Kankio Tannier, es una mujer de origen francés, que se autodefine como como una monja budista zen y hace poco publicó un libro que se llama “La magia del silencio”. La ideas centrales del libro son claras: la invitación que hace a las personas para que se dediquen más tiempo a sí mismas y en ese orden para que encuentren esa calma para dejar a un lado el estrés; la posibilidad, no de abandonar totalmente la ciudad, porque hay asuntos que deben atenderse en ella, pero si para en lo posible estar el mayor tiempo posible en contacto con el campo y disfrutar y aprovechar de sus bondades, que no son pocas; a aprender a utilizar las herramientas tecnológicas, porque como ella misma dice, la internet es importante pero hay que hacer un uso racional de ella y afirma que en algunos casos, por diversas razones, las personas se vuelven prisioneras de ellas, como por ejemplo, de los dispositivos móviles; se refiere también a lo que ella llama “consumismo sufrimiento”, para llamar la atención sobre la adquisición de productos, muchos de ellos elaborados en Asia y en otros lugares donde las condiciones de los trabajadores son terribles: viven en la fábrica, duermen en el lugar de trabajo, muchos de ellos mueren jóvenes.

Y es que sin proponérnoslo o haciéndolo conscientemente con muchas de las acciones cotidianas que desarrollamos nos hacemos daño a nosotros, a otras personas y al medio ambiente. Regalarle a un niño menor de 13 ó 14 años un teléfono celular, un computador u otro dispositivo de última tecnología es hacerle un daño bien grande, así haya quienes digan que el niño lo necesita para llamar del colegio a su padres o para hacer las tareas en la casa. Si algo pasa en el colegio, de allá llaman inmediatamente a los progenitores del menor; como normalmente un muchos hogares hay un computador, ese puede ser utilizado para realizar sus tareas, actuar en sentido distinto es volverlo adicto a estos aparatos y por ende alejarlo del entorno familiar, porque ya no va a querer compartir hasta lo más elemental con la familia y va a descuidar su deberes en la casa y en el colegio.

El consumismo es otro mal que cada día crece. No son pocas las personas que sin necesitar o sin poder se hacen a un carro último modelo, a joyas, prendas de vestir y tantos otros artículos que en lugar de hacerles fácil la vida, se las complica o se las hace engorrosa, sumado a ello, se sigue deteriorando el medio ambiente, el cual ha sido una asignatura que la gran mayoría de los países no ha querido cursar y la dejan para luego, cada vez más la naturaleza hace de las suyas y cada vez más la humanidad sufre esos rigores. Cuándo habrá conciencia.

Si hace algunas décadas familias enteras se venían a la ciudad, porque en ella es donde estaba el futuro, en la actualidad el fenómeno es a la inversa: no son pocos los que se buscan un lugar fuera de la ciudad, preferiblemente campestre, para vivir no solo más tranquila, sino más sanamente. No se discute que en la ciudad hay oportunidades de estudio, de trabajo y de hacer empresa que en el campo muchas veces no se encuentran, pero la contaminación de todo tipo, el ruido, la dificultad para desplazarse de un lugar a otro por el excesivo tráfico vehicular, la inseguridad, la carestía de vida, entre otras razones, ha hecho que muchas personas literalmente huyan al campo, aun a costa de sacrificar beneficios como un buen salario, tener que dejar su trabajo y esperar unos pocos meses o años para jubilarse, porque el tedio, la rutina y en ocasiones las dolencias que se adquieren en un ambiente tan complejo como el citadino no da más espera, o incluso, separarse de sus hijos ya criaditos para que ellos continúen en sus quehaceres laborales o académicos, mientras su padres se van a descansar y sin duda a tener mejor calidad de vida. Así se han vuelto estos tiempos y cada día serán más difíciles las condiciones de vida en la ciudad, por eso estaría bien tomar uno o varios consejos dados por la autora del libro, de seguro nos harán mucho bien.

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Redacción Minuto30

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