Por Edgar Artunduaga

Los profetas de desastres auguran que la senadora Toro Torres no terminará su mandato. Dos investigaciones de la Corte Suprema, una por parapolítica y otra por fraude electoral, además de la iniciada por lavado de activos, frenarían la exitosa carrera política en su tercer período como congresista.

Por Edgar Artunduaga

Es la única mujer que ha tenido en suerte ponerle la banda presidencial a un jefe de Estado en Colombia, cuando Álvaro Uribe Vélez asumía para un segundo mandato, tras ser reelegido en una feria de trueques de votos por puestos diplomáticos, notarías y prebendas.

Le puso al revés la faja y graciosamente explicó que pretendía brindarle fortuna al gobierno, “porque uno se pone los pantis al revés para la buena suerte”.

La ocurrencia, dicen quienes le conocen de cerca, hace parte de su espontaneidad de provinciana. Es la misma desde cuando fue concejal y ahora que ocupa tan altas posiciones en la vida pública nacional, mantiene un estilo campechano, franco, sencillo y pueblerino.

En las elecciones de 2002 obtuvo la primera votación en el Chocó, por encima de Piedad Córdoba, oriunda de ese departamento.

“Mirá, ve”, me dijo, como si fuera absolutamente normal, “es que le caí bien a esos negritos”.

Cuando hoy le vaticinan la muerte en la hoguera de la Corte Suprema, Dilian Francisca responde como niña sorprendida: “Hola, mirá, y pensar que yo no he hecho nada…”.

Nunca profetices, recomienda la sabiduría. Si te equivocas, nadie lo olvidará. Si aciertas, nadie lo recordará. Sin embargo, hay que decirlo: se sienten pasos de animal grande para la senadora de Guacarí, Valle.

El periodista investigador Norbey Quevedo, del diario El Espectador, asegura tener información seria que le presagia enormes reveses jurídicos. La congresista habría tenido sospechosa cercanía con los hermanos Rodríguez Orejuela, narcotraficantes extraditados y hoy detenidos en Estados Unidos.

Hernando Gómez Bustamente, alias “Rasguño”, confesó la entrega de aportes económicos y presión a los electores por parte de la organización paramilitar a favor de la candidatura de Dilian Francisca al Senado en el año 2002, cuando llegó por primera vez al Congreso.

Y en las elecciones de 2006 y 2010, según múltiples denuncias, los fraudes abundaron para disparar la votación de la senadora de la U, quien logró uno de los primeros guarismos electorales en el país.

“¡A la mona la quieren joder!”, repite el bien informado Gustavo Álvarez Gardeazábal, desde el programa La Luciérnaga, de Caracol, tan escuchado como respetado por sus aciertos informativos y las noticias confidenciales que casi siempre se adelantan a los hechos.

El periodista no ve motivos de peso para una condena judicial, pero considera que en este país subir tan alto, tener tantos votos, lograr semejantes éxitos es un pecado imperdonable para ciertas elites.

Otro elemento importante: el Valle fue permeado por la mafia durante varias décadas y después por los paramilitares. Sobrevivir significaba compartir, o por lo menos desentenderse. No era fácil crecer políticamente atacando esos flagelos, el pan de la mañana, la sal diaria. El panorama existente no justifica ninguna cercanía con grupos ilegales, pero explica el contexto de la situación. Y será la Corte la que determine si la senadora traspasó los límites, en este y otros asuntos.

Dilian Francisca lleva la política en la sangre. Su padre, Alberto Hernán Toro, fue concejal de Guacarí seis veces, y ella fue la primera autoridad. Se casó con Julio César Caicedo Zamorano, por entonces senador de la República, encartado en el denominado proceso 8.000.

Le cedió entonces los trastos a su mujer, que venía creciendo en el reconocimiento regional, y había ocupado con buena aceptación la Secretaría de Salud del Valle. Como médico que es, el puesto le había permitido lucirse. Demostró ser, además, buena administradora y una líder cálida y simpática.

Pero tanta fiesta también tiene una cuota de hiel. Personas y circunstancias que apuntalaron su crecimiento comenzaron a pesar como fardos: el escándalo que enlodó a su marido, la cercanía familiar con Carlos Herney Abadía, el padre del ex gobernador, y la batahola por hechos de corrupción de su jefe político Manuel Francisco Becerra, ex contralor general de la República, quien pasó del cargo a la cárcel.

Nada parecía afectar el ánimo de la congresista, quien seguía embistiendo con casta taurina en todas las plazas, haciendo honor al apellido Toro. Hasta cuando aparecieron las declaraciones ante la Corte de “Rasguño” y la confirmación de la ex congresista Rocío Arias en el sentido de que las autodefensas colaboraron en la elección de la hoy influyente dirigente, miembro del partido de Gobierno.

No se amilanó y —con las banderillas puestas— obtuvo una gigantesca votación (135 mil votos), que en otras épocas le hubiera alcanzado para imponer (de su grupo) tres senadores. Esta vez (2010) eligió a tres representantes: Adolfo León Rengifo, Jairo Ortega Samboní y Francisco Cano Ramírez.

Cualquier suposición sobre la suerte que correrá en la Corte la senadora Toro es mera conjetura, que los amigos ven con optimismo y sus adversarios como el ingreso al mundo de las tinieblas.

Dilian Francisca, entre tanto, se pone al revés —especialmente estos días— su ropa interior. Cuestión de creer en la suerte.

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Redacción Minuto30

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