reproductiva.

Urge que las nuevas generaciones sean conscientes del impacto ambiental negativo de cada nuevo humano sobre la Tierra y entiendan que engendrar supone ser responsables de cientos de potenciales nuevos seres que seguro también tendrán descendencia. Además, no estamos en una época donde sea necesario o económicamente viable tener familias numerosas.

Cabe señalar, que si bien el relevo generacional es fundamental para mantener las economías del mundo fuertes, los sistemas de pensiones funcionales y los países “jóvenes”, desde una percepción ética y filosófica del asunto, vale la pena reconsiderar para qué nos reproducimos. Después de todo, aquí y en cualquier parte del mundo hay miles de niños a la espera de ser adoptados, animales domésticos en las calles y ancianos necesitados de atención.

Adicional a todo lo anterior, en el mundo actual la esperanza de vida es alta, la tasa de mortalidad baja y la natalidad crece sobremanera en continentes como África y Asia, que sin políticas de planificación familiar efectivas y con un acceso limitado a métodos anticonceptivos, amenaza con aumentar la pobreza, delincuencia y hambrunas a nivel global.

Dejemos de lado cuestiones de índole religiosa o moral, y entendamos que la realización personal no necesariamente debe estar ligada a la conformación de una familia. De igual manera, pensemos en las otras especies de habitan el planeta, la seguridad alimentaria de las futuras generaciones y la reducción de nuestra huella de carbono. No es justo que cada día se extingan 150 especies de animales, la mayor pérdida biológica desde la extinción de los dinosaurios.

@Will95H

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Redacción Minuto30

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