El país se debate en la crisis ética, moral e institucional más grande jamás vista en la historia de Colombia.

Los estragos y secuelas de más de 60 años de conflicto armado entre los colombianos, la corrupción en su máxima expresión, el nefasto narcotráfico y sus tentáculos, la geopolítica, el terrorismo, junto con la ineptitud, la ineficiencia y la ineficacia en la institucionalidad de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, han hecho metástasis y de manera grave en la sociedad colombiana.

No transcurre un solo día en nuestro país, en que no veamos escándalos de corrupción, abusos de poder, arremetidas del terrorismo, hechos delincuenciales, acontecimientos criminales, exabruptos en el manejo del poder y del estado, todos con connotaciones inaceptables y de la mayor gravedad.

Esa condición inconcebible se ha vuelto nuestro pan de cada día, nuestra convivencia diaria y nuestro karma colombiano. Negarlo sería todo un despropósito. Hay quienes aseguran que en este país pasa de todo y no pasa nada y a eso también nos hemos acostumbrado lamentablemente.

Nuestro grado de tolerancia al umbral de la anarquía sobrepasa cualquier indicador aceptable. Acá todo lo miramos con indiferencia, lo minimizamos, nada es problema nuestro, los problemas no nos competen, todos son ajenos, no denunciamos y si lo hacemos tampoco tiene importancia para nadie, sobrevivir a como dé lugar es la meta.

En términos generalizados así se ha vuelto nuestro comportamiento. Estar vivo en nuestro país es un buen promedio.
La descomposición social y la degradación a la que hemos llegado es realmente preocupante y alarmante, sin embargo, los causantes de toda esa inaceptable condición son la inmensa gran minoría del país y a ellos son los que debemos derrotar y en quien tenemos que poner la mira.

En un país con tan alto grado de calidad humana como el nuestro y con gente tan luchadora, es necesario que el letargo y el cansancio que nos ha dejado la historia, se deseche y cojamos lo bríos para la reconstrucción de los principios y de los valores de nuestra sociedad.

Existe un factor determinante que puede ir en contravía del empoderamiento social que necesitamos y es nuestro poco sentido de pertenencia y amor a la patria. Todos nos deberíamos poner la camiseta de Colombia, pero en el alma. Todos nos tenemos que poner la camiseta como cuando vemos los partidos de la selección Colombia, con ese ímpetu, con ese amor, con esa pasión.

Hoy más que nunca el país nos necesita y nos necesita a todos los colombianos de bien luchando para que las cosas funcionen y para que se hagan bien hechas. Hoy más que nunca se necesita que la honestidad y los principios sean intrínsecos en todo nuestro actuar y no como condición aleatoria.
El poder del constituyente primario es inmenso, pero no sabemos cómo aprovecharlo en Colombia.

Es tan grande que tumba presidentes y así lo ha registrado la historia muchísimas veces y si ha tumbado Presidentes, la tarea de acabar con congresos o parlamentos que legislan en contravía de los intereses de la nación o con las altas cortes que imparten injusticia, la tarea es aún más fácil, pero para eso se necesita liderazgo, unión y decisión colectiva.

Nada inspira más respeto que un pueblo movilizado.

Es necesario aceptar que la democracia en Colombia ha sido violada, secuestrada y de manera masiva, hoy llora sin descanso y desconsolada y es pertinente ir a su rescate.

Los momentos de la historia son únicos, inaplazables y el futuro es hoy.

La reconstrucción de nuestro país es inminente y no la pueden hacer los que de alguna manera han participado en su desgracia para bien o para mal. Todos los que de alguna forma incluso con algún grado de éxito sin distingo ideológico y partidista, que hayan participado históricamente en los sucesos de modo, tiempo y lugar que han permitido que el país haya caído en el caos en que se encuentra hoy, deben retirarse y dar un paso al lado por ética y principios y cuando digo todos son todos.

Darle la posibilidad a las nuevas generaciones y que ellos mismos se la den, para reconstruir el país de sus futuros hijos es absolutamente necesario y creo que las nuevas generaciones tienen todas las posibilidades y la estructura para hacerlo. ¿Si no lo hacen ellos, entonces quién?

Pretender que cambien la historia los mismos que la destruyeron, no es un principio lógico y tampoco consecuente. La condición humana tiene muchos distractores emocionales, como el odio y el resentimiento, entre otros muchos, que impiden actuar con ecuanimidad, justicia y objetividad.

La conformación de un nuevo partido político cuya única misión y visión sea el futuro y desarrollo de COLOMBIA y los COLOMBIANOS es de imperante necesidad. En él no se puede aceptar a nadie que haya participado en los vicios de la vieja politiquería. Allá solo debe llegar el que quiera luchar y trabajar por el país y se puede. Los ejemplos pululan en el mundo.

No creo y dadas las circunstancias, que la figura del ejecutivo en cabeza del actual Presidente Iván Duque y como parte del Statu Quo actual, sea capaz de reconstruir a Colombia. Así de sencillo.

@PoliticaPuntual

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Redacción Minuto30

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