Los francotiradores del lenguaje deportivo

El destacado crítico gramatical santandereano Jairo Cala Otero nos trae hoy sábado, en El Campanario, la segunda y última parte de su interesante ejercicio sobre la agresividad que le ponen a su vocabulario, en la radio, los locutores y comentaristas deportivos desde los diferentes estadios del país. Sin pedir un minuto de silencio por los hinchas sacrificados, porque así no van a resucitar, entramos de una vez en materia:

El Campanario. Por Tomás Nieto2 appIncitación a la barbarie

«¿Dónde están los fanáticos que no se hacen sentir?». ¡Expresión tanto irresponsable como peligrosa! Como esta muchas otras han generado tragedias en algunos estadios. (Recuérdese, nada más, la de Bucaramanga en la década del 80, con muertos y heridos en las graderías). Los fanáticos (gente que pierde su capacidad de pensar con acierto, y defiende con desenfreno una causa) las acogen literalmente, y «se hacen sentir» a puñaladas, como ocurre repetidamente. Es más acertado decir: «Extrema prudencia pedimos a las barras; recuerden que este es únicamente un juego». Hay que saber convertirse en artífice de paz, en vez de promotor de violencia. ¡Las palabras tienen inmenso poder!

Exhortación a la agresividad

«¡Si quieren ganar, tienen que ser agresivos en el ataque!». Convocar más agresividad para ganar un encuentro futbolístico no es propio de inteligentes. Una táctica deportiva no depende de una dosis de agresión contra los contendientes. Será más acertado decir: «Para ganar van a tener que ser más competitivos que de costumbre»; «Los locales tendrán que redoblar esfuerzos para atajar la competitividad de sus rivales».

Echándole la jauría al técnico

«A mí no me gusta el desempeño del técnico, es pésimo; es un petardo y un palurdo. ¡Tiene que renunciar ya mismo». La prepotencia y la pretensión de influir en decisiones que no son inherentes al comentarista de radio o televisión constituyen, con expresiones como esta, un arma peligrosa. Todo comunicador ha de mantenerse al margen de tales situaciones, y limitarse a narrar o comentar; ese es su oficio. Será más acertado decir: «Disentimos del técnico por su proceder, pero se lo respetamos; él es la autoridad en el equipo».

A la junta directiva también le dan

«Los directivos son los culpables de este fracaso. ¡Es hora de destapar la olla podrida en el equipo». Asociar una derrota deportiva con supuestas conductas punibles es meterse un autogol. ¿Qué tal que se dijera, por ejemplo, de un comunicador pésimo que él es así porque es un corrupto? La competitividad es un asunto, el desvío moral es otro. Las funciones de los directivos no son directamente concomitantes con los resultados en las canchas de fútbol. Esa es una competencia de los jugadores. La ira nunca será buena consejera para hablar en ningún caso.

Lo que va del pundonor a la agresividad

«Jugaron con pundonor, pero no tuvieron agresividad»: También encarna beligerancia, y de ella ya estamos hasta la coronilla. Esta expresión les dice a los jugadores y fanáticos que no se los considerará competentes mientras no generen violencia en el juego. Se confunde la capacidad táctica y el arrojo deportivo con agresividad. Es más inteligente decir: «Aunque dieron lo mejor de sí, el equipo contrario los venció. En el juego se pierde y se gana». (O los superó, los vapuleó).

Tolón Tilín

El profesor Cala Otero saca esta inobjetable conclusión: Las palabras, como dijera un sabio, son como granadas en manos de quien no las sepa manejar. ¡Cuánta prudencia y sindéresis hacen falta entre algunos de quienes exhalan su espíritu belicoso ante los micrófonos!

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Redacción Minuto30

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