Esta semana ha sido una de las más funestas que los colombianos hayan vivido en los últimos años. Ninguna columna llena de indignación y hondo reclamo podría explicar el dolor sentido de los últimos días. La muerte solo se puede entender desde la poesía, no desde la prosa periodística.

Es por eso que esta vez, escribo para todos ustedes unos fragmentos que me salieron desde el corazón, no desde la razón; unos versos sin ninguna pretensión literaria solo terapéutica.

Además, estos fragmentos buscan, ante todo, hacer un homenaje pendiente a tantos muertos impunes que tiene este país. Lo titulé El Aro, porque esa masacre es emblema siniestro de un dolor que el país aún no ha castigado y que, ante todo, nunca se deberá repetir:

Aro en el mar aunque sea inútil.
Ya sé que su inmensidad es una forma de olvido.

Aro en tus campos que otros quemaron, porque en sus entrañas busco el surco reverdecido.

Aro en las fronteras del recuerdo, en lo difuso, en lo fútil.
Donde persisten las sombras de aquellos que otros transformaron en
conjeturas extrañas de lo ido.

Aro por la memoria de ellos, de éstos que aún no han muerto, que han sobrevivido.

Aro para que los infames asesinos
paguen con los años de su carne, con su encierro por los sueños que algún día volverán del olvido.

Aro, Aro, Aro aunque sea inútil.
Aro porque sé que la palabra es mi campo florecido

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Redacción Minuto30

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