Conocí a una mujer muy hermosa que me dijo que toda su vida tuvo un amor prohibido. Le pregunté si era casado y me respondió que la casada era ella. Entonces me confesó su gran secreto: que toda la vida amó a ese hombre en silencio. Sin embargo, tuvo hijos con su esposo y aparentaba tener un matrimonio normal. Ella y yo entablamos una relación muy espiritual. Era un amor muy maternal el que me brindaba. Me identifiqué mucho con su historia.

Cuando conocí a ese hombre que tanto mi amiga amaba, estaba enfermo. Le quedaba poco tiempo de vida, pero yo no lo sabía. Ella me pidió que una noche lo cuidara en el hospital. Estaba delgado y demacrado. Sin embargo, ella no lo había dejado de amar ni un segundo. Al poco tiempo, sentí por primera vez en mi vida algo que nunca había sentido. Sentí el frío de la muerte. Algo inexplicable que me dio un dolor fuerte en el corazón, y una inmensa tristeza. Luego me enteré que ese mismo día falleció el gran amor de esa mujer que amé tanto. Fue increíble cómo esa conexión entre ambas me hizo sentir la muerte del hombre que ella amaba.

Desde entonces me doy cuenta de que el amor de una mujer puede ser tan grande que no repara el tiempo, la enfermedad, la distancia, la edad. Simplemente ese amor es tan fuerte que ni la muerte puede detenerlo. Pues ella me contó que no había dejado de amarlo.

Entonces me acordé de la conexión tan fuerte que tenía con mi cuñado Rubén Borrero. Una conexión espiritual inquebrantable Recuerdo una vez que estaba pasando un momento muy triste en mi vida y llegué a la casa de mi hermana. Ellos siempre me daban el más grande amor y me permitian refugiarme en el amor de mis sobrinos Franco y Jean Pierre. Ese día llegué a su casa con una migraña bien fuerte. Ellos me dijeron que me fuera al cuarto con aire acondicionado, a dormir un rato con los nenes, porque eso iba a hacer bien. Recuerdo que se los agradecí tanto a ambos. Fue uno de tantos gestos de amor de su parte que nunca olvido. En ese momento que pasé por la sala que estaba llorando, miré a Rubén antes de entrar a la habitación. Vi mi dolor reflejado en su mirada. Cuando salí al rato de haber dormido unas horas el que tenía la migraña era él. Entonces entendí que hay personas que sienten lo que siente tu corazón. Que están tan identificadas que no hay que hablar para saber lo que sentimos. Rubén fue mi mejor amigo por muchos años de mi vida. Vivimos muchas experiencias juntos, fue como mi hermano. Me protegió del maltrato. Ya no está junto a mi hermana. Aunque apenas lo veo ahora, siempre lo amo entrañablemente y les agradezco a ambos todo lo que hicieron por sanar mi corazón roto.

Por su parte, mi amiga ya falleció, no pude despedirme de ella. Si pude aprender de ella lo inmenso que puede ser el amor de una mujer hacia un hombre, sin importar las circunstancias.

Abogada, conferencista internacional, empresaria, y Directora de la Fundación Baila Corazón. Visita su sitio web: www.latinasempowerment.com
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Redacción Minuto30

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