Llevo ya casi 50 años de estar recorriendo las calles, alcantarillas y barrios marginales de Bogotá y de varias ciudades de Colombia, y he visto todo tipo de situaciones desgarradoras e inhumanas contra nuestros niños y niñas, muchas de ellas que parecen extraídas de una película de terror y de ciencia ficción. Lo mas denigrante de todo esto que he visto, es que detrás de cada dolor, de cada tristeza y de cada acto irracional salvaje que hay contra nuestros niños, siempre hay un componente en común, que hace que estas situaciones se detonen, y es la supuesta ¨familia¨ como la gran protagonista, ya que ella misma es la que destruye y vulnera los derechos inalienables de nuestros niños. Adicional a esto, el resto de la sociedad, que también es corresponsable en la protección de los niños, tiene tal nivel de inconsciencia, insensibilidad y apatía, que en lugar de ayudar a proteger a los menores, la convierten en cómplice implacable, fría y silenciosa.

La ley nos dice que en ningún caso el ejercicio de la responsabilidad parental (padre y madre) puede conllevar violencia física, psicológica o actos que impidan el ejercicio de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, lo que como teoría es acertado y totalmente cierto, pero cuando llevamos esa ley a la práctica, lo que vemos en muchísimos hogares es totalmente lo contrario.

Es por eso, que en la calle encontramos todo tipo de niños, adolescente y adultos viviendo bajo las garras implacables de la droga y el hampa, tratando de sobrevivir, ya que prefirieron salir de sus ¨hogares¨ a ¨refugiarse¨en las calles, ya que sentían que no podían continuar siendo víctimas de las violaciones, maltratos y golpizas propiciadas por sus madres, padres, padrastros, hermanos, tíos o abuelos.

Vemos hoy un caso mas, dentro de todos los que se presentan a diario, que ha estremecido a muchas personas y que nos recuerda crudamente la gran fragilidad de nuestros niños. ¿Será que el caso de Sara Sofía, aquella niña de 2 años que desapareció del núcleo de su familia y donde la investigación apunta a que su madre esté involucrada en su desaparición, está sucediendo para que podamos despertar nuestra sensibilidad social? ¿Será que es un campanazo para que seamos mas humanos y para que el gobierno, los medios de comunicación, las religiones, los políticos y las instituciones educativas tomen una parte mas activa en la prevención de estas atrocidades?

¿Será que podemos inspirar a aquellos padres y madres, que llevados posiblemente por la desesperanza, el miedo y la desesperación por la miseria e ignorancia en que la viven, para que comiencen a ver a sus hijos como el gran tesoro que son y no como el estorbo en el que los convierten? ¿Cuándo será que estos padres y madres entenderán que la violencia trae mas violencia y que para educar verdaderamente a un niño, no se necesita sino del arma mas poderosa, que es el amor y eso solo se logra con el ejemplo inspirador y coherente?

Solo cuando al unísono la sociedad, el estado y las familias actuemos verdaderamente pensando en el bienestar integral del niño y lo eduquemos en el amor, no tendremos que castigar y rehabilitar al criminal del mañana.

Espero que este caso de Sara Sofia, que ha robado la atención mediática, sirva para inspirar a miles de familias a proteger desde el amor a sus niños; al estado para ser cada día mas estrricto con las familias disfuncionales, no dejando que niños que abandonan sus hogares porque son violados y maltratados, regresen a esas familias tóxicas y despiadadas, sin que ellas hayan realizado una rehabilitación verdadera, y a nosotros como sociedad a dejar de ser apáticos, permisivos e insensibles, al no denunciar aquellos casos de maltrato infantil que tenemos ante nuestros ojos.

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Redacción Minuto30

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