La semana pasada conocimos a través de los medios de comunicación y las redes sociales dos lamentables hechos que colmaron de tristeza y dolor al país entero, poniendo de lado la constante polarización que se ve en las redes, el mensaje fue contundente, rechazamos cualquier acto de violencia y criminalidad.

Primero, conocimos la historia de una mujer que en un momento de desesperación decidió quitarse la vida en compañía de su hijo de 10 años lanzándose al precipicio desde un puente en Ibagué, hecho que se relacionó con un presunto hostigamiento por parte de un prestamista o popularmente conocido ´gota a gota´ hacia Jessy Paola Moreno (Q.E.P.D.) por una deuda que le estaba corriendo altos intereses.

Las constantes amenazas y presiones que comprometían la vida de su hijo, el desalojo de su vivienda y la situación forzosa que había puesto a Jessy Paola a dormir en la calle, la llevaron a un lamentable desenlace producto del acoso que generó este grupo criminal sobe ella y su hijo.

Luego, a pocos días conocimos otro desafortunado caso, el del cantante y youtuber Legarda (Q.E.P.D), en lo que al parecer se habría tratado de una bala perdida, que imprevistamente acabo con la vida del cantante.

Ambas historias, en contextos diferentes muestran un claro ejemplo de la inseguridad y la criminalidad que se vive a diario en nuestro país, mientras en el primer caso Jeesy Paola recibió amenazas de muerte hacia su hijo, sin sentir el respaldo de nadie, en el segundo caso el cantante fue víctima de un intento de fleteo que colateralmente acabaron con su vida.

Parece común que sucedan casos como estos en nuestro país, y he aquí lo más grave del asunto. Nos hemos acostumbrado a escuchar estas historias, y que la respuesta siempre sea la misma, “estamos en Colombia” o “no de papaya”. Es triste y decepcionante que sigamos viviendo con estas premisas y que peor aún sean transmitidas a las nuevas generaciones, fundando el miedo y la normalización de los hechos criminales.

En un reporte reciente de la Fiscalía se confirmó que las tasas de homicidio van en aumento, por lo menos el año pasado se presentaron 41.755 asesinatos, 1.402 más que en el 2017, muchos de ellos asociados y con gran impacto en la población joven, que en la mayoría de los casos encuentran en las actividades ilícitas un futuro.

Si bien es una realidad que estas situaciones se viven día a día, no hay que permitir que nuestra generación y las próximas tengan que llevar el lastre de la inseguridad y la criminalidad, debemos hacer un llamado para que las instituciones competentes no descuiden la tarea de seguir reforzando medidas para tratar la inseguridad y no se queden en intentos fallidos de ley.

Así mismo, es nuestro deber como sociedad hacer el acompañamiento y el seguimiento a la población joven, para que sean personas formadas con valores, de la misma manera, para que reconozcan y respeten el derecho a la vida, que se sigan ampliando las alternativas de participación cívica para no vivir en el ausentismo de los problemas sociales que nos aquejan a todos los colombianos.

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Redacción Minuto30

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