Por Edgar Artunduaga

El senador Roberto Gerlein Echavarria, con 40 años en el Congreso colombiano (el más veterano, por no decir el más viejo de todos) piensa que el Presidente Santos no sólo se está lavando las manos por los errores del gobierno con la reforma a la justicia, sino que peligrosamente está enfrentando al Congreso con la opinión pública, “echándosela encima, para disminuirlo, para quebrantarlo, para quitarle representatividad, para que la gente nos desprecie políticamente”

Por Edgar Artunduaga

-“Yo no creo que eso le convenga a Colombia”, subrayó Gerlein, conservador, costeño, miembro eterno de la comisión primera, de asuntos constitucionales, orador brillante e inteligente, aunque señalado por muchos como “clientelista” y gobiernista de todos los gobiernos, en beneficio suyo y de su familia.

Gerlein considera injusto lo que está pasando:

-“La liebre saltó desde donde menos se pensaba:, saltó desde el Palacio Presidencial y las cosas se volvieron turbias, complejas, inoperantes, maltratando el ya maltratado perfil del Congreso. Yo estoy seguro de que lo que estuvimos haciendo, le sirve a Colombia”, una voz solitaria en la defensa del Congreso, vapuleado por estos días con mayor reciedumbre.

¿Y qué dice del zarpazo de la Comisión de Conciliación y los muchos micos en el proyecto?

Hubo un solo artículo que podría no gustarle a los juristas, el tema de los aforados. Lo demás ha sido bullaranga, un término costeño. No entiendo cómo terminaron poniendo al Congreso con las manos arriba y contra la pared.

¿Hay mucho odio contra el Congreso, empezando por el Presidente?

A mí no me cabe la menor duda de que en esta oportunidad el Presidente está contra el Congreso, injustamente porque ha aprobado leyes importantísimas, para la vida social, para la tranquilidad de Colombia.

Y el Presidente de la República, el Presidente Santos, ha tenido más apoyo del Congreso, que nadie. Tiene la Mesa de la Unidad, donde discuten previamente todos los proyectos que van a ser llevados a consideración.

Todos los proyectos del gobierno han sido estudiados a profundidad, han sido reformados en consenso con los ministros, y han sido aprobados con el aplauso del gobierno. De pronto el Presidente cambia de opinión, le da la vuelta al tema y resulta el más duro crítico del Congreso. Eso yo no lo logro entender.

¿Está siendo desleal con esa buena relación el Presidente Santos?

El Presidente no ha sido recíproco. No tenía necesidad de salir a la televisión a las 11 de la noche, bajándose del avión y saliendo a Palacio, a llamarle la atención a los colombianos sobre las monstruosidades del parlamento. Yo no lo había visto en varios lustros.

El Presidente habría podido tranquilamente escribir las objeciones que quisiera y mandarlas al Congreso, para que las estudiara. Y si quería convocar a sesiones extraordinarias, también habría podido hacerlo, aún cuando muchos colombianos, muchos juristas, muchos abogados, pensamos que no se deben discutir reformas constitucionales en sesiones extraordinarias.

Aquí hay dos situaciones: una situación de derecho y una situación de facto, o sea una situación política. La de derecho se colige de mirar los textos constitucionales y éstos dicen que el Presidente no puede publicar el proyecto, no habla de objetarlo. Primera situación metajurídica.

Segunda situación: más allá del derecho, el Presidente convoca sesiones extraordinarias para discutir un procedimiento constitucional, cuando en la Constitución dice que este tema es exclusivamente de sesiones ordinarias. Si el Presidente publica la reforma o le dice al presidente del Senado “yo no quiero publicarla, hágalo usted”, esta discusión se habría producido.

Hay una situación de enfrentamiento, provocando al pueblo con el Congreso, originando tensión entre la comunidad y el Congreso, incitando a clausurar el Congreso. Para ponerlo en los términos más cordiales posibles, no es conveniente y es fruto de la inamistosa postura del ejecutivo, frente a la Cámara y el Senado de Colombia.

¿Se plantea a partir de aquí un distanciamiento de esas relaciones, ejecutivo Congreso?

No sé. La verdad es que no tengo un criterio sobre el tema, pero no creo que la actitud del Presidente permita unas relaciones que deberían ser fluidas, cordiales, amistosas.

Esa coyuntura es malévola, perjudicial y es compleja. Se va a necesitar de mucha actitud política, para volverla a arreglar.

Una cosa es la buena relación entre Congreso y ejecutivo y otra cosa es la complicidad…

Por supuesto que no. El Presidente no tiene que ser cómplice de nada. El Presidente tiene su fuero y que lo ejerza, pero no significa que haya que ejercer el fuero contra el Congreso.

Acuérdese el episodio del Presidente Ospina Pérez frente al partido liberal, cuando el partido quería enjuiciarlo, para posesionar al primer designado que era el Doctor Eduardo Santos. Ospina mandó a cerrar el Congreso, que estuvo cerrado por muchos años. Si así miramos, a través de la historia, son muchos los enfrentamientos Congreso-Presidente y han sido desastrosos para el Congreso.

El asunto es que si el país quiere tener democracia…hay que apagar este incendio. Lo demás es una equivocación política fundamental.

¿El Congreso de la República se ha convertido en el trompo de quiñes?

