Cuando una película esgrime en tu rostro la acreditación “basada en hechos reales”, la palabra clave es “basada”, no “reales”. Esa necesidad de infundir credibilidad nunca se siente más desesperada como en una película de terror.

Sala CinéfilaPara mí, si el filme es bueno, no debería de preocuparnos en que está basada. Soy temerosa por naturaleza, pero puedo dar fe de la cualidad aterradora de El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980). Si quieren algo más contemporáneo, la película sueca Let The Right One In (Tomas Alfredson, 2008). Mi punto es que la supuesta “realidad” es una herramienta de marketing, y poco más que eso.

El Conjuro no deja de martillar ese punto. Está inspirada en las experiencias de Ed y Lorraine Warren, una pareja de “investigadores de lo paranormal”. Obviamente el Director James Wan, es el responsable del resultado de la película, que llegue asombrar, que retrate magistralmente una historia de uno de los más famosos casos de los investigadores sobre sucesos paranormales.

Si se deja atrás esa premisa para enganchar al público y se concentra en el tratamiento que se le da la historia, se puede crear propuestas donde se manifiestan en su mayor parte hechos fantásticos, en esta oportunidad el juego sicológico aparece como el principal motivo para jugar con la emoción del espectador, y creo que más de uno habrá pasado por momentos de tensión diferente, inquietante, ante escenas que llevan a la tensión a su máximo nivel.

A su manera, “El Conjuro”  pone su granito de arena en el terror sobrenatural. Sin aportar para nada particularmente algo innovador, emplea un gran profesionalismo y estilo eficaz que no degenera en lo burdo, para proporcionar al público lo que éste espera: una fábrica de sustos y emociones fuertes.

La Narrativa es un poco lenta al comienzo; de hecho en el segundo acto durante la segunda mitad del film (las secuencias emocionantes y el meollo del asunto). Por lo general en el género de terror esto se ve como una falla pero Wan se toma su tiempo entrelazando las historias e incrementado la tensión. Durante ningún momento la película se siente pesada o de poco interés.

Tiene imperfecciones narrativas, incluyendo un desenlace que satisface a medias, el argumento aporta la excusa ideal para generar tensión y pavor, mediante recursos básicos: ruidos siniestros, ambientes invadidos por la oscuridad, encuadres sugerentes, una atmósfera general de incertidumbre y expectativa, sobresaltos repentinos y una infinidad de detalles inquietantes.

En la realización se aplica correctamente al relato las técnicas que cada situación amerita. Por ratos, la estrategia del realizador de chocar con trucos y escenas ficcionarias se torna repetitivo. No obstante el suspenso casi nunca afloja y el nivel de la propuesta se mantiene alto, ni cuando se tratan de copiar títulos clásicos del género al que pertenece el film.

El elenco está bien aprovechado: convence el desempeño de Patrick Wilson, Lili Taylor y sobre todo Vera Farmiga que aflora esa capacidad de compenetración emotiva de la que está dotada. La eficacia de “El Conjuro” radica también en sus ojos atentos y expresivos, capaces de reflejar sentimientos encontrados de firmeza y fragilidad, curiosidad inquisidora y temor, desconcierto y auténtico miedo.

Los sustos y brincos causados por gritos o apariciones supuestamente de sorpresa se quedan fuera y son brillantemente sustituidas por secuencias bien realizadas, llenas de tensión y con ambientación casi artística.

La banda sonora juega su parte en este film y desde el inicio planta ese ambiente tenebroso en la que vas a viajar en casi toda la película. Pero recurre en exceso a la muletilla del golpe de música o efecto de sonido para marcar sus revelaciones.; es algo mecánico, pero funcional. Generalmente la banda sonora funciona, se  utilizó en los momentos adecuados dentro de la historia para continuar buscando generar esa tensión.

Sin embargo el tema de “El Conjuro” es clave para la industria cinematográfica que hará otra pequeña fortuna en países donde la mayoría de la población profesa la religión judeo-cristiana. Su insistencia en la existencia del Diablo se procesa como una reafirmación de Dios. La popularidad de estos dramas de posesión diabólica no es casualidad. Está soportada por un mercado.

El film es un buen trabajo de terror decente, caramente se ve  esfuerzo para poner lo mejor en toda la cinta, ayudado por actores profesionales que tuvieron buena lectura de lo que el director quería, y desde lo psicológico, en más de una ocasión esta película te generará una sensación de miedo que es lo que el público busca sentir en un Cine.

Finalmente resulta sorprendente que la ideología de fondo de la película se origina en el espectro de una “bruja” de Salem que habría matado a su propio bebé en sacrificio al maligno (abandone la lectura si cree que no alejamos de lo que nos concierne)…. Según historiadores la persecución a las “brujas” de Salem tenía más que ver con un nerviosismo afanoso, y la represión de la cultura patriarcal en contra de las mujeres, pero hasta ahí no llega el compromiso con la “realidad”.

La villana es el resumen de la mala madre, y el rol reproductivo de la mujer es exaltado. Es por eso que se aventuran a tomar el caso cuando se investiga en lo que normalmente es el instinto maternal (una madre haría  que fuera por salvar a sus hijos)

Si, Lorraine también es madre. Tiene una hija, y pueden apostar a que antes que los créditos finales aparezcan, también se verá en peligro. Las mujeres valen, en la medida en que asumen su papel de madres. Con un alarido, el feminismo retrocede varios siglos. Eso sí da miedo.

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Redacción Minuto30

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