En la infame alocución de anoche, ese inquilino de la Casa de Nari que, según dicen, es el presidente, exclamó con su ya habitual cacofonía: «En el mensaje de Navidad dije que el 2014 será recordado como el año en que la esperanza revivió con más fuerza en nuestro país, y que en 2015 esa esperanza se va a reflejar en resultados de equidad y paz». Una esperanza que él solito se inventó y que él solito se cree. Unos resultados solo él y su sanedrín ven. Nos cree tarados, se hace el tarado, o es tarado.

Pablo Andrés Loaiza

Cada año de ese sainete se escucha la misma palabrería mientras los cabecillas de las Farc siguen en plan indefinido de veraneo y engorde, y la promesa de concluir las negociaciones «en meses y no años» se sitúa en un lugar cada vez más recóndito de la memoria de los colombianos.

Lo que sí es cierto es que «2015 puede ser uno de los años más trascendentales en la historia de nuestro país», como lo describe nuestro inefable presidente. No porque se llegue a firmar la tan tartamudeada paz, sino por el sapo que nos harán tragar: El cese al fuego bilateral y “definitivo”.

Si la paz no es la que avanza galopante, la capitulación del Estado de Derecho ante el terrorismo sí. El cese bilateral y el falaz “desescalonamiento” del conflicto no significan otra cosa que la conversión de la República en un Caguán de un millón de kilómetros cuadrados.

Aún si realmente cesaran, o bien, se “desescalaran” los combates entre el ejército y los terroristas, ¿Quién garantiza que, en efecto, la guerrilla deje delinquir? ¿Les será posible entonces seguir moviendo toneladas de coca por Venezuela; traficar armas; extorsionar agricultores, transportadores y ganaderos y secuestrar, mientras no se le toque un pelo a un soldado? ¿Acaso montarles una veeduría internacional es una infamia, pues «a las Farc hay que creerles»?

Sin una verificación internacional permanente, el llamado cese bilateral será un bacanal. La Policía y las Fuerzas Militares de vacaciones colectivas, mientras las Farc harán y desharán. Tal parece que, en adelante, cualquier delito sin disparos será válido en Colombia.

El sapo incluye además la “dejación” en lugar de “entrega” de las armas, un tenebroso y peligroso juego semántico. ¿Significan lo mismo dejación y entrega? De no serlo, ¿La dejación significa dejarlas guardadas mientras hacen política? Ese discursillo deja más preguntas que respuestas. Nadie sabe, nadie responde. Impera la ley del silencio.

El cese al fuego incondicional es prueba de que la agenda de La Habana era una farsa. Incluso, las propias negociaciones demuestran que los “inamovibles” fueron una farsa. Y entre farsa y farsa, más que la paz, tal como nos lo han advertido, nos terminarán dando el blanqueo de las Farc en un impoluto movimiento político sin pagar un día de cárcel. Eso sí, si los colombianos nos dejamos. @PabloAndresLB

Post scríptum: El señor Santos en su mención a los atentados en Francia parece habérsele olvidado los profundos nexos de las Farc con Al-Qaeda.

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Redacción Minuto30

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