Se ha convertido, no de ahora sino de muchos años, como dirían los bogotanos, en el trompo de poner, el que recibe los golpes. Es que alguien debe pagar los platos rotos de la pobreza. El Congreso no tiene capacidad de retaliación, al Congreso se lo puede denigrar, calumniar, se lo puede escupir y no hay doliente, nadie se acuerda de la personería del Congreso, para defenderlo.

Es muy fácil denigrar del Congreso, pero hacerlo contra el Presidente o contra un ministro o contra un gobernador suscita enorme respuesta. Lo mejor para la gente y lo más fácil y lo que no necesita inteligencia ni estudio, es denigrar del Congreso.

La prensa, la radio, la televisión, el profesor, todo el mundo, le da codazos al Congreso. Recientemente en 1991, el Presidente Gaviria, por un decreto de estado convocó a una constituyente y cerró el parlamento.

Pero el día que cierren el Congreso, darán el primer paso para cerrar posteriormente los medios de comunicación. Aquí lo que está en juego, es la posibilidad del pueblo de tener a través del Congreso, comunicación con el Estado, comunicación con la opinión, para conocer las deficiencias en el manejo institucional del país. No es bueno para Colombia carecer de Congreso.

¿El Presidente Santos se fue por la más fácil, cascarle al Congreso?

Así es. Se fue por la más fácil y se fue con televisión, se fue con críticas profundas, se fue con drama. Eso ha causado dificultades terribles para el parlamento.

¿En su opinión, cuál es el futuro inmediato?

-Tengo preocupación. Me da la sensación de que el Congreso puede estar caminando injustamente por las goteras de la disolución. Desde luego, quienes afirman, no tienen conocimiento del texto de la reforma sino que no simpatizan ni con la institución del Congreso ni con los congresistas, entonces podríamos estar en una situación compleja frente a la opinión pública y frente a otros estamentos del Estado.

¿No dio papaya el Congreso, con los micos en la reforma a la justicia?

Es posible que el texto de la conciliación, tan criticado y tan ignorado, pueda habernos granjeado una opinión desfavorable entre los colombianos, pero la reforma tiene muchas cosas buenas, que valdría la pena preservar.

Trae una serie de disposiciones que agilizan la marcha de la justicia. Le incrementa el período a los miembros de las altas Cortes, lo cual le da tranquilidad, seguridad, a la jurisprudencia constitucional. Hundir la totalidad de la reforma no le sirve a la nación para nada.

¿Usted defiende el Congreso y también la reforma en cuestión?

No es extraño que defienda el Congreso, soy congresista. Estoy diciendo es que la reforma no es mala. Puede que a la gente no le guste el Congreso, que deteste a los congresistas, pero eso no significa que la totalidad de la reforma a la justicia, sea repudiable, porque no lo es.

El Congreso y el país hubieran ganado muchísimo si el Presidente resuelve estudiar más, con más detenimiento con sus asesores, el texto completo de la reforma, y hubiese quitado esos acápites que -al pensar del Jefe del Ejecutivo- son inconvenientes, creo que hasta horripilantes.

Tengo mis dudas y muy serias dudas de que sea constitucional objetar por inconveniente, por inconstitucional o por cualquier razón, un proyecto o una reforma, cuando la competencia presidencial se rehúsa a publicarla.

¿Se equivoca el Presidente Santos al presionar el hundimiento de toda la reforma?

Sí y no. Se ha montado un incendio y hay una oleada mediática contra el Congreso. Si no se toma por parte del Congreso una decisión que apague el incendio, el país no va a tener tranquilidad institucional ni tranquilidad jurídica.

No creo que se pueda aprobar una Constitución contra el querer de las personas que van a vivir bajo el amparo de la misma.

Los caminos están trazados, están señalados, hay que aceptar las objeciones presidenciales, porque si el Congreso las rechaza, la situación se vuelve todavía más desastrosa, inmanejable. Estamos enfrentados a la posibilidad de otro choque de trenes, donde siempre pierde el parlamento.

En Colombia, la estructura del poder, a mí modo de entender las cosas, se expresa de la siguiente manera: en la cúspide está la Embajada Americana, en el siguiente renglón están los ricos, después los medios de comunicación, más abajo el Presidente de la República y las Cortes.

El Congreso no aparece en el mapa de la estructura de poder. Por cualquier cosa lo maltratan y eso no es nuevo. En 1852, si mi memoria no me es infiel, cuando se  trataba de elegir al Presidente José Hilario López, uno de los congresistas presentes era el Doctor Mariano Ospina Rodríguez. Él pronunció una frase que todavía recuerdan los historiadores colombianos. Siendo Conservador, dijo que iba a votar por José Hilario López, para evitar que asesinaran al Congreso. Yo haría una parodia de esa frase y diría que para salvar la existencia del Congreso, hay que tomar las objeciones o las observaciones presidenciales.

¿Y qué me dice de los bandidos que hay en el Congreso, porque los hay?

Bandidos los hay en todas partes, en todas las instituciones. Por eso es que hay un decálogo dictado por Dios, y un código penal, lleno de conductas tipificadas. Ese código penal y ese decálogo, no lo hicieron para el Congreso de Colombia, lo hicieron para los 46 millones de colombianos.

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Redacción Minuto30

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