En el grueso de los colombianos, al azar en cualquier parte del país, nadie  puede mencionar –de corrido- el nombre de diez senadores. Quizá alguien llegue a los cinco más citados por los medios de comunicación.

Por Edgar Artunduaga.

El Congreso está lleno de ilustres desconocidos, personajes anónimos para el país, la mayoría que no habla ni opina, que nadie entrevista, que se limitan a tener una relación cercana con su núcleo de votantes en la región, pero que están lejos de alguna figuración nacional. Un ejemplo notorio, el senador Santos Marín.

Casos como el suyo, transcurridos año y medio de esta legislatura, ponen de presente (o confirman) que en el Congreso no es necesario hablar, menos discutir. Y tampoco trabajar en el tema legislativo. Parece que tramitar favores y preparar la siguiente elección es lo que cuenta.

La escogencia de un personaje tan invisible en el panorama regional es el resultado de la peor crisis política en la historia del Tolima, que hoy tiene en la cárcel a varios de sus dirigentes y cargando el desprestigio a la mayoría.

Mauricio Jaramillo, que se salva de esa larga lista de jefes regionales vinculados con la delincuencia, huyó despavorido antes de las elecciones por miedo a perder, y optó por arriesgar a Guillermo Antonio, en ese momento representante a la Cámara.

Santos Marín es conocido como un noble y leal subalterno político de la familia Jaramillo Martínez. Algunos, incluso, dicen con sorna que es el “mandadero” desde los tiempos del ministro Jaramillo Salazar y su esposa Hilda Martínez, congresista en los años ochenta. Después acompañó en política a Guillermo Alfonso, del Polo Democrático, y siguió con Mauricio, senador liberal.

El hecho de que Santos Marín ganara la curul constituyó una sorpresa general. Muchos piensan que fue su constancia. Tal vez el recorrido por todos los pueblos, o su origen humilde.

Personajes de la región, con mayor estudio y academia sobre la historia política del Tolima, creen que los votos logrados por Santos Marín son las sobras del Partido Liberal, fieles y antiguos militantes que se niegan a dar el brazo a torcer en la debacle de la colectividad roja.

Por encima de todos los análisis —cordiales o perversos—, el nuevo senador asumió con respeto y mesura su nueva condición. En sus discursos de agradecimiento dijo que cumplió con decoro su trabajo en la Cámara de Representantes. Y se declaró poseedor de la reserva moral que hoy le hace falta a muchos dirigentes nacionales.

Guillermo Antonio Santos Marín es abogado e ingeniero agrónomo. Fue gerente del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria, Incora, y gerente del Fondo de Acueductos y Alcantarillados del Tolima.

Su mayor logro en el Congreso no se relaciona con temas agropecuarios, su fuerte académico. Santos no deja de celebrar una ley de su autoría que consagra la igualdad de derechos y equidad de oportunidades para los sordos y sordos-ciegos. Lo demás, expresa, es el trabajo normal del Congreso.

Entre tanto, Santos Marín contesta a lista, vota y viaja constantemente entre Ibagué y Bogotá.

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Redacción Minuto30

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