Las más grandes y poderosas transformaciones comienzan a menudo de manera sorpresiva y casi silenciosamente, ocultas en las batallas que los hombres deben dar para sobrevivir. Y ello, al parecer, está ocurriendo en el mundo cuando nos encontramos enfrascados en dar la lucha por sacudirnos de una temible infección que ha puesto de rodillas a los países más poderosos del mundo, supuestamente con los sistemas de salud más avanzados del planeta.

Le llaman Covid 19 (C19), una especie de segunda versión ‘mejorada’ de un virus aparecido en el 2002: el SARS (Síndrome Agudo Respiratorio Severo). Su inédita capacidad ‘amigable’ por los alvéolos respiratorios, lo convierte en uno de los más poderosos gérmenes conocidos que se diseminan con facilidad entre los humanos. Y justamente ello ha obligado a tomar medidas de autocuidado tan extremas, que jamás se aprendieron en los más encopetados centros educativos o en las familias ‘bien’ constituidas.

El C19 nunca estuvo en los presupuestos pensados, ni siquiera de la Organización Mundial de la Salud (OMS) o en los más sofisticados sistemas sanitarios del planeta, hoy doblegados y exigiendo revaluar el concepto de la ciencia, aquella que de forma altamente eficaz es capaz de provocar las más grandes transformaciones para construir seres humanos con gran calidad de vida, genuinamente magnos y sabios. Lo anterior obliga a replantearlo todo y a mirar miles de años atrás para redescubrir la esencia de la verdadera sabiduría.

Sin embargo, de una enfermedad pública angustiante y sus efectos en el comportamiento humano al ordenar su aislamiento preventivo, se extraen conclusiones que nos aleccionan como personas, como seres, como humanos.

Sin salud, absolutamente nada tiene sentido. La higiene y todas las medidas de autocuidado que de forma decidida hemos promulgado desde hace años como un evangelio deberán ahora quedarse para siempre. Son obligatorias para mejorar los índices de salud y protección frente a un agresor como el C19. En un país con el 50% de sobrepeso y un tercio de obesos, con un alto nivel de sedentarismo y descontrol de enfermedades crónicas, los infectados se vuelven presa mortal y de hecho, allí están la mayoría de defunciones. Estar en muy buena condición física ya no será recomendación, sino obligación, de allí que tomen relevancia la necesidad de una mayor actividad aeróbica y una mejor funcionalidad corporal.

Las herramientas tecnológicas (TICs) permitirán reflexionar sobre su poder para generar comunicación y valor laboral. En todos los sectores ocupacionales al menos el 30% o más podrían ejercerse desde casa, en algunos casos hasta el 100%. El hogar podrá ser experimentado como ese tiempo de afectos que habían sido olvidados, producto de una carrera muchas veces hacia la nada.

La reflexión será esencial puesto que el Covid 19 ha removido muchas emociones, incluyendo el miedo a la muerte. En tanto una de las principales fuentes de los procesos conscientes, permitirá superar la difícil transformación de la oscuridad en luz o de la apatía en movimiento, convirtiendo a las emociones en un puntal propositivo para realizar las transformaciones culturales que los pueblos requieren. Así, el temor a contagiarse, enfermar y morir, a la vez que obligó a grandes cambios que vinieron para quedarse y más allá de las rigurosas medias de higiene, proporcionará el alimento humano para transformar nuestro pensamiento presente y futuro si se sabe utilizar inteligentemente. Replantearnos el mundo es una actitud sabia.

En esta dirección, mientras más auténticos seamos y nos acomodemos a los tiempos que corren, más capacitados estaremos para liderar mejor la transformación de nuestra sociedad. Todo el conocimiento hasta hoy acumulado es útil, sin embargo, ante una catástrofe sanitaria como la actual prima un nivel más avanzado donde el ingenio y el sentido común científico son protagonistas destacados: no puede haber discusión en que todas estas calamidades en salud exigen manejarse sobre la base de la evidencia científica. Lo contrario son los especuladores y farsantes que hoy contribuyen a crear escenarios de pánico, falsedad e impostación.

Parece que el C19 solo le tendría miedo a individuos como Sócrates, uno de los sabios más respetados de la humanidad, quien actuaría con sabiduría frente al virus y este esquivaría su presencia crítica. Ello se deriva de su impecable comportamiento como ser humano. La mejor lección de salud pública nos la legó él mismo: “Si alguien busca la salud, pregúntale primero si está en capacidad de evitar las causas de la enfermedad; en caso contrario abstente de ayudarle”. Por ello, en sus tiempos el poderoso e ingenioso Steve Jobs, lo afirmó: “Daría toda mi fortuna por una tarde con Sócrates”.

En síntesis, por esta pandemia el mundo atraviesa una de sus peores tragedias en forma de una verdadera tercera guerra mundial, que desafortunadamente cobrará la vida de unas 500 mil personas estimadas, con mucho más de cinco millones de “enfermos” (infectados) y más de 2 mil millones de personas afectadas: verdaderamente ruinoso como jamás se ha visto en la humanidad.

Finalmente, un tema central que es imposible soslayar y pondrá en jaque a los poderosos: cómo emplear los presupuestos para el ser humano y no para generar riquezas muchas veces injustas. La debacle económica es mucho más catastrófica que la de una guerra mundial, ya que afecta a todos los países y especialmente a los sectores vulnerables, los que siempre padecen los conflictos.

Hoy, cuando las más grandes economías del mundo se están desmoronando, evidenciando que el nivel de pobreza y miseria crece casi de manera geométrica y, afortunadamente, el campo o la tierra comienzan a ser respetados en su esencia, la Humanidad debe entender que su hoja de ruta hacia la vida estaba equivocada. La factura y su pago ordenan pensar mejor, actuar aún más solidariamente y aprender a vivir con plenitud y equicracia.

Apostilla: «No es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita». El Covid 19 confirma que grandes como Diógenes, San Agustín, Buda o San Francisco de Asís; sabiamente siempre tuvieron la razón: primero está el ser, antes que el tener.

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Redacción Minuto30

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