El legado de los genios no es solo industrioso, también es lección de vida. Hace más de 200 años nació Robert Bunsen, inventor del mechero que lleva su nombre. Para quienes nos formamos en áreas como las Ciencias Químicas tiene enorme significado. El mechero Bunsen le dio la vuelta al mundo y se ha convertido en herramienta imprescindible en la industria y los laboratorios. La pasión por la investigación y la ciencia del alemán nos ha marcado a tantos de sus admiradores.

Años más tarde nacería el maestro de la productividad y la perseverencia: Thomas Edison. La cantidad de cosas que inventó es asombrosa: 1093. Mucha gente adjudica la capacidad de Edison a su genio creativo. Él la atribuía al arduo trabajo. El inventor declaró: “Genialidad es 99 por ciento de transpiración y uno por ciento de inspiración”. Pero su éxito fue también el resultado de una tercera condición: actitud positiva al extremo.

Edison era un optimista que veía siempre lo mejor en todo. Cuando necesitó cerca de diez mil intentos para descubrir los materiales adecuados para la bombilla, no los vio como fracasos. Con cada uno aprendió la manera de no hacerlo y por ello se acercaba más a una solución. Su creencia se puede resumir en esta declaración: “Muchos de los fracasos de la vida le ocurrieron a las personas que no se dieron cuenta cuán cerca estaban del éxito cuando se rindieron”.

Quizá la muestra más notable de la actitud positiva de Edison puede verse en la manera como enfrentó una tragedia cuando estaba cerca de sus 70 años. El laboratorio que había erigido en West Orange, era famoso en el mundo. La edificación era más grande que tres campos de fútbol. Esta fábrica de inventos se convirtió en modelo para la investigación y la manufactura moderna. Edison adoraba ese lugar. Pero un día de diciembre de 1914 se incendió. Su hijo mayor el primero en percatarse lloraba por el dolor que padecería su padre. De manera asombrosa Edison llegó a consolarlo: “Hijo no te preocupes, se quemaron nuestros errores. Más bien llama a tu madre. Ella
nunca verá otro incendio como este”.

La mayoría de personas se habrían abatido (algunos suicidado), Edison no. Después de la tragedia dijo: “Tengo 67 años pero no soy demasiado viejo para empezar de nuevo. He pasado por muchas cosas como esta”. Reconstruyó el laboratorio y estuvo trabajando otros 17 años. En una ocasión comentó: “Tengo muchas ideas pero poco tiempo, tan solo espero llegar a vivir 100 años”. Murió a los 84 años. Si Edison no hubiera sido una persona tan perseverante y positiva no habría tenido éxito como inventor.

Hoy al evocar el natalicio de un grande como Bunsen, recordamos una de las mejores lecciones de Edison: “El fracaso es en realidad un asunto de vanidad. Las personas no trabajan duro porque, en su vanidad imaginan que triunfarán sin hacer ningún esfuerzo. La mayoría de los individuos creen que despertarán algún día y encontrarán de pronto que son ricos. En realidad tienen la mitad de la razón: eventualmente si despertarán”.

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Redacción Minuto30

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