Fos-foro-fó, ¿quién se peyó? Juanita Villegas que en esto llegó; fue a la cocina, batió un chocolate, le supo a carate, y no lo bebió”. Encontré este estribillo en el libro “Folclor, costumbres y tradiciones colombianas,” de Javier Ocampo López, de inmediato vinieron a mi mente mis hermanos y compañeros de escuela a quienes les escuché este estribillo, cómo olvidar que eso era lo más vulgar o grosero que se oía cuando un mal olor sofocaba el ambiente terrenal, y es que las malas palabras o groserías no estaban permitidas en aquella pretérita infancia.

Recuerdo también de mi niñez, que el haber nacido de último en el seno de una familia pobre y numerosa, me llevó a ser el heredero de la ropa usada de mis hermanos mayores, ropa que lucí con orgullo, sin prejuicios o incomodidades, bueno, no era el único, creo que era algo acostumbrado por aquella época, al respecto conviene decir que nuestros ancestros tenían muy claro que ser pobre no era sinónimo de suciedad, uno podía ser pobre y remendado, pero muy aseado.

Al mismo tiempo que leía a Javier Ocampo López, releía a Dominique Laporte (1949-1984), reconocido escritor y psicoanalista francés, quien entre múltiples ensayos, poemas y conferencias, nos dejó un libro cuyo título puede sonar extravagante, algo excéntrico o molesto, pero, sin lugar a dudas un texto fantástico, “Historia de la Mierda”, un libro que en términos de lo político, lo social y lo antropológico deja muchas cosas por discutir y aprender.

Inicialmente, el autor explica cómo en la Francia del siglo XVI, el rey Francisco consagra el uso del francés para la administración del Estado, fue así como en los edictos del rey se empezaba a ver la limpieza de la lengua francesa, es decir, limpia de extranjerismos o palabras raras.  Pero no se refiere solo a la lengua, sino que también da cuenta de la suciedad que vivía París y sus alrededores en aquellos años antihigiénicos.

Cabe señalar que, intrigado por el tema del aseo en los europeos, empecé a consultar libros, ensayos y videos para trabajar con los estudiantes en clases de antropología, y, me di cuenta que en la baja Edad Media, los baños y la higiene brillaban por su ausencia, en aquellos olorosos años era usual la existencia de baños públicos, donde hombres y mujeres sin prejuicio alguno, acudían una o dos veces al año.  

Por otro lado, el clero y la nobleza hacían del baño un festín, esto porque mezclaban su desnudez con bebidas y comidas, para ellos, un día festivo. Algunas familias que podían acceder a una bañera, acostumbraban bañarse también dos veces al año siguiendo el orden familiar, primero el padre, luego los hijos varones por orden de edad y luego las mujeres en su respectivo orden cronológico, ah, el agua no se cambiaba.

Como si fuera poco, en los meses de mayo y junio, cuando se acercaba el verano, las parejas aprovechaban para casarse y, ante la persistencia de los malos olores corporales, la mujer llevaba, camino al altar, un ramo de flores (yugo) a la altura de la cintura, mientras que la iglesia era adornada con azucenas, jazmines y rosas, además de plantas aromáticas e inciensos que hicieran más soportable el ambiente. Afortunadamente, el yugo hoy es una decoración más, otrora era una necesidad.

Ante la no existencia de inodoros, la gente hacía sus necesidades en pequeños recipientes que luego botaban por la ventana, pero para evitar accidentes, el rey dio la orden de hacer las necesidades fisiológicas en las afueras de la casa, algo así como en la acera, ya que en las tardes pasaba una carroza a recoger las inmundicias por toda la comarca.

Ante este panorama de basuras, aguas infectadas, excrementos y muchos desperdicios más, todo se agravó cuando el Papa Gregorio IX, bajo bula papal, afirmó que los gatos negros eran una representación de Lucifer, fue entonces el momento propicio para que no pocos decidieran matar a casi todos los felinos, lo que provocó que Europa se inundara de ratas, llevando en sus lomos las pulgas que transmitían la peste negra, la peor pandemia que ha vivido la humanidad.

Debo admitir que cuando leo y preparo mis clases con un tema como este, me siento orgulloso de saber que hemos avanzado en términos de limpieza y algo más. Me preocupa saber que aún, en las mejores ciudades, hay gente que carece de un recurso tan vital como el agua.  Ojalá que esta pandemia nos deje como lección la necesidad de mantener unos servicios públicos de acueducto y alcantarillado para todos sin distingo de estrato y un sistema de higiene y salud que coadyuven a mantenernos sanos.

Pd: Habiéndome quedado muchas anécdotas por contar, recomiendo la lectura de Dominique Laporte.

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Redacción Minuto30

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