Es una pena que ante semejante tragedia mundial no falten los aprovechados que buscan protagonismo con supuestas soluciones para enfrentar el Covid 19 (C19). La situación que padecemos es inédita y aún faltan aristas por descubrir.

El virus SARS-CoV-2 es atípico y su comportamiento no hemos podido descifrarlo por completo. Está identificada la causa, pero no interpretada toda su dinámica y evolución. La ciencia ha sido puesta en jaque por su cuenta.

Una ventaja son las investigaciones acumuladas que hoy sirven para desarrollar en tiempo casi récord una vacuna. Si no fuera por los poderosos avances atesorados, nos llevaría años producir un antídoto.

A partir del momento de inicio de su adelanto (Enero – 2020 la mayoría de investigaciones), la vacuna para disposición mundial podría estar lista en unos 18 meses (es posible que algo antes). Es el tiempo normal de las últimas etapas de consolidación del antídoto.

Su desarrollo tiene seis grandes etapas, de las cuales las dos primeras son las más largas que ya estaban superadas. Con un biológico definido se deben desarrollar las pruebas en animales y humanos.

En estos últimos son tres fases: tests incipientes (con pocos individuos), pruebas significativas (cientos de personas), tests de evidencia (miles de personas). Este último paso es crucial; define su nivel de significancia y posibles efectos colaterales.

La “evacuación” del virus va a requerir hasta más de un año, pues se necesita demostrar la seguridad y eficacia de la vacuna, mínimos efectos adversos y otras variables a tener en cuenta. Hay que vigilar rigurosamente esos procesos. Y ello no es de unos días o unas tantas semanas, son meses de pruebas y evaluaciones.

Posteriormente un prudente período de organización logística donde entran en juego unos poderosos intereses económicos con el riesgo de farmacéuticas pidiendo precios exorbitantes y otros trámites engorrosos.

Luego está el embalaje y transporte manteniendo una estricta cadena de preservación y custodia de los biológicos. Posteriormente la distribución y finalmente todo el proceso final de profilaxis. Solo esta última parte podría exigir en el mejor de los casos entre dos y tres meses.

Es decir que para que más de cuatro mil millones de personas el mundo sean inmunizadas se van a requerir de tiempos prudenciales, pero más aún de surtir unos procesos obligatorios que garanticen el éxito del antídoto, para frenar la pandemia.

Ahora bien, esta es una situación delicada sobre la cual se especula todos los días, sin ofrecer una realidad. Muchos de los contenidos que vemos en medios masivos brindan respuestas incompletas a preguntas de causalidad, pues no están basadas en datos, hechos o estudios rigurosos de los que se vale la epidemiología.

Y el asunto de la vacuna es uno de ellos. Falta mucha veracidad y realidad. Para los aterrizados epidemiólogos la mejor manera de aproximarse a la causalidad son los estudios experimentales, no hay absolutamente nada cierto sin la suficiente evidencia científica.

Aquí preocupa la aparición de mercachifles y supuestos expertos que ofrecen insólitamente la cura contra el coronavirus SARS-CoV-2. Es cuestionable que hasta prestigiosas instituciones llegaran a pifiarse con aparentes tratamientos que hablaban de Azitromicina, cloroquina, hidroxicloroquina y alguno que otro fármaco; está probado que son inciertos o inefectivos en la cura del C19.

Incluso aparecen otros recomendando forzados antivirales y germicidas relacionados con interferón, antibióticos y hasta Dióxido de Cloro, un peligroso químico sobre el cual los expertos ya han alertado. Que un ciudadano lego fundamente sus opiniones en prejuicios es previsible, pero no quienes tienen alguna formación científica.

Por ahora el único fármaco antiviral que ha mostrado alguna eficacia probada contra el C19, es el Remdesivir. Y solo en etapas iniciales e incipientes de la infección. Pero no es una cura, solo tratamiento. No existe una cura conocida para ningún coronavirus, ni COVID-19, ni SARS ni MERS, ni los otros cuatro coronavirus que causan líos respiratorios.

El Remdesivir puede usarse como terapia complementaria para ayudar a los pacientes graves a recuperarse más rápido, acortar su estadía en el hospital y minimizar su dependencia de los ventiladores y los suministros de oxígeno.

Tristemente las redes sociales y de mensajería se han vuelto una trampa o engaño para los ciudadanos; promueven una opinión pública distorsionada. Así mismo el efecto tóxico de tantos comunicadores poco profesionales o irresponsables que facilitan la difusión de información no verificada, sin evidencia científica probada, en un asunto tan crucial que está en juego el bienestar, la tranquilidad y la vida de millones de personas. Hay que tomar prudencial distancia de tantos ‘mercenarios’, enredadores y oportunistas.

Apostilla: Remdesivir es un agente antiviral fabricado por la firma estadounidense de biotecnología Gilead Sciences. Se desarrolló en 2015 para combatir el Ébola, pero fue inútil. A pesar de ello, demostró eficacia contra el SARS y el MERS, y ahora ofrece luces de optimismo en ensayos clínicos como un posible tratamiento para el Covid-19.

*Miembro del equipo “Fuerza Médica contra el C19” (FzMDxC19)
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Redacción Minuto30

